Eso explica la elevada dimensión que dio el gobierno a su fallecimiento, señala
Juan Pablo II evitó una actitud hostil hacia Cuba: sociólogo Aurelio Alonso
El discurso de Wojtyla en la ONU, en 1995, punto de inflexión del "giro social" de su pontificado
La Habana, 10 de abril. La elevada dimensión que ha dado el gobierno de Cuba al papa Juan Pablo II se debe a que el pontífice evitó una actitud hostil hacia la isla y a que en su política tuvo un "giro social" a mediados de la década pasada, estimó el sociólogo cubano y experto en temas religiosos Aurelio Alonso.
Con esa postura, Cuba "trata de evitar también que se use al Papa después de muerto, porque ahora viene la manipulación del cadáver", agregó Alonso, ex profesor de filosofía marxista, directivo de la desaparecida revista Pensamiento Crítico, ex académico del Centro de Estudios de América de la Universidad de La Habana y actual investigador del Departamento de Estudios Sociorreligiosos del Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas (CIPS).
Autor del ensayo Iglesia y política en Cuba revolucionaria (Ed. Ciencias Sociales, 1997), Alonso dijo a La Jornada que la clave de los altos vuelos con que el gobierno ha despedido al Papa hay que encontrarla en una frase del presidente Fidel Castro escrita en su condolencia en la Nunciatura: "Fueron vanos los esfuerzos de quienes quisieron usar tu prestigio y tu enorme autoridad espiritual contra la causa justa de nuestro pueblo en su lucha frente al gigantesco imperio".
El investigador señaló el discurso de Juan Pablo II a la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas en 1995 como el punto de inflexión de la política pontifical hacia la cuestión social. "Podría haber sido un texto de Fidel Castro en muchos aspectos".
Karol Wojtyla se encontró ahí "frente a esa realidad de desigualdades y pobreza, y ante otra realidad: comprobó que el derrumbe socialista no llevó a la cristianización de Europa, sino al capitalismo salvaje. El Papa se decepciona de las consecuencias de la caída del Muro de Berlín. Hay discursos paternalistas en sus viajes a Polonia a mediados de los 90, reprimendas por el desorden que se había entronizado en el país".
Aunque había una invitación para que el Papa visitara Cuba desde 1979, que se volvió a formalizar en 1991, ambas partes esperaron "una maduración de factores" para concretar el viaje, recordó Alonso: desde el reconocimiento de "un grado de discriminación religiosa en Cuba que había que superar" (Fidel y la religión, 1985) hasta el Encuentro Nacional Eclesial Cubano (1986), el "paso de mayor acercamiento en las relaciones entre la Iglesia y el Estado socialista" y la reforma constitucional (1992) que cambia el ateísmo oficial por el laicismo.
Pero la caída del socialismo modificó el panorama, la Iglesia dejó de "acompañar al régimen" y lanzó (1993) una "pastoral para la transición".
Aún así, tanto Cuba como el Vaticano siguieron aplazando la visita. "Al liderazgo cubano no le convenía que el Papa se apareciera en la isla en el momento en el que no se sabía qué iba a pasar. Juan Pablo II pudo haber demostrado una comprensión positiva, lo cual no excluye que haya tenido aspiraciones contrarias".
"La jerarquía de la Iglesia cubana no tenía expectativas de que la visita del Papa fuera a generar un gran cambio, ni en el sentido que ellos hubieran deseado ni en otro", señaló Alonso.
Al mismo tiempo se produjo el "giro social" de Wojtyla. "Los últimos diez años de este pontificado son los que introducen lo mejor de Juan Pablo II, aquello que precisamente utiliza el discurso político cubano: su cuestionamiento del capitalismo neoliberal, de la desigualdad, la pobreza, su oposición a la invasión a Irak", así como que "no haya adoptado aquí la posición de desafío que adoptó en Nicaragua, bajo el gobierno sandinista".
"En Nicaragua apenas hubo un esquema de reformas y sin embargo el Papa, ante la vulnerabilidad del sistema, subió la parada. Aquí, ante la solidez del sistema, en 1998, adoptó otra postura".
Pero Alonso apuntó, citando al teólogo alemán Hans Kung, que Wojtyla no fue "el Papa más grande del siglo XX, sino el más contradictorio".
Juan Pablo II también fue el Papa que atacó la Teología de la Liberación y los movimientos cristianos de base; el que hizo la mayor cantidad de beatos y santos, en general con un perfil conservador, incluyendo a José María Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei, lo cual simboliza el ascenso de este movimiento derechista, como el de los Legionarios de Cristo.
Alonso estimó que el reconocimento oficial a Wojtyla no equivale a un acercamiento de iguales dimensiones a la Iglesia en Cuba, cuyas principales aspiraciones (enseñanza religiosa, acceso a medios de comunicación, mayor personal extranjero) siguen pendientes.