Editorial
México se aleja cada vez más de AL
En la reunión del Comité de Desarrollo del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM), celebrada ayer domingo en Washington, los ministros de Finanzas de América Latina se unieron para exigir mayor apertura a la participación de los países en vías de desarrollo, tanto en la estructura como en la toma de decisiones de ambos organismos. Este reclamo ha cobrado fuerza a raíz de la polémica designación de Paul Wolfowitz como presidente del BM, acusado de favorecer los intereses de las grandes compañías trasnacionales. Sin embargo, este frente presentó una fisura: México fue el único país de la región que se abstuvo de sumarse a la presión contra los dos organismos multilaterales.
En la actualidad, el consejo ejecutivo del BM está integrado por 24 miembros: Estados Unidos, Japón, Alemania, Francia, Gran Bretaña y 11 países más de la Unión Europea cuentan con un representante cada uno; los otros 18 directores se eligen entre los restantes 184 integrantes. Y lo mismo ocurre en la dirección del FMI. De hecho, por tradición, el titular del FMI es un europeo y el del BM un estadunidense. Esta situación pone en evidencia el injusto reparto de poder en estos organismos y su falta de democracia en los puestos de importancia, lo que evidentemente se refleja en la toma de decisiones. Por ello el ministro brasileño de Finanzas, Antonio Palocci, señaló la necesidad de modificar las fórmulas para determinar la cuota de participación de las naciones, ya que el sistema actual "es muy antiguo y no refleja la fuerza económica de los países emergentes". El funcionario sostuvo que si ambos organismos aceptan esta medida, "los cambios en la fórmula de cuota tendrían un impacto inmediato en el acceso a recursos financieros".
Las declaraciones de Palocci se hacen eco de la postura formulada el viernes pasado por el G-24, que reúne a los principales países emergentes, como Brasil, Argentina e India. En un comunicado, su director, el mexicano Ariel Buira, manifestó que si bien "los países industriales representan sólo 43 por ciento del producto interno bruto mundial (el resto corresponde a naciones en desarrollo)", sus representantes ocupan prácticamente todos los cargos ejecutivos de los dos organismos. Al respecto, Buira recordó que este predominio del mundo industrializado se originó poco después de la Segunda Guerra Mundial, cuando se crearon el BM y el FMI: en esa época las naciones ricas dominaban el PIB mundial y era lógico que controlaran los recién creados organismos.
Los señalamientos de Buira son pertinentes pero no se pueden tomar como postura oficial del gobierno mexicano. Por el contrario, el representante de México en la reunión de Washington, el secretario de Hacienda y Crédito Público, Francisco Gil Díaz, ni siquiera hizo mención al comunicado del G-24 y a la iniciativa de su colega brasileño. Tan sólo se pronunció en favor de que los países industrializados abrieran sus mercados agrícolas a fin de reducir la pobreza en las naciones en desarrollo y cumplir con las metas de desarrollo del Milenio. Pero para lograr ese objetivo se requiere crear un frente común con naciones en circunstancias similares. Y es precisamente en ese sentido que el mutismo de las autoridades mexicanas resulta grave e inaceptable, pues acentúa el distanciamiento entre nuestro país y los gigantes de Latinoamérica, Brasil y Argentina, cuyos gobiernos han impulsado la equidad en las relaciones internacionales.
Así, no es de extrañar que en la votación para elegir al próximo secretario general de la Organización de Estados Americanos los representantes brasileño y argentino hayan optado por un candidato afín a sus intereses, el canciller chileno Miguel Insulza, en vez del secretario de Relaciones Exteriores, Luis Ernesto Derbez, a quien perciben como el hombre de Washington. El resultado es claro: mientras más nos acercamos al norte, en detrimento de nuestra dignidad nacional, más nos alejamos de quienes podrían ser nuestros mejores aliados en el concierto internacional.