Un nuevo fantasma recorre Europa
Europa. 2 de abril de 2005. Jornada continental por la libertad de movimiento y contra los centros de internamiento para migrantes. La convocatoria nació en el reciente Foro Social Europeo, celebrado en Londres el pasado otoño. El viejo continente se ve sacudido por las numerosas iniciativas de protesta que se desarrollan en multitud de ciudades. Suecia, Francia, Alemania, España, Italia, Holanda, Eslovenia, Reino Unido, Grecia, Finlandia... la lista interminable de territorios en los que las redes de autorganización social han visibilizado la situación de cientos de miles de personas migrantes clandestinas y sin derechos en Europa.
Mientras por arriba las elites y los gobiernos de la Unión Europea se preocupan por la apatía y el rechazo que genera el proceso de aprobación del nuevo tratado constitucional europeo, por abajo una incipiente galaxia de nuevos sujetos sociales irrumpe en la esfera pública europea mediante la acción directa y la movilización. Miles de activistas de los movimientos sociales de base y de los colectivos de migrantes sin papeles tejen una alianza que apunta el campo fundamental del conflicto contemporáneo. La lucha por el reconocimiento de los derechos de las personas migrantes se funde con el combate contra los procesos generalizados de precarización de la vida que las políticas neoliberales extienden por todo el continente. La ilegalidad y la precariedad son identificadas como nuevas tecnologías de gobierno y de control social.
Las personas migrantes son seguramente una de las singularidades más importantes dentro del conjunto de colectivos sociales más golpeados y desfavorecidos. Al mismo tiempo constituyen la figura paradigmática de un proceso amplio de precarización de las condiciones de vida que afecta a gran parte de la población europea. En realidad, la cuestión no es tanto que exista un colectivo de personas sin derechos y una minoría excluida, sino el desarrollo de un proceso general de precarización cada vez mayor del trabajo, la educación, el acceso a la vivienda y las condiciones de vida en general. En este complejo contexto, las detenciones, centros de internamiento, clandestinidad, deportaciones y ausencia total de derechos de ciudadanía constituyen el día a día de miles de personas en el viejo continente. Llegados desde las periferias de la geografía neoliberal de la globalización, los sin papeles señalan el límite de una concepción de Europa que apuesta a convertirla en una fortaleza blindada, apoyándose en un déficit democrático y de ciudadanía cada vez más insostenible.
Las postales de la jornada de movilización llegan desde todas las latitudes del continente. Si los grandes medios de comunicación hacen caso omiso de lo que se agita por abajo, los movimientos inventan experiencias comunicativas que burlan el silencio impuesto por los emporios multinacionales de la comunicación y logran hacer circular el mensaje. Durante todo el día de acciones una radio telemática y numerosos sitios en Internet han mantenido comunicados a miles de activistas. Así, hemos sabido que en París, Madrid, Nápoles, Helsinki, Atenas, Málaga, Londres o Estocolmo se han desarrollado manifestaciones muy concurridas.
En el puerto de la ciudad holandesa de Rotterdam centenares de ciudadanos han bloqueado los dos barcos-prisión en los que se recluye a casi 800 personas ilegales o en espera de la concesión de asilo, en una situación de privación de libertad que puede alcanzar 11 meses, recibiendo únicamente una comida al día y sin derecho a ningún tipo de actividad recreativa. Hemos sabido que en Eslovenia, Alemania, Italia o Cataluña se han asediado o asaltado algunos de los centros de reclusión de migrantes que inundan el viejo continente y en los que se vulneran sistemáticamente los derechos humanos más elementales. Que en Sevilla o Goteborg se han celebrado asambleas y actos públicos para exigir la regularización del conjunto de las personas migrantes que viven en la Unión Europea y la libertad de movimiento. Que en Roma, Milán, Helsinki o París se han ocupado sedes de organismos públicos y privados implicados directamente en el desarrollo de las políticas represivas contra las personas migrantes, entre ellos algunas de las compañías aéreas que se encargan de las continuas deportaciones.
El dato fundamental es la enorme participación de los propios sin papeles en la jornada, así como el interesante proceso de autorganización que están protagonizando en numerosos países del continente. La alianza entre los colectivos de trabajadores precarios y los migrantes clandestinos en territorio europeo ha escrito el primer capítulo de un viaje que no ha hecho más que comenzar. La siguiente estación, el próximo primero de mayo: en 16 ciudades de la Unión Europea se celebrará la Mayday 05, una jornada de visibilización de las nuevas figuras del trabajo y del precariado como nuevo sujeto social y político. Un nuevo fantasma recorre Europa.