Usted está aquí: jueves 7 de abril de 2005 Economía El desafuero y los mercados financieros

Orlando Delgado Selley

El desafuero y los mercados financieros

El desafuero del jefe de Gobierno del Distrito Federal es un hecho. La coalición que lo decidió piensa que las movilizaciones serán efímeras. Repiten insistentemente que las instituciones están preparadas para enfrentar la resistencia. Pocos advierten de la gravedad de los riesgos por venir. Se usa como ejemplo de la estabilidad económica que vivimos lo ocurrido el año pasado, cuando pese a haber vivido una tensión política creciente la economía creció 4.4 por ciento. No se reconoce que, como ocurrió en los años del crecimiento acelerado del último quinquenio del siglo pasado, los problema sociales persistieron: el empleo precario aumentó, el empleo formal perdió importancia, los salarios, pese a incrementos marginales, siguieron siendo marcadamente insuficientes.

En un año que se acepta menos propicio para continuar creciendo a ritmos elevados, dadas las complicaciones que enfrenta la mayor economía del mundo, han decidido impedir que la izquierda electoral contienda con posibilidades de triunfo en las próximas elecciones presidenciales. Para tratar de frenar la resistencia han empezado a advertir que los mercados financieros se muestran cada vez más nerviosos, lo que se confirma con la caída de la bolsa de ayer y los incrementos en las tasas de interés. Piensan que la distancia entre economía y política habrá de mantenerse. De modo que con actos masivos no darán marcha atrás. Por el contrario, persistirán en que la ley, su versión particular, se aplique sin demora.

No han entendido que los tiempos han cambiado. Aunque el gobierno del cambio no lo haya promovido, la gente no aceptará quedarse atónita frente a un evidente atropello. Las movilizaciones que se inician este día irán convirtiéndose, tan pronto se enjuicie y luego encarcele a López Obrador, en propuestas de organización de una resistencia civil de mayor envergadura. Entonces aumentarán las llamadas de los poderes a evitar el caos. Se dirá que los capitales no sólo dejarán de llegar, sino que empezarán a emigrar. La bolsa vivirá oleadas especulativas y los intereses se dispararán. Nuestro país dejará de ser atractivo a la inversión extranjera y también a la de los mexicanos. Ello será consecuencia, se nos repetirá en los medios televisivos, lo reiterarán los analistas financieros, de la irresponsabilidad de quienes han convocado a resistir.

Los mercados financieros nos habrán sentenciado. La política, esa que ha sido vilipendiada cotidianamente, finalmente habrá golpeado a la economía, pontificará el PAN. Pese a ello, pocos lo aceptarán. Se sabe que los mercados financieros son, en realidad, personas con intereses y con ideología. Hacen política con sus decisiones, actúan y modifican la correlación de fuerzas, alientan a sus defensores y tratan de impedir que quienes pueden limitarlos lleguen a gobernar. El PRI, por su parte, se autoerigirá en la única posibilidad de recuperar los tiempos perdidos. Tampoco convencerán, aunque las encuestas puedan favorecerlos. Los banqueros, beneficiarios de un escándalo mayúsculo, se ubicarán entre los que apoyan que se aplique la ley contra López Obrador, pero nunca contra ellos.

Los mercados financieros, expertos en pronosticar los futuros de las variables económicas, son lerdos en reconocer el presente y las posibilidades de desarrollo de un movimiento que se plantea defender la posibilidad de un gobierno con una propuesta diferente: recuperar verdaderamente la capacidad de crecimiento sostenido de la economía, basado en el mercado interno y, por tanto, priorizando el contenido social de la economía, politizando las decisiones presupuestales en un sentido popular. Con ello todos ganarían, empezando por los empresarios que estén dispuestos a invertir en México. La propuesta alternativa no es irresponsable o populista, como se le identifica con ignorancia interesada.

Se trata simplemente de una propuesta que asume que el gobierno tiene una responsabilidad social