Usted está aquí: sábado 9 de abril de 2005 Mundo El Papa, sepultado en la basílica de San Pedro; imponente ceremonia

Al menos 2 millones de peregrinos exigieron la canonización de Juan Pablo II

El Papa, sepultado en la basílica de San Pedro; imponente ceremonia

Asistieron a las exequias 26 jefes de Estado, ocho vicepresidentes y 17 primeros ministros

La misa fue concelebrada por 160 cardenales; presentes, dignatarios eclesiásticos de Oriente

El presidente israelí, Moshe Katzav, dialogó con sus pares de Siria y de Irán, Assad y Jatami

AFP, DPA Y REUTERS

Ampliar la imagen El arzobispo Stanislaw Dsiwisz pone un velo blanco sobre la cara del Papa. A la derecha, miles de peregrinos llenaron la plaza de San Pedro y alrededores FOTO AFP y AP

Ciudad del Vaticano, 8 de abril. El cuerpo de Juan Pablo II fue enterrado este viernes en la basílica de San Pedro, luego del funeral al que asistieron al menos 2 millones de peregrinos, quienes exigieron la canonización del Papa.

"¡Santo, santo, santo!", corearon durante largos minutos los cientos de miles de devotos y peregrinos de todos los orígenes, colores y religiones, jóvenes en su mayoría, que abarrotaron la plaza de San Pedro del Vaticano, tapizada con los colores rojo y blanco de su Polonia natal.

El cardenal alemán, Joseph Ratzinger, decano del colegio cardenalicio, abrió la solemne ceremonia con una breve plegaria, antes de ceder la palabra a una joven, Alejandra Correa, quien pronunció la Lectura de los hechos de los apóstoles en español, el primero de los numerosos idiomas que se escucharon durante el ritual.

Posteriormente, Ratzinger dijo: "Desde la ventana de la casa del Señor, nos ve y nos bendice", al recordar la bendición pascual que Juan Pablo II impartió desde la ventana del Palacio Apostólico del Vaticano seis días antes de su muerte, ocurrida el sábado pasado a los 84 años, tras larga agonía.

Delante del altar de colores rojo y oro, posado en el suelo sobre una alfombra oriental, yacía el sencillo féretro de madera clara de ciprés, con una cruz y la M de María grabadas en la parte superior, sobriedad que contrastó con la grandiosidad del acontecimiento.

Sobre este primer ataúd se colocaron los Santos Evangelios, cuyas páginas fueron revueltas por el viento en la nublada y fresca mañana romana, mientras los coros de la Capilla Sixtina y del Matter Ecclesiae entonaron cantos gregorianos en su honor.

La misa fue concelebrada por 160 cardenales, que formaron una barrera de color púrpura a la izquierda del altar.

También los patriarcas de las iglesias orientales rezaron por Juan Pablo II. En semicírculo, se colocaron alrededor del ataúd y entonaron canciones orientales.

Frente a ellos, se advirtió una enorme mancha oscura formada por el nutrido grupo de mandatarios, vestidos en su mayoría de estricto luto: los hombres con traje oscuro y las mujeres con mantilla o sombrero cubriéndoles la cabeza.

Entre los 26 jefes de Estado, ocho vicepresidentes y 17 primeros ministros presentes, sobre un total de 200 personajes, destacaron el presidente de Estados Unidos, George W. Bush; sus homólogos Luiz Inacio Lula da Silva (Brasil) y Vicente Fox (México), así como los reyes de España, Juan Carlos y Sofía; el príncipe Carlos y el primer ministro británico, Tony Blair, y el presidente de Francia, Jacques Chirac.

América Latina estuvo representada por los presidentes de Bolivia, Carlos Mesa; de Costa Rica, Abel Pacheco; de Guatemala, Oscar Berger; de Honduras, Ricardo Maduro; de Nicaragua, Enrique Bolaños, y de Panamá, Martín Torrijos.

Asimismo, en el funeral de Karol Wojtyla se dieron cita presidentes del mundo islámico, como el iraní Mohamad Jatami y el sirio Bashar Assad, además del rey Abdullah II de Jordania.

Por Israel estuvieron el presidente Moshe Katsav, su ministro del Exterior, Silvan Sahalom, y representantes religiosos.

Los grandes ausentes fueron los presidente de Rusia, Vladimir Putin, y de China, Hu Jintao. Pekín decidió no enviar una delegación en protesta por la invitación al funeral que el Vaticano extendió al presidente de Taiwán, Chen Shui-bian.

Al final del funeral, el féretro de Juan Pablo II, cargado por 12 ujieres vestidos con traje negro y camisa blanca, fue llevado en procesión hasta el interior de la basílica de San Pedro bajo fervorosa ovación que duró varios minutos, mientras tañían las campanas.

Cumpliendo con el deseo de Juan Pablo II, fue enterrado en las Grutas Vaticanas en una sencilla tumba en el suelo recubierta sólo por una lápida de mármol blanco, durante una ceremonia íntima que puso fin al imponente funeral.

Sus restos reposan en un ataúd de madera de ciprés, que fue colocado dentro de otro de roble con interior de zinc, junto con las monedas acuñadas durante su pontificado y un tubo metálico que contiene un texto con los momentos más importantes de su vida para los arqueólogos del futuro.

Wojtyla ocupa el lugar que una vez albergó a Juan XXIII, el "Papa bueno" adorado por los italianos, cerca de la que se venera como la sepultura de San Pedro y al lado de una reina, Cristina de Suecia, patrona de los católicos de Europa.

Dispositivo de seguridad

Las autoridades italianas, ante el gran número de dignatarios del extranjero presentes en las exequias, pusieron en marcha "un dispositivo de seguridad sin precedentes" y movilizaron a 40 mil personas, entre ellos 10 mil agentes de los cuerpos de seguridad.

Cerca de 2 millones de personas, entre los que abundaron italianos y polacos, asistieron en directo al funeral. Unos 300 mil fieles se apoderaron de la plaza de San Pedro y de toda la avenida que une el casco histórico de Roma con el Vaticano, mientras que otros 700 mil siguieron la ceremonia en las 28 pantallas gigantes instaladas en puntos estratégicos de la ciudad.

El espacio aéreo romano permaneció cerrado durante el funeral y el tráfico de autos en el casco urbano fue cortado, debido a la avalancha humana que casi duplicó la población de la ciudad.

En el contexto de los funerales de Juan Pablo II, el presidente de Israel, Moshe Katzav, estrechó por primera vez la mano de su homólogo sirio, Bachar Assad, y conversó en persa con su par iraní, Mohamad Jatami, informó este viernes la radio pública israelí.

Según la emisora, el presidente sirio tomó la iniciativa de darle un segundo apretón de manos al término de las exequias. Siria está oficialmente en conflicto con Israel, e Irán ni siquiera reconoce la existencia del Estado israelí.

Asimismo, Lech Walesa, jefe histórico del sindicato polaco Solidaridad, anunció haberse reconciliado con uno de sus peores enemigos, el ex presidente polaco comunista Aleksander Kwasniewski, al término de las exequias.

"Aún ayer esto parecía impensable. Hoy, con el presidente Aleksander Kwasniewski nos hemos transmitido un signo de paz" con ocasión de los funerales del Papa, indicó Walesa en el momento de partir desde Roma hacia Varsovia, según la agencia Pap.

 
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