LA MUESTRA
Contra la pared
Ampliar la imagen La cinta es una experiencia h�ida de desarraigo y mestizaje FOTO Cortes�Cineteca Nacional
"¿ERES TURCO? ¿Te casarías conmigo?" la hermosa Sibel, 20 años, alemana de origen turco, cansada de las mil restricciones de su familia, y ansiosa por llevar una vida independiente, intuye que un matrimonio por conveniencia podría solucionar sus problemas. Elige para ello a Cahit Tomruk, de 40 años, viudo, desempleado, antiguo punk, y como ella turco-alemán, y propenso al suicidio. Esta situación de comedia tiene de preámbulo estupendo a un grupo musical de gitanos turcos tocando sus instrumentos a orillas del Bósforo, en Estambul, con letras que anticipan y resumen el carácter pasional de esta historia de amor. Los músicos aparecerán cuatro veces más, como una tarjeta postal pintoresca, para dividir el relato en cinco partes y un epílogo musical. En Contra la pared (Gegen die Wand), del turco-alemán Fahit Akin, la música es esencial, una parte indisociable de la narración.
Asistimos en un inicio al forcejeo de una pareja que se reta mutuamente con sentimientos muy encontrados de desdén y simpatía, casi a la manera de una comedia estadunidense de los años 30, aunque con los ingredientes del consumo voraz de cerveza, música de Iggy Pop, y la adicción a la cocaína. Cahit y Sibel se vuelven cómplices antes de asumirse como amigos, y de aceptarse más tarde como amantes. Su desafío al mundo de las tradiciones familiares es casi idéntico, como son complementarios el desenfado de él y la promiscuidad sexual de la joven. Entre ellos el sexo queda, por largo tiempo, excluido, como elemento inoportuno en el proceso de conocerse a fondo. El lento tránsito de esta aparente indiferencia afectiva al desbordamiento pasional que transformará la existencia de ambos, es el aspecto más atractivo de la historia.
CONTRA LA PARED es una experiencia muy híbrida de desarraigo y mestizaje culturales. En una escena los personajes pasan en un mismo parlamento del turco al inglés y después al alemán, como si un solo idioma fuera insuficiente para expresar la complejidad de una confidencia amorosa. La cámara explora la urbe alemana y el lado oriental de Estambul como una misma escenografía, acentuando así los vínculos afectivos de la migración turca, su perplejidad ante una identidad dividida, o el arrobo ante un pretendido milagro alemán (en la nostalgia de un taxista turco, por ejemplo, "bávaro en alguna vida anterior"). También explora los ámbitos favoritos de la pareja de barflies desocupados (los bares de barriada, las discotecas), y la relación siempre conflictiva con los familiares, como en esa estupenda secuencia en que Fatih, acompañado de un amigo, su tío postizo, pide la mano de la novia. O esa confrontación de Cahit con sus nuevos parientes musulmanes que elogian la poligamia ("¿Por qué no cogen con sus propias esposas?").
EL EXITO DE esta película (ganadora del Oso de Oro en Berlín el año pasado) radica en parte en su solvencia para capturar festivamente la experiencia de una pareja marginal (anticonvencional y rebelde) dentro de una minoría cultural también marginada (aunque celosa de sus tradiciones seculares). Otro aspecto interesante es el perfil mismo de Sibel, dueña de sus decisiones, muy de espaldas a la autoridad patriarcal. Sibel, dichosa después de un encuentro sexual fortuito con un extraño el mismo día de su boda, prodigiosa en su enfrentamiento callejero con tres tipos que pretenden acosarla sexualmente. Hay que remontar hasta el cine del británico Stephen Frears (Mi hermosa lavandería o Samy and Rosie get laid), crudos y divertidos retratos de la comunidad paquistaní en el Londres thatcheriano, para encontrar un desenfado similar al de Fatih Akin, quien a los 30 años y con cinco largometrajes consigue imponer un nuevo estilo narrativo en el cine alemán, y también en el turco, que lo reclama ya como uno de sus mejores realizadores.
CONTRA LA PARED. Cineteca Nacional. Jueves 7: 12, 16, 18:30 y 21; Viernes 8: 13, 16:30, 19 y 21:30.