Prodigio ecológico
Uno de los prodigios ecológicos de la humanidad son las chinampas, esa construcción artificial de varas, lodo y raíces del árbol llamado ahuejote, que tiene uno de los índices más altos de productividad en el mundo, pudiendo tener varias cosechas al año, entre las que sobresalen las de verduras y flores. Esto permitió en gran medida el impresionante crecimiento de México-Tenochtitlán en sólo 200 años.
El ingenioso sistema ya había sido utilizado en la cuenca muchos años atrás por los xochimilcas, la primera de las tribus nahuas que arribaron a este sitio portentoso, rodeado de altas montañas y volcanes, de los que escurrían torrentes de agua que alimentaban los lagos, que permitieron el desarrollo de importantes culturas a sus alrededores y en su corazón, la ciudad de los aztecas, que acabarían dominado a todos los pueblos, de muchos de los cuales alguna vez fueron súbditos.
Increíblemente, en Xochimilco las chinampas han sobrevivido, aunque padecen múltiples problemas por el desabasto de agua, la contaminación y la invasión de vivienda. Su valor es tal, que el sitio ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, lo que establece la obligación de preservarlo. En estos afanes desempeñan importante labor los cronistas, quienes conocedores de la rica historia del patrimonio, tanto tangible como intangible (leyendas, tradiciones, costumbres) de sus comunidades, la preservan, difunden y defienden.
Hace unos días tuvimos la oportunidad de hacer una visita a la hermosa demarcación para participar en el "homenaje post mortem" que realizaron en recuerdo del cronista José Farías Galindo, el Consejo de la Crónica de la Ciudad de México y la Asociación de Cronistas del DF y Zonas Conurbadas. El acto tuvo lugar en la señorial mansión conocida como la Casa Azul, que generosamente prestó la familia Lucio.
Aquí se recordó que don José, normalista y arqueólogo, promovió excavaciones cuyos frutos, junto con donaciones de los vecinos a quienes convenció con su entusiasmo, conformaron el acervo para la creación del museo de sitio en Santa Cruz Acalpixca, en el inmueble que igualmente logró que donara el gobierno delegacional. Ahí no quedó la labor del cronista. Asimismo, fue fundador del Archivo Histórico y de la Hemeroteca, y contribuyó a la integración del museo para el pintor Francisco Goitia, quien fue su gran amigo y de quien preservó varias pinturas y dibujos.
Entre las diversas obras que publicó destaca una excelente monografía de Xochimilco, que inicia en la prehistoria y concluye en la primera mitad del siglo XX, que se agotó al poco tiempo de su edición, en 1984. Recientemente el anterior delegado, Juan González Romero, conjuntamente con el Instituto Mora, tuvo el acierto de sacar a la luz una monografía completa sobre el "ayer" de la demarcación, que realizó Juan Manuel Pérez Cevallos, y otra sobre el "hoy", de Luis Eduardo Garzón Lozano.
En estos trabajos nos enteramos de que Xochimilco tiene cinco pueblos chinamperos: Nativitas, Acalpixcan, San Gregorio Atlapulco, San Luis Tlaxialtemalco y Tulyehualco.
Que su impresionante parroquia, que es como una fortaleza, la iniciaron los franciscanos en 1535, y el convento y claustro adjuntos se concluyeron en 1604. Según Torquemada, "la nave de la iglesia es la mayor de las Indias"; su retablo principal es ejemplo del arte renacentista, comparable solamente con el de Huejotzingo, en Puebla. Conserva pinturas y esculturas de algunos de los mejores artistas virreinales, entre otros los Echave, padre e hijo, y Luis Arciniegas.
Un encanto especial que conserva Xochimilco son sus mercados de flores, árboles y toda clase de plantas, particularmente el que se encuentra en Nativitas; enorme, ocupa una larga calzada con plantas de sombra en el amplio camellón central y a los lados toda clase de flores, árboles y arbustos; también hay macetas, pastos, tierra y abonos, y en los alrededores alquilan caballos para el deleite de los infantes. Aunque no se compre nada, como paseo es uno de los más gratificantes, ya que admirar tanta belleza y colorido ilumina el espíritu.
El remate del recorrido es un viaje en trajinera por los románticos canales. Para el ambigú puede optar por comprar en el mercado unas suculentas carnitas, chicharrón, salsa borracha y unas cervezas bien frías, o adquirir durante el paseo antojitos que le ofrecen amables señoras desde sus trajineras. Por el mismo medio acceden conjuntos de marimba, tríos, jaraneros y mariachis, que le pueden alegrar el momento con sus canciones favoritas, y si le gana la emoción hasta puede echar una bailadita en las orillas de la barcaza. Eso sí, de cachetito.