Usted está aquí: domingo 17 de abril de 2005 Opinión LA MUESTRA

LA MUESTRA

Carlos Bonfil

Masacre en Omagh

Ampliar la imagen Una de las escenas de la cinta Masacre en Omagh

OMAGH, PEQUEÑA POBLACION en Irlanda del norte, es el escenario en 1998 de uno de los episodios más sangrientos en la larga lucha entre católicos y protestantes. El 10 de abril se firmaron los Acuerdos de Paz del Viernes Santo, intento de pacificación de la región e inicio de negociaciones para una repartición del poder entre las partes contendientes. El Ejército Republicano Irlandés (IRA, por sus siglas en inglés) participó en dicho acuerdo, con la oposición abierta de una fracción disidente del movimiento, misma que se hace llamar el Verdadero IRA. Cuatro meses después, el 15 de agosto, esta fracción disidente llevó a cabo un atentado en las calles de Omagh, donde hizo explotar una carga de 250 kilos de dinamita a bordo de un automóvil. El propósito fue intimidar a las partes negociadoras en vísperas de un referéndum sobre la pacificación. El saldo de la acción terrorista: 31 muertos y 160 heridos.

MASACRE EN OMAGH (Omagh), primer largometraje del irlandés Peter Travis (producido para la televisión local), refiere los hechos de ese mediodía sangriento en Omagh, concentrándose en la experiencia de Michael Gallagher (Gerard McSorley) y su larga búsqueda del paradero de su hijo Aiden, presente en el momento de la explosión.

EN MONTAJE PARALELO, Travis registra los preparativos de los terroristas y la faena matinal de la familia Gallagher, momentos antes de la salida de Aiden al lugar fatídico donde comprará unos pantalones de mezclilla. Las anotaciones son breves: familias en día de compras, colegiales adolescentes, de origen español, tararean una balada popular, la policía inicia discretamente la evacuación de la calle (equivocada), luego de una advertencia terrorista mal expresada y peor interpretada, cuyo efecto es hacer que la gente sea orillada justo al área del peligro. Estos momentos crean un ambiente de tensión que se incrementará sensiblemente después del atentado, con la descripción de los efectos de la explosión, y con la búsqueda desesperada de Michael.

TODA ESTA SECUENCIA, filmada cámara en mano, a la manera de un documental o de una agitada investigación televisiva, rompe con las convenciones del drama tradicional. Todo se concentra ahora en el rostro angustiado de Michael Gallagher, mecánico apacible, ciudadano modelo, que paulatinamente se transforma en un emblema de la indignación ciudadana.

ES BAJO SU conducción moral que, dos meses después, se organiza un movimiento de resistencia de los familiares afectados, deseosos de obtener justicia y una mínima reparación del daño moral. Pero sobre todo, de fincar las responsabilidades y evitar la impunidad.

A LO LARGO de la investigación ciudadana, surgen preguntas perturbadoras: ¿Existieron acuerdos secretos entre el IRA histórico y los gobiernos de Inglaterra e Irlanda, para proteger las negociaciones a cambio de impunidad para los terroristas responsables? ¿Ignoraba todo la policía acerca del atentado horas antes de ser perpetrado? ¿Prevaleció la razón de Estado sobre la obligación de perseguir un crimen?

PAUL GREENGRASS, COGUIONISTA y productor de este filme, había realizado tres años antes una cinta muy premiada, Bloody sunday, crónica de una manifestación pacífica irlandesa violentamente reprimida por el ejército británico. Peter Travis retoma aquí el método de Greengrass: a la exposición cruda de un hecho violento le sigue un proceso de reflexión política cargado de implicaciones morales. Al respecto, la interpretación de Gerard McSorley es formidable. Transmite en cada gesto e iniciativa de Gallagher una gran capacidad de indignación, y la voluntad de desarticular una a una las imposturas y mentiras del sistema judicial.

ENTRE LA FICCION y el documental, Masacre en Omagh es una notable lección de cine político, con la respuesta ciudadana como su epicentro vigoroso.

MASACRE EN OMAGH. Cineteca Nacional. Domingo 17: 12, 16, 18:30 y 21 horas; lunes 18: 13, 16:30, 19 y 21:30.

 
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