Usted está aquí: viernes 8 de abril de 2005 Opinión El subdesarrollo está en la mente

Gastón Castellanos

El subdesarrollo está en la mente

En la década de los 70 regresaba de una estancia de varios años en Europa. Sin ser politólogo, venía imbuido con las ideas del socialismo europeo, expresadas por François Miterrand, Olof Palmer, Willy Brandt, entre otros. Conocía más la ardua labor de gestación de la Unión Europea, cuyo embrión fue la reconciliación entre Francia y Alemania, que lo que ocurría en México. El entusiasmo de volver al suelo patrio me hizo olvidar que había experimentado cierta desaferentación cultural.

Recién llegado me tocó asistir a una nutrida sesión de médicos académicos, donde se discutían los problemas ligados al subdesarrollo: letargo económico, insalubridad, injusticia social, déficit educativo, de viviendas, transporte, de infraestructura; en suma se planteaba la pregunta: ¿por qué disponiendo el país de recursos naturales, no había la capacidad y decisión política de mejorar las condiciones de vida de la población? En la actualidad nos hacemos la misma pregunta, no obstante que México ha avanzado en muchos aspectos y retrocedido en otros; que cuenta con más de 100 millones de habitantes, dispersos en más de seis estratos sociales, pero con una vergonzosa y más profunda brecha entre pobres y ricos.

Volviendo a la citada sesión, me pareció que el tema no era la epidemiología, sino que les preocupaba la plaga más grave: la enfermedad endémica del subdesarrollo. Me interesé en analizar dos vertientes que surgieron en el debate. Un pequeño grupo, la minoría, enfatizaba que no se puede aspirar a una buena salud pública y bienestar colectivo cuando el gobierno sufre de parálisis, la economía de anemia crónica, la capital del poder muestra signos de hidrocefalia y el resto del territorio padece severo raquitismo. Era fácil en dicho contexto el paralelismo entre un organismo y el Estado. Se requerían transfusiones monetarias, es decir, aumentar la deuda pública, a consecuencia de la ineptitud, corrupción y saqueo constante de bienes por propios y extraños. El diagnóstico era simple: un organismo sujeto a sangrías deleznables y sexenales siempre será débil y vulnerable. El otro grupo mayoritario en dicho auditorio me sorprendió por su silencio y apatía; carentes de imaginación, sólo fueron capaces de externar quejas y pesimismo. Titubeante, me atreví a señalar que el subdesarrollo, que es de índole socioeconómica, es ante todo un problema mental, puesto que traduce en la conciencia colectiva un complejo de inferioridad, de sumisión, de impotencia, representa el lastre del neocolonialismo interno y externo que debemos eliminar. Mi comentario desconcertó a algunos y molestó a otros. Sin darme cuenta me involucré con los colegas que intentaban aplicar las ideas del gran médico alemán Rudolf Virchow de que "la política es ejercer la medicina en grande". Sugería no limitar el campo de acción a los hospitales y laboratorios, sino extenderlo, si era necesario, en sanear la política, la economía, la ecología, es decir, "curar a la sociedad". Yo olvidé esta hipótesis y el pensamiento aristotélico de que el hombre es un "animal político". Más tarde me enteré de que en 1985 se publicó el libro de Lawrence Harrison, El subdesarrollo está en la mente, bajo el patrocinio del Centro para Asuntos Internacionales de la Universidad de Harvard. El autor desarrolla la tesis de la relación existente entre desarrollo y cultura, aunque reconoce la participación de otros factores, tales como la dotación de recursos naturales, el tamaño de un país, la calidad del terreno y su agricultura, la geografía, el clima, y de manera especial el liderazgo político. Señala con énfasis: "mi creencia es que la sociedad que tenga más éxito en ayudar a su pueblo, a todo su pueblo, a poner en práctica su potencial creativo, es la sociedad que progresará más rápidamente".

Quizás estas reflexiones tengan algún interés, en esta etapa crítica de malestar y confrontación social, en que predominan la incredulidad, la desconfianza y desprestigio en cuanto a la política y sus protagonistas. Que no nos sorprenda que tarde o temprano un médico con liderazgo auténtico aspire a pasar la frontera entre el arte de curar y el arte de gobernar.

 
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