La idea libertaria es un sueño muy
profundo que no se corresponde a cómo
la sexualidad funciona en la realidad.
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Los nuevos significados de la práctica sexual
Las
conductas sexuales se han transformado en los últimos años, pero tales cambios
distan mucho de constituir una "revolución sexual", más bien obedecen al
debilitamiento de las normas sexuales tradicionales y a la emergencia de
una nueva normatividad que ha trasladado la responsabilidad del ejercicio
de la sexualidad de las instituciones a las decisiones personales. Para Michel
Bozon, investigador del Institut National d'Etudes Démographiques, de Francia,
la gran transformación de la sexualidad se define en una frase: "la sociedad
está instalada en nuestras cabezas". En entrevista con Letra S, el especialista francés abunda sobre sus conceptos.
Por Alejandro Brito
El
especialista francés de los comportamientos sexuales, Michel Bozon, comienza
su ponencia con lo que podría parecer una provocación para quienes se asumen
como protagonistas de la revolución sexual desarrollada entre los años sesenta
y setenta del siglo XX: "quiero describir las principales características
de un nuevo régimen normativo de la sexualidad", expone, y para ello es necesario
"descartar la idea muy difundida de una gran 'revolución sexual' que habría
liberado a la sexualidad y a los individuos de la represión,
del silencio, de los constreñimientos y de las normas anteriores". En su
lugar, el autor de un gran número de estudios sobre sexualidad y encuestas
sobre el comportamiento sexual en Francia y América Latina propone otra interpretación
de los cambios que han afectado la sexualidad en las tres o cuatro últimas
décadas. Mi hipótesis, afirma, "es que habríamos transitado de una sexualidad
construida a través de controles y de disciplinas externas a los individuos
a una organizada por disciplinas internas. Normas y exigencias sociales no
desaparecen, son individualizadas. La sociedad se instala en nuestras cabezas".
Michel
Bozon estableció esa tesis en su conferencia magistral "La nueva normatividad
de la sexualidad en la época contemporánea", dictada el 26 de enero pasado
en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales con sede en México, y
organizada junto con el Censida. Al final de su exposición, aprovechamos
la oportunidad para entrevistarlo sobre su visión --muy influenciada por
el pensamiento del filósofo francés Michel Foucault-- de la sexualidad, su
práctica y su conceptualización en las sociedades contemporáneas.
¿Por qué hoy en día se habla tanto de sexualidad?
Tiene
que ver con un retroceso y disminución de la fuerza de los controles tradicionales
de la sexualidad, por ejemplo los religiosos, que antaño marcaban qué era
lo bueno y qué no. Hoy esos controles, a los que habría que sumar los que
ejercía la comunidad, están en una crisis y la descomposición de esa estructura
social les impide ejercer la influencia que antes tenían en la conducta sexual
de los individuos.
La sexualidad, cuando está
menos controlada por las instituciones tradicionales, no tiene más normas
evidentes que la definan y la enmarquen. Por ello hay una proliferación de
normas y formulaciones muy variadas sobre la sexualidad, y un aumento sin
precedente de las fuentes emisoras: la escuela, los medios, la medicina,
el cine, la literatura, etcétera. En particular, los medios de comunicación
ofrecen representaciones que suelen ser contradictorias, en la medida en
que son la expresión más visible de lo que se ha dado en llamar 'revolución
sexual'. Me parece una concepción equivocada el creer que en las dos o tres
últimas décadas se ha consolidado una revolución en la sexualidad tan sólo
porque hay más mujeres desnudas en la publicidad. Para caracterizar la situación
contemporánea respecto a la sexualidad diría que el juego se ha tornado más
complejo.
¿Se le ha dado un uso ideológico y político al término "revolución sexual"?
Es
una expresión utilizada, por un lado, por sectores conservadores para criticar
todas las educaciones sexuales de las últimas décadas, pero también es usado,
con aire mesiánico, por otros grupos que afirman que sólo hay que remover
algunas construcciones sociales para que, de repente, la sexualidad sea liberada
de todas las normas sociales. La normatividad sexual hoy en día es menos
la implementación de principios absolutos, y cada vez más un trabajo de interpretación
y justificación a posteriori de las conductas. Una persona no es libre
en la medida que siempre está relacionada con otras y que debe respetar algunas
reglas respecto a esa convivencia. La idea libertaria es un sueño muy profundo
que no se corresponde a cómo la sexualidad funciona en la realidad.
