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18 de abril de 2005
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GARROTES Y ZANAHORIAS

LA ECONOMIA DEL DESAFUERO

El enrarecido ambiente político   que prevalece en el país y que tiene en el desafuero de Andrés Manuel López Obrador, jefe de Gobierno del Distrito Federal, una de sus principales manifestaciones, no ha tenido aún efecto adverso notable en la economía. Pero debajo de la superficie de solidez, la situación puede hacerse más inestable, en la medida en que el conflicto persista y se complique.

Es cierto que la bolsa de valores tuvo jornadas negativas en el índice de precios y cotizaciones y que el mercado de dólares registró alguna presión al alza en los días alrededor del desafuero, el jueves 7 de abril. Pero el gobierno tiene los recursos para paliar la volatilidad de corto plazo que se genera en las condiciones actuales; puede inyectar recursos en la bolsa o comprar y vender dólares para mantener la estabilidad.

Aun así, contrastan las declaraciones que por esos mismos días hicieron varios personajes. El presidente de la Bolsa Mexicana de Valores, Guillermo Prieto Treviño, dijo que sería una irresponsabilidad negar que la tensión generada por el proceso de desafuero tuviera un efecto adverso en el mercado accionario. El secretario de Gobernación, Santiago Creel, minimizaba la cuestión señalando que las fluctuaciones del mercado son cosa normal y sentenció académicamente que "una golondrina no hace verano". A su vez, el gobernador del Banco de México, Guillermo Ortiz, se apresuraba a afirmar que el país cuenta con mercados e instituciones que funcionan para garantizar la estabilidad financiera. Pero en medio del ruido, al final, el secretario de Hacienda, Francisco Gil Díaz, reconocía que las declaraciones sobre el carácter pacífico de la resistencia social iniciada por López Obrador habían contribuido a calmar las aguas.

Hoy no existe evidencia de presiones fuera de lo normal sobre las variables financieras, la situación parece contenida y ninguno de los participantes quiere causar inestabilidad. Por parte del gobierno parece ser que la apuesta es que el tiempo y, por cierto, uno no muy largo, calmará los ánimos hoy caldeados de los seguidores de López Obrador y del Partido de la Revolución Democrática, que la resistencia no durará y que la batalla será ganada en el Congreso, los juzgados y los mercados.

Las instituciones financieras aconsejaron a sus clientes mayor cautela con sus inversiones en México. Merrill Lynch, ING y Credit Suisse First Boston, coincidían en que no les gusta la posición política de López Obrador que ven demasiado cercana al populismo y lo comparan con el presidente Hugo Chávez, de Venezuela. Vaya, dicen que no es el personaje que conviene a México en 2006, pero reconocían al mismo tiempo que la maniobra de los partidos Acción Nacional y Revolucionario Institucional en San Lázaro era muestra de las más viejas y perniciosas prácticas de la política mexicana y un posible retroceso del aún débil proceso democrático. Los diarios Financial Times, The New York Times y The Washington Post coincidían con este punto de vista.

Hasta ahora empresarios e inversionistas de dentro y fuera del país han hecho lo que corresponde en estas situaciones de incertidumbre en la economía, han descontado los efectos negativos previsibles, tomando posiciones defensivas mientras se aclara el panorama.

Pero la experiencia de los últimos 20 años ha enseñado que ante la inestabilidad financiera sólo hay protección hasta un punto; luego no hay blindaje que la contenga  §


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