Una poética
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La aparición del álbum 2001: Music from the films of Stanley Kubrick permite una revisión del valioso arsenal legado por uno de los grandes maestros de las artes contemporáneas. Además de concebir 13 obras magistrales en largometraje y un buen número de cortos exquisitos, Stanley Kubrick (1928-1999) completó un corpus creativo monumental preñado de una poética inquietante, donde el discurso musical es la savia que recorre y da pulso a su esplendor. Un hermanamiento contundente de las artes.
En todas sus obras, Kubrick convocó lo mejor de las artes visuales y sonoras con una sabiduría estupefaciente. Dignificó el género del soundtrack de una manera formidable, que ha generado tanto las delicias de la melomanía más exquisita y conocedora, como el acrecentamiento de un público ganado por él para el arte de la música.
Muchos de nosotros hemos conocido partituras y/o autores que de otra manera seguirían en el limbo de las músicas dormidas. Gracias a Kubrick, por citar un ejemplo como muestra en botón, el público sabe ahora de buena parte de la producción de músicos vivos, como György Ligeti, o bien del gran manantial contemporáneo otrora desconocido, como una franja importante de la obra de Bela Bartok. Es el caso de su asombrosa Música para cuerdas, percusiones y celesta, impresa en una de las obras maestras kubrickeanas: The Shining, en la versión de la Filarmónica de Berlín y la batuta de Herbert von Karajan.
Música total
El sobrio compendio del álbum con música de Kubrick que destaca entre las novedades discográficas de hoy día, reúne los momentos más celebrados de las cintas sonoras de este cineasta, maestro melómano de gusto hiperexquisito.
Del track 10 al 15 se hilvana una suite sinfónica, escrita por el compositor Gerald Fried, con el material sonoro de los filmes tempranos del maestro: The Killing, Killer's Kiss, Feard and Desire, Paths of Glory y Day of the fight.
La poética de Stanley Kubrick. Poesía que glorifica otras voces, otros ámbitos, como por ejemplo la poética de Fellini con su cómplice vital, su compositor de cabecera, Nino Rota, o al mismísimo Luis Buñuel, para quien la música máxima para sus imágenes fue la música total, es decir, el silencio.