¿Qué sucede con el matrimonio como institución normativa de la sexualidad?
Hay
países donde el matrimonio ha cambiado mucho como institución. El ejercicio
de la sexualidad entre jóvenes desvinculado de la idea de casarse tiene un
papel muy importante en esos cambios; muchas parejas comienzan a cohabitar
sin vínculo matrimonial. Si antes el matrimonio representaba el elemento
distintivo de la relación de pareja, en la medida en que otorgaba el derecho
a ejercer la sexualidad, hoy ese papel lo ejerce la sexualidad sin mayores
trámites. Por tanto, podemos afirmar que hoy la sexualidad crea a la pareja.
Otro
elemento para medir el debilitamiento de la institución matrimonial es el
nivel de separaciones, de solterías prolongadas y la aparición de otros modelos
de convivencia, como la cohabitación de las parejas del mismo sexo, lo que
contribuye a disminuir el valor simbólico del matrimonio heterosexual tradicional,
pensado para durar toda la vida, como el marco único de la sexualidad. Sin
embargo, a esta transformación profunda no puedo llamarle "revolución", porque
no modifica totalmente las relaciones de género.
¿La evolución de la relación de pareja implica cambios en la conyugalidad?
La
conyugalidad presenta también transformaciones profundas. No es más una construcción
institucional, ahora está considerada como una forma de construcción intersubjetiva,
compuesta por dos subjetividades unidas a través de la sexualidad. La sexualidad
es la herramienta para conocer a las personas y la conyugalidad surge, primero,
de ese proceso de conocimiento y, cuando la pareja se estabiliza luego de
algunos años, de otros factores, como el tener hijos.
Otro
elemento que contribuye a la construcción de la pareja es la creación de
hábitos, que son una forma de domesticar las actitudes imprevisibles del
otro, a través de rituales que existen en todos los aspectos de la vida cotidiana,
lo que es llamado, a veces con desdén, rutina, la cual constituye un elemento
fundamental de la conyugalidad. En ese proceso de hábitos comunes, la sexualidad
pasa a formar parte de los rituales que indican la permanencia de la pareja,
al grado de que una pareja sin actividad sexual es considerada, en la ideología
contemporánea, como una relación amenazada. Hace algunos años, en cambio,
la construcción institucional de la pareja, el matrimonio, era tan fuerte
que podía continuar existiendo sin ese indicador de la relación intersubjetiva
que es la sexualidad. Ahora, en cambio, lo que he observado es que la desaprobación
de las relaciones extraconyugales tiende a disminuir cuando la duración de
la pareja aumenta. La norma de fidelidad no parece ser un principio absoluto,
sino una norma situacional, que tiene más importancia en parejas en su fase
inicial que en parejas estabilizadas.
Esa importancia
de las relaciones sexuales para afianzar la conyugalidad también aplica para
las relaciones gay. No hay pareja gay que pueda continuar si no hay actividad
sexual, sobre todo si consideramos que la mitad de las parejas gay no cohabitan;
no hay más ese elemento común de las parejas heterosexuales de compartir
la vida cotidiana. Los gays, a través de la sexualidad, pueden considerarse
como juntos sin estar compartiendo el mismo techo.
¿En qué medida la existencia del matrimonio gay modificaría la normatividad en el estilo de vida gay?
Algunos
ven la institucionalización de la pareja gay como una forma de normalización
ante el Estado, mientras que otras posturas sostienen que se trata de una
revolución simbólica que contribuye a debilitar la noción del matrimonio
heterosexual. Por mi parte, considero que significa una nueva etapa en la
integración, que es una manera de normalización, pues aunque hagan uso o
no de esas nuevas opciones jurídicas, la sola existencia de la posibilidad
significa un avance democrático.
Usted
señala una tendencia a la planeación de la sexualidad, lo que indica racionalidad,
pero ¿qué hay de ese comportamiento no racional que puede implicar el deseo
sexual?
