Usted está aquí: lunes 18 de abril de 2005 Opinión Se terminó la fiesta

José Cueli

Se terminó la fiesta

El triunfalismo llegó a la plaza de la Maestranza sevillana y un público feriante exigió las dos orejas para el "diestro del corazón", Rivera Ordóñez, quien salió a hombros por la "puerta del príncipe", para regocijo de los medios -Hola, etcétera- dedicados al chisme social. De eso a que su faena fuera excepcional, media un abismo; ventajista y valentón, practica el toreo "moderno", rutinario, es decir, pega pases...

Al día siguiente el joven César Jiménez, "la nueva figura" que tomará la alternativa en la próxima feria de San Isidro en Madrid, dejó ir a un torito de Torrestrella, un verdadero bombón, planeador, fijo, que iba desde "aquí hasta allá", al que simplemente dejaba pasar y el toro divertidísimo, y el público enloquecido, en corrida trasmitida por TVE al mundo del toro. Nuevamente el pegapasismo, el triunfalismo, dos orejas, salida a hombros... Y los "cabales", ensombrecidos, esperando, esperando la resurrección...

El Cid, que se había tornado la sensación de la feria con un toreo verdad, se desdibujó y ya no pudo embeberse en el cante y el vino, y aceptó la mediocridad. Máxime que su estética no corresponde a la de los toreritos a la moda. Ponce y El Juli no arrebatan ya a los públicos, pero mantienen cómodamente su nivel, poseedores de una técnica y un oficio de primer orden.

Sin ser el triunfador absoluto, Salvador Vega, el diestro malagueño, le puso a la feria el toque andaluz, su negra peripecia. Toreo por verónicas "chipen", con estilo, raíz y armonía al improvisar y dominar; templó, mandó y terminó por destacar, al igual que lo hizo en la Plaza México, gracias al embrujo de su capote.

 
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