Otra emocionante y reveladora corrida en La Florecita, que registró un lleno
Confirma Jorge López su potencial frente a tres torazos de Santa María de Xalpa
Destacadas actuaciones de Curro Campos, Gerardo Angelino y Pablo Miramontes
Ampliar la imagen Jos�� tore�r tafalleras al arrogante encierro de Xalpa FOTO Rafael S�hez de Icaza
El luminoso mediodía de ayer, con un lleno en el íntimo coso mexiquense, verificó, a no dudarlo, el festejo taurino más importante del país, con cuatro señores toros del hierro guanajuatense de Santa María de Xalpa, encaste español Parladé, ejemplares altos de cruz o agujas, cuello largo y proporcionado, de pronunciada papada y con sus defensas bien desarrolladas, como corresponde a su estirpe y buena crianza, y con un peso promedio de 500 kilos, no las ratas que al promotor de la plazota le encanta servir a los figurines importados y nacionales.
Partieron plaza Jorge López, de tabaco y oro, y Mariano del Olmo, de celeste y oro, y tras el paseíllo se rindió un bien intencionado homenaje al buen actor y aún ignoto ganadero Gonzalo Vega, que emocionado recorrió el anillo con excesiva lentitud, evocando quizá alguna lejana tarde en que vistió de luces.
Y así como a lo largo de la temporada pasada en la México el público rechazó airadamente seis novillones, que pudieron ser más, ayer no tuvo empacho en aplaudir, impactado sobre todo por la falta de costumbre, el arrogante trapío y las amenazantes encornaduras de los cuatro primeros astados que se lidiaron, poseedores de una dignidad táurica que demanda, a gritos, la urgente necesidad de devolverle a la fiesta brava de nuestro país su grandeza.
Abrió plaza Manchego, con 530 kilos, que tomaría un puyazo sin recargar, y de inmediato Jorge López, que afortunadamente se quitó el mote de su tío El Zotoluco, alejándose así del grupo de toreros fichadores de glorias ajenas, se abrió de capa en lances de tanteo y concluyó con dos verónicas y media rodilla en tierra.
Quitó por ajustadas chicuelinas y se creció en dos tafalleras estatuarias y templadas, como si en 15 meses el muchacho no trajese 10 corridas toreadas sino 100. Privilegiada intuición que corroboró minutos después, cuando Jorge tragó sin aspavientos en un trasteo de exposición ante un toro tardo al que despenó de media y tres descabellos. Fue tan serio e importante lo realizado que nadie se atrevió a pedir música, mientras el extraviado juez Ramos ordenaba arrastre lento a un ejemplar que tomó una vara sin recargar, recibió dos pares, doblaba las manos y sólo embistió por el derecho.
Con Rebujito, 515 kilos de hermosa musculatura y otro par de astifinos pitones, Jorge López -apréndanse el nombre, empresarios, y contrátenlo, es garantía de espectáculo- veroniqueó con temple y cerró con media lentísima, recreándose y gustándose. En el fuerte encontronazo con el caballo, este ejemplar de don Benigno L. Pérez Lizaur desmontó a Efrén Acosta hijo y permitió que aflorara la casta torera del banderillero Gerardo Angelino, quien fue llamado al tercio por un público contagiado del milagro de la tauridad.
Y cuando muchos pensaron que al bravo toro le había faltado castigo, este López se plantó de nuevo en los medios para cuajar, reposado, con un valor sereno y un privilegiado sentido de la colocación que mostró desde novillero, una faena limpia y dramática por ambos lados... hasta que un idiota, nervioso, pidió música y Jorge no ordenó callar a los complacientes filarmónicos, rompiéndose la magia tauromáquica que estaba creando. Dejó una estocada entera muy trasera que bastó, por lo que el rigorista -de Rigo, no de rigor- juez Ramos negó la oreja y algunos sabihondos hasta protestaron la merecida vuelta.
Encastado, Jorge regaló a Maestrante, con 500 kilos y cariavacado, que sin embargo recargó en dos varas y llegó a la muleta, como varios de sus hermanos, con calidad y recorrido. Sólo que ahora fue el prometedor diestro quien cometió la pifia de pedir música, como si fuera un espectador mitotero y no una figura en ciernes. Se trató de una faena breve, expresiva e intensa, como exigen esta clase de toros y se fue muy derecho tras la espada, recibiendo un fuerte golpe en el abdomen al dejar media tendida. Maltrecho pero con la ansiada oreja en la mano recorrió el anillo y sacó al ganadero a recibir el sonoro, unánime reconocimiento a ambos.
¿Y Mariano del Olmo? Displicente, distante, desentendido del compromiso, la oportunidad y el toreable lote que le tocó, sobre todo Desvelado (510 kilos), su bravo y noble segundo, al que Curro Campos aguantara en certero puyazo, el joven tlaxcalteca fue pero no supo estar.