Hay una doble y contradictoria recomendación
hacia las personas. Por un lado está la exigencia de ser responsables, planear
las relaciones sexuales y usar condón, al tiempo que está esa idea muy moderna
de ser espontáneo, que no me parece que sea equivalente a abandonar la racionalidad.
Más bien creo que la espontaneidad es un escenario que existe en la sociedad,
pero de manera muy organizada, es decir, sabemos en qué circunstancias podemos
ser espontáneos. Los gays, por ejemplo, cuando programan sus salidas del
sábado por la noche, se preparan para ser espontáneos, por contradictorio
que pueda parecer. La espontaneidad programada es una imagen muy acertada
de lo que significa la modernidad sexual. La sexualidad común ahora tiene
que ser infecunda y protegida; es el hecho de interrumpir la toma de la píldora
lo que requiere una decisión más que el hecho de iniciarla. La sexualidad
humana siempre ha buscado ser asociada a un significado, en la actualidad
hay un aumento tremendo de la necesidad de encontrarle interpretación y justificación.
Entonces, ¿la gente calcula riesgos, es decir, toma decisiones calculando los riesgos de su conducta sexual?
Hay
que definir lo que se entiende por riesgo. La definición que se maneja en
el medio de la prevención del VIH/sida es una abstracción que no es generalmente
la misma que tiene el ciudadano común, quien más bien rige su vida bajo otras
jerarquías de riesgos. Para una adolescente, un riesgo muy presente puede
ser la posibilidad de verse abandonada por su pareja, así que para prevenirlo
puede incurrir en comportamientos peligrosos para su salud, pero el riesgo
de infección en una relación sexual es el último en la vida que va a ser
considerado.
¿Considera que campañas
preventivas del orden "usa siempre condón y en todas circunstancias"
podrían no funcionar?
Es
necesario crear una actitud positiva sobre el condón y todas las campañas
en ese sentido son útiles, pero en campañas más específicas no se puede tener
la misma visión, porque las personas viven su sexualidad de diferentes formas,
según las circunstancias: si tiene una pareja estable o no, una relación
en la que esté enamorado o sea simplemente casual. Hay tipos, categorías
de parejas, trabajadores del sexo, etcétera.
Es
más importante saber cómo define cada persona su propio riesgo, en vez de
proponer una definición epidemiológicamente correcta, pero socialmente inviable.
Casos tan sencillos como el por qué entre los jóvenes suele abandonarse el
condón después de un mes de relación con la pareja. Si se evalúan los riesgos
considerando las diferencias, tal vez pueda encontrarse la manera de proponer
opciones, aunque para mí es difícil imaginar, en muchas culturas del mundo,
un uso permanente del condón durante toda la vida sexual.
En
México hay encuestas que muestran prácticas sexuales más liberales entre
los jóvenes, pero los discursos siguen siendo conservadores, ¿cómo explicar
esa contradicción?
Los discursos no tienen
la misma lógica que las prácticas. Hay sociedades donde los discursos suelen
ser mucho más conservadores que las prácticas, puede ser que México sea un
ejemplo de esto. Hay una relación directa entre los discursos y sus emisores
en el contexto de cada país, lo que, a veces, puede darle importancia política
a la sexualidad. Por ejemplo, en Chile, país que conozco porque he trabajado
ahí encuestas sobre el tema, la derecha enarbola una posición conservadora
sobre la sexualidad, porque es la única bandera que lo hace diferente a la
izquierda, ya que hay mucha coincidencia en política económica y social.
En Brasil, por el contrario, hay consenso de que la sexualidad debe tratarse
de forma muy libre en los discursos, pero en la práctica los comportamientos
nos son tan abiertos.
En el caso de sociedades
como la de México existe, además, el elemento tradicional del doble patrón,
la doble moral que marca la diferencia de género en toda América Latina.
Los varones pueden y deben tener actividad sexual, es una exigencia interiorizada
de construcción de la propia masculinidad. Por el contrario, las mujeres
tienen que tenerla un poco con el novio, pero sin descuidar su papel de mujeres
serias; no pueden tener diversidad de experiencias sexuales. Es un elemento
del doble patrón en la consideración de los géneros, que se expresa a través
de normas internalizadas y de la presión de los pares.
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