LA MUESTRA
Las horas del día, estudio pormenorizado de un extraño personaje de 30 años
Ampliar la imagen La cinta presenta una violencia mec�ca y neutra FOTO Cortes�Cineteca Nacional
LA VIDA COTIDIANA de un asesino día a día, hora por hora, en una descripción detallada de sus faenas de pequeño comerciante al borde de la quiebra. En su primer largometraje, Las horas del día, el catalán Jaime Rosales se libra a un estudio pormenorizado del comportamiento de Abel (Alex Brendemühl), extraño personaje de 30 años, de quien se muestra, sin mayor interés dramático, sus interminables disputas por cuestiones de sueldo con su empleada en la tienda de ropa; la relación con su madre y con su novia en diálogos anodinos que no conducen a nada; su deambular por Barcelona; su visita a los bares de barriada, y su contacto desganado con los amigos. La vida de Abel transcurre en una perfecta monotonía, excepto por un aspecto perturbador: su debilidad ocasional e irresistible por estrangular a personas desconocidas.
EN ESTE RETRATO de Abel el crimen está despojado de alguna motivación aparente, de toda intencionalidad, y no tiene por supuesto consecuencias inmediatas. No hay sentimientos de culpa en el asesino ni siquiera una noción de responsabilidad. El acto de matar no tiene en esta cinta nada que ver con las convenciones del cine de suspenso o con la radiografía de un asesino serial. El asesino mata de modo gratuito, sin otro instrumento que sus propias manos, sin ningún móvil identificable, y al parecer sin tomarse mucho tiempo para elegir a sus víctimas. La violencia que se desprende de estos actos sin sentido guarda semejanza con la irrupción del hecho criminal en el cine de Robert Bresson (El dinero) o en el de Cedric Kahn (Roberto Succo), una violencia mecánica y neutra, siempre seca, sin explicaciones ni coartadas. Lo opuesto, justamente, al modelo dramático del cine estadunidense y su galería de criminales sicópatas. El espectador asiste aquí a las rutinas de Abel, a su cortejo de una joven, a sus pláticas con una taxista, al desencuentro laboral con su empleada, todo bajo un ritmo narrativo deliberadamente moroso, cuyo efecto es dar un realce perturbador a los crímenes que se producen inopinadamente, cuando menos lo sospecha el espectador.
Suerte de redentor criminal
CON ESTA ESTRATEGIA anticomercial el realizador corre fuertes riesgos, pues marcha a contracorriente de las expectativas del público medio: desdramatiza 90 por ciento de la acción, y luego de un primer crimen, absurdo y desconcertante, concentra el interés del espectador en la siguiente acción violenta, misma que difiere largamente. Una lectura inmediata podría ver en Abel a un ángel exterminador, una suerte de redentor criminal que liberaría a las personas de sus miserias, como lo hace con un anciano enfermo, de quien escucha las quejas en el interior del metro, para luego seguirlo hasta un sanitario, punto final de su desgracia en la tierra. La faena del estrangulamiento degrada a la víctima hasta volverla casi un animal difícil de ultimar. Los forcejeos, la agonía prolongada, el rostro convulso, los pataleos, toda esta mecánica del sufrimiento y del estertor controlado, vuelven la experiencia casi insoportable, como los ejercicios de crueldad en alguna cinta del austriaco Michael Haneke (Juegos divertidos, La pianista). ¿Qué orilla a un hombre de apariencia anodina a descarrilarse por completo, a asumir un comportamiento extremo, e incurrir en un acto criminal inmotivado y absurdo? Esta pregunta, presente en la trama teatral que inspira al Roberto Succo fílmico de Kahn, no tiene mayores parangones en el cine español actual, en el que la violencia exhibe claras motivaciones sociales, o se alimenta de viejos rencores familiares, como en El séptimo día, de Carlos Saura.
LO QUE PRESENTA Jaime Rosales es más novedoso e inquietante, tanto así que buena parte del público bien puede rechazar la película, juzgándola ociosa y aburrida. Habría que darle, sin embargo, la oportunidad de una segunda consideración, esa misma que Abel niega siempre a sus víctimas.
LAS HORAS DEL DIA. Cineteca Nacional. Lunes 11: 12, 16, 18:30 y 21; Martes 12: 13, 16:30, 19 y 21:30.