La Escalera: doble diálogo
Nacho Rodríguez Bach nos sorprende con una innovadora e interesante propuesta, una novedosa forma de conjunción artística, un diálogo en el que ''conversan'' diversas formas de arte gráfico con lo que él denomina un paisaje sonoro.
El escenario que alberga este proyecto, La Escalera, más que una galería es una espacio de expresión artística. Dicho proyecto, producto de la inspiración, la creatividad y el talento inquieto de Rodríguez Bach consiste en la interacción de diferentes formas de arte gráfico con un paisaje sonoro compuesto por Nacho, deliberadamente escrito para este espacio.
El artista intenta y logra con gran éxito el desarrollo de un lenguaje musical que conjuga y establece un diálogo íntimo utilizando pintura, escultura y sobre todo el espacio arquitectónico para crear una atmósfera sui generis.
Lo realmente novedoso, lo que nos atrapa, es la sensación que despiertan los cambios en la música que se modifica momento a momento como suspendida en el tiempo para que el espectador pueda deslizarse entre los instrumentos y se sienta inmerso de una manera no lineal con la placentera posibilidad de crear sus propias mezclas de sonidos o quizá, pienso, desplegar en consonancia ''la propia melodía interior''.
El paisaje sonoro es reproducido por 19 bocinas dispuestas en un vestíbulo, dos pasillos, una escalera de tres pisos que no desemboca en ningún lugar (¿o quizá en muchos a la vez?), tres habitaciones y un jardín. Dicho paisaje sonoro se denomina VH1, en alusión a la calle de la colonia Anzures (Víctor Hugo), donde se ubica La Escalera.
Lo novedoso de VH1 es su intención de agradar al espectador con una idea musical en un formato peculiar, diferente. Es una nueva manera de acompañamiento en el disfrute de las artes visuales, que posibilita otra forma distinta y a la vez abierta de comunicación entre el espectador y la obra. siendo entonces no tan sólo un acompañamiento musical en la exposición, sino la posibilidad de creación y recreación de nuevos y diversos espacios tanto exteriores como interiores (intrasíquicos).
Esta nueva propuesta de Nacho representa la posibilidad de moverse, en el amplísimo sentido de la palabra mediante un tiempo atemporal y de espacios ignotos si logramos liberar la imaginación y transitar, asistidos por la imagen visual y la acústica, hacia la conjunción espacio-tiempo a la manera en que funciona el inconsciente, como en un sueño, es decir, en proceso primario (en sentido sicoanalítico). Luego entonces el paisaje sonoro puede actuar como generador de múltiples sentidos y muy diversas ensoñaciones y encuentros con el espacio interior, como en un juego caleidoscópico.
Recuerdo dos antecedentes en México de conjunción entre artes plásticas y música. Uno de ellos en la espléndida galería de Ramón López Quiroga, en una exposición de Gabriel Macotela, en la cual una de sus obras estaba estupendamente acompañada por música compuesta por el talentoso diseñador gráfico y músico Vicente Rojo Cama y por Eugenio Elías. La experiencia sorprendió por lo novedoso y por la atinada conjunción entre la obra y la propuesta musical.
Otro antecedente al respecto, el concierto de violín de Y. Kurunuma en la inauguración de una exposición de Juan Manuel de la Rosa.
Me parece que la propuesta de Rodríguez Bach abre una veta riquísima no sólo de exploración de nuevas formas de diálogo entre las artes, sino también una forma de diálogo del espectador consigo mismo y con su mundo interno, en el que pueden ''jugar'' los objetos exteriores con los ''objetos internos'' (en el sentido sicoanalítico) y dar paso a nuevos sentidos tanto en el exterior como en el interior.