Oreja a Pepe Serrano y vuelta a Ricardo Adrián en otro emocionante festejo
Bien presentado encierro de San José contrasta con novillones de la México
Destacaron Pablo Miramontes, Adolfo Sánchez, César Morales y Delfino Campos
Ampliar la imagen Pablo Miramontes tuvo el momento m�brillante y aclamado ayer en La Florecita FOTO Rafael S�hez de Icaza
"¡Por los toros que aquí se juegan, esta plaza es La Floresota y la otra, la Mexiquito!", gritó emocionado e indignado a la vez el asiduo y pensante aficionado Daniel Jiménez, luego de que saltara a la arena el cuarto y último del mediodía más taurino de la República, en la segunda corrida de la plaza La Florecita, en otro soberbio despliegue de compromiso empresarial con el toro, con la fiesta y el público, a cargo de la firma Acha y Quintana.
Poco antes de que iniciara la corrida, la casa vitivinícola patrocinadora y los empresarios quisieron rendir un homenaje al diestro tapatío Manuel Capetillo, con motivo no sólo de su trayectoria taurina y de su carrera como cantante y actor, sino además por la celebración, el próximo viernes 15, de su cumpleaños número 79.
Fue entonces que, para recibir una pequeña escultura en bronce, Manuel, amplia sonrisa, erguida y esbelta figura, como si dispuesto estuviera a presentarse mañana de luces, pantalón de mezclilla, botines, camisa clara a cuadros y una capilaridad de adolescente, partió plaza por enésima vez en su vida, ya no con los otros dos mosqueteros, ni con sus padrinos Luis Procuna y Luis Castro, ni con Manolo Martínez, ni con sus hijos Guillermo y Manuel, sino flanqueado por dos cuerones metidos a edecanes. Luego dio la vuelta al ruedo agradeciendo la ovación, se subió al tendido y se sentó en una barrera, no sólo para comprobar el contraste entre los toreros modestos de su época y los de ahora, sino sobre todo para seguir paladeando el sabor agridulce de su propia, increíble leyenda.
Ante casi un lleno, hicieron el paseíllo los jóvenes Pepe Serrano y Ricardo Adrián, quienes lidiaron cuatro astados de irreprochable presencia de la ganadería mexiquense de San José -sangre de San Martín y española de Santa Coloma-, propiedad de don José Arturo Jiménez Mangas, que tantos éxitos ha obtenido en este coso, sobre todo en novilladas.
Abrió plaza Pescador (540 kilos), enmorrillado, cortito y con cara, primero de los cuatro que serían aplaudidos por su trapío, más que por su comportamiento, un tanto indefinido no obstante su toreabilidad, sobre todo primero y último.
Pepe Serrano, tan castigado por los toros como por las empresas, lo recibió con verónicas atemperadas y media, para que enseguida el varilarguero César Morales señalara un puyazo en todo lo alto, aguantando la fuerte embestida sin deshacer la reunión, por lo que fue ovacionado. Gustavo Campos dejó un comprometido cuarteo y Adolfo Sánchez se dio el lujo de bregar a una mano aunque pocos lo apreciaran.
Serrano realizó una faena derechista en los medios, empeñoso y tratando de estructurar, pero sin decir mucho ante la clara embestida. Como dejara un estoconazo fulminante, el público, esta ocasión más sensible a la suerte suprema, demandó la oreja, que fue otorgada.
Con su segundo, Peregrino (540 kilos), un precioso berrendo en negro y bien puesto, Serrano tuvo el santo de espaldas, ya que el astado, tardo pero dejándose, exigía más entrega. Dejó tres cuartos, se eternizó en el descabello y escuchó los tres avisos.
En este toro, el subalterno Adolfo Sánchez, tras colgar los palos, cayó en la arena y a punto estuvo de ser cogido. Encastado, desoyó el cambio de tercio y colocó otro par en lo alto, por el que fue aclamado. No, si todavía hay toreros que cuando están delante de un toro, se crecen y se sienten más toreros.
Ricardo Adrián, que en dos años tres meses de alternativa lleva la friolera de cinco corridas toreadas, se las vio primero con Viajero (530 kilos), al que lanceó con quietud y luego aguantó la media embestida en tandas empeñosas por ambos lados, para dejar tres cuartos de acero, yéndose muy derecho. Con Amigo (535 kilos), precioso cárdeno claro, que acabó rajándose, Adrián toreó bien por la cara, sepultó media, escuchó un aviso y dio vuelta. Antes, Pablo Miramontes había clavado soberbio par, asomándose al balcón y recreándose en la suerte, por lo que fue llamado al tercio.
"A ver qué me dictas el próximo domingo", le dije a manera de saludo al prometedor diestro Jorge López, quien con Mariano del Olmo estoqueará un encierro de Santa María de Xalpa. Enseguida, con el pretexto de que ya mero me caía, me prendí de la tersa cintura de hospitalaria edecán. Algo memorable.