Con sus libros buscó una síntesis entre las culturas guaraní y española: Galeano
Murió Roa Bastos; crítico acerbo del desgarramiento de Paraguay
Decreta el gobierno de ese país duelo oficial de tres días
El autor de Yo, el Supremo acuñó el paradigma del tirano en América Latina, expresó el escritor argentino Héctor Tizón
Ampliar la imagen Roa Bastos, en 2003, cuando recibi� Medalla Jos�art�n La Habana FOTO Afp
El escritor paraguayo Augusto Roa Bastos (Asunción, 1917), uno de los novelistas más relevantes de la literatura contemporánea falleció ayer a la edad de 87 años.
El gobierno de Paraguay decretó duelo de tres días por la muerte del autor de Yo, el Supremo (1974), una de las obras cumbres de la narrativa universal, ocurrió debido a las complicaciones que surgieron luego de haberle practicado una cirugía cerebral de emergencia para extraerle coágulos formados a raíz de un golpe recibido en la cabeza tras una caída en su domicilio.
Sin embargo, en su testamento el escritor pidió no recibir honras fúnebres oficiales.
Al conocer la noticia del fallecimeinto de Roa Bastos, de acuerdo con el diario El Observador, de Uruguay, en su página de Internet, el escritor uruguayo Eduardo Galeano lamentó el fallecimiento de Roa Bastos y destacó su apasionada labor por conciliar la cultura guaraní con la española, . ''Estoy muy triste. Se rompió Augusto y no hay repuesto. Su voz cantó como ninguna el desgarramiento de Paraguay, esa tierra que en sus libros buscó una síntesis, dolorosa, quizá imposible, entre la cultura guaraní y española'', expresó Galeano.
Vida dedicada a la libertad
Por otra parte, en un comunicado la cancillería paraguaya apuntó que la partida de Augusto Roa Bastos ''deja un enorme vacío en nuestra sociedad, que sólo podrá ser colmada por el preclaro ejemplo de una vida dedicada a la promoción de la libertad y la solidaridad, la defensa de los derechos del hombre y la cultura''.
El historiador argentino Noé Jitrik, según El Observador, recibió con ''hondo pesar'' la noticia y definió a Roa Bastos como ''un imprescindible'' de la literatura latinoamericana. ''Era una persona encantadora, afable y muy protectora. Una vez discutimos y luego nos reconciliamos, porque nos unía, no diría un afecto filial, pero sí entrañable".
El también escritor argentino Héctor Tizón destacó que el autor paraguayo ''acuñó de forma magistral el paradigma del tirano en América Latina'', con sus novelas Yo, el Supremo e Hijo de hombre.
Roa Bastos fue un hombre rebelde y comprometido, como escritor y persona, con las clases oprimidas, sobreviviente de múltiples naufragios, pues vivió fuera de su patria por más de 50 años; fue un crítico del poder autoritario que, más que hablar de sus obras, prefería ''hablar de la vida''.
Su exilio lo llevó a vivir más de 30 años en Argentina y más de dos décadas en Francia.
''Toda mi obra prácticamente la escribí afuera (...) Suelo decir que soy un escritor surgido por la imposición del exilio'', comentaría en entrevista a la periodista y corresponsal de este diario, Stella Calloni (La Jornada, 23/septiembre/2004).
La visión del narrador sobre su país y el mundo fue marcada desde muy joven, pues a los 15 años se fugó con un grupo de compañeros del colegio, para trabajar como voluntario en el servicio de enfermería durante la etapa final de la guerra del Chaco (1932-1935) contra Bolivia. Así, sin afiliarse a partido alguno, fue adquiriendo conciencia política y social.
En 1947 tuvo que abandonar Asunción, amenazado por la represión que el gobierno desataba contra los derrotados en un intento de golpe de Estado, y se estableció en Buenos Aires, donde sobrevivió con trabajos muy diversos y dio a conocer buena parte de su obra.
Más tarde ejerció como guionista de cine, dramaturgo, periodista y profesor de diversas universidades de América Latina.
Otra dictadura lo obligó a abandonar Argentina en 1976 para trasladarse a Francia y enseñar literatura y guaraní en la Universidad de Toulouse le Mirail. En 1982, tras un breve viaje a su país, fue privado de la ciudadanía paraguaya, y se le concedió la española en 1983. Regresó a Asunción a finales de los años 90, para reinstalarse allí de manera definitiva.
El estreno de su pieza teatral La carcajada, en 1930, marcó el comienzo de su trayectoria literaria. Más de 21 títulos, entre novelas, cuentos, obras de teatro y poesía integran su quehacer, parte de ellas traducidas a 25 idiomas.
Fue nombrado doctor honoris causa por distintas universidades latinoamericanas, europeas y de Estados Unidos.
Entre las prestigiosas distinciones que se le otorgaron destacan el galardón del Concurso Internacional de Novelas Editorial Losada (1959); fue nombrado Oficial de las Artes y las Letras, de Francia (1985); el Premio de la Fundación Pablo Iglesias (1986); el Premio de las Letras Memorial de América Latina (Brasil, 1988), y el Premio Cervantes, en 1989.
La literatura -expresó Roa Bastos a Calloni- ''se me representó siempre y muy claramente como una forma de realizar el conocimiento de lo incierto a través de las mutaciones y transformaciones de los múltiples aspectos de la realidad, que resultan infinitos.
''Si una obra es válida sus logros se dan en el interior de la práctica misma del arte de narrar. Allí todo se amalgama, imaginación y pasión, subjetividad individual y conciencia histórica y social, y entonces vemos una realidad tantas veces desdoblada, tan misteriosamente astillada.''
Dedicación a los jóvenes
Roa Bastos también expresaba: ''Nunca he querido ser un historiador de la cultura y menos todavía interpretar mi obra. La crítica profundiza en cada palabra, las interpretaciones son diversas. Yo, prefiero hablar de la vida''.
Sin embargo, también reflexionó sobre el poder. ''Es un tema sobre el que trabajo intensamente en literatura, en periodismo, en mi actividad docente''.
Sus últimos años los dedicó a los jóvenes, ''que entienden y necesitan el discurso crítico''.
Augusto Roa Bastos fue un literato magistral, conciencia de una época, un hombre rebelde y comprometido, coherente con su vida y quehacer intelectual.
''Nadie -afirmó en aquella charla con Calloni- debe ser indiferente ante todo lo que sucede. Es necesario cultivar la memoria histórica, ayudar a crear una conciencia crítica. Para la libertad, para acabar con la impunidad y la corrupción. Con los jóvenes debemos analizar la realidad profundamente y elaborar un proyecto nacional de rescate, despojados de esquemas en una intensa acción cultural, eliminando las mezquindades.
''La vida genera sus acciones de sobrevivencia. Paraguay es ejemplo de ello. Tenemos que advertir sobre lo que sucede en el mundo, sobre los peligros de destrucción que nos amenazan, sobre las guerras apocalípticas, la corrupción, la pobreza, los desastres ecológicos, que debemos transformar entre todos.
''En esa mirada unilineal (de las dictaduras y de lo que se llama neoliberalismo) no existe la disensión ni la posibilidad de crítica. Tenemos otras prioridades para actuar frente a eso y podemos hacerlo. Aunque somos países que ingresamos muy lentamente a la era moderna, unos más lentamente que otros, debemos hacer frente a esa relación con los centros de poder mundial en la que el más poderoso, Estados Unidos, se impone por diversos medios.
''Tenemos -estaba convencido- una enorme fuerza vital en América Latina, para recuperar no el tiempo perdido, sino el lugar que nos corresponde.''