Usted está aquí: martes 12 de abril de 2005 Política Zócalo amarillo

Marco Rascón

Zócalo amarillo

El pasado jueves, el Zócalo se convirtió en lugar de designios. Un hombre por la mañana pasó él solo a la historia, luego de ser amado desaforadamente, y por la noche, en el mismo lugar, un automóvil GM ganó la santidad inmortal. Dos amarillos, el perredista al ama-necer y el Vaticano al oscurecer, revelando que el amarillo tiene extremos. En la mañana la crucifixión y, por la noche, la santificación del papamóvil, naciendo así, para esta ciudad de los segundos pisos y ejes viales, el primer santo de los autos: el "santomóvil".

México, ¿siempre fiel al automóvil y a la ley?

En esta semana hubo lutos, citas históricas, comparaciones, desafueros, pólvoras mojadas, coraje, demagogias, alegrías judiciales, funerales, candidaturas testimoniales, medias astas, plumas y gallos, canalladas para un lado y otro, cónclaves para elegir, cardenales secretos, priístas que se beatifican al cambiarse de partido y hacerse perredistas, campañas electorales nacidas de la resurrección de San Lázaro, juicios de procedencia que en vez de quitarle el fuero, le tomaron la protesta como candidato único.

El pasado jueves, en el juicio de procedencia, hubo debate entre dos priísmos, esa cultura única, farisea, pero ahora beatificada por la oposición.

En estos días se demostró una cosa: que nuestra historia es elástica. Las frases y los hechos de nuestros héroes sirvieron para una argumentación y otra; para exaltar la ley o para reivindicar la esperanza. Togas y birretes contra la plaza, precedente jurídico contra jurisprudencia negociada.

Ahora nadie se acordó de Emiliano Zapata. Juárez y Madero (el de mayor rating y por ello, ni quien se acordara de la manifestación este 10 de abril, pues sería un héroe incómodo para ser citado), Vicente Guerrero, Lázaro Cárdenas, Morelos y otros como Mandela, Luther King y Gandhi vinieron una y otra vez, a favor y en contra para respaldar uno y otro argumentos, esto es, de un lado, la ley aplicada discrecionalmente y, del otro lado, el acuerdo político cuando nos convenga. Los que advertían con la posibilidad de un estallido neomaderista tras el golpe huertista informaron que la pólvora se había mojado, pero a cambio se sacrificaría él solo y no invitaba a nadie. ¡Respeten mi decisión!, pidió a todos.

El debate fue entre dos formas de la política priísta. La del autoritarismo que usa el derecho para reprimir y violar derechos, y la cultura de la negociación del llamado a "una salida política" que demanda respeto a las encuestas. La cultura del principio de autoridad que sirvió para reprimir en 1968 y 1971 con la ley en la mano a los que pedían respeto a la Constitución, y la cultura de la ley aplicada discrecionalmente con severidad a los adversarios y con terciopelo a los socios, se enfrentaron a la cultura priísta que ha florecido en el PRD, de que es mejor un buen acuerdo político entre grupos y tribus que el respeto a los estatutos. De que es mejor decidir por encuestas que por elecciones, como en 2000 y 2003.

360 diputados en calidad de jueces con toga y birrete contra 127 que reclamaban ¡respeten las encuestas!, ¡detengan la insurrección que nos apoyará!, ¡el país necesita estabilidad!, ¡vean lo que dice la prensa mundial!, ¡que el voto decida!, ¡urnas sí, jueces no!, ¡nos quieren quitar la esperanza!, ¿quién no ha violado la ley en México?

En su discurso, la frase más dura, más profunda, fue una orden terminante: "váyanse a sus casas" y para destantear al enemigo y dejarlo con sus ganas de provocar, una consigna suave, con firmeza: la tarea es "meditar y reflexionar".

Ya como precandidatura testimonial, en su discurso, planteó un asunto profundo: sólo yo tengo derecho al sacrificio y a entrar en la historia, es mi lucha. Voy a la historia y no los invito, porque ésta no la hacen los pueblos, sino sus líderes con vocación de sacrificio, y como Madero... licenció a su ejército y lo mandó a ver la farsa por televisión. La primera gran batalla fue un repliegue prudente, como en 1988.

Fue preocupante en el discurso una falsedad: que el consejo nacional del PRD ya había acordado adelantar las elecciones internas. ¿No es ésta una atribución del noveno congreso nacional? Fue preocupante porque parecía que, tras la canallada contra él, decidió en respuesta una legalidad a la medida de su campaña, despojando el derecho de otros precandidatos y de la circunstancia, su legalidad. Una injusticia para otra injusticia. Para asegurarse, le impuso al congreso del PRD la manifestación del silencio el 24 de abril. Luego anunció una dirección impuesta en la plaza con tres ciudadanos respetables y dos perredistas: uno del DF y otro del CEN, que quiere decir en realidad un bejaranista y otro de los chuchos para que nutran y hagan suya la nueva estructura ciudadana para la resistencia.

De aquellas jornadas de 1988, nació el PRD; de éstas, su caricatura. Con todo respeto y al tiempo.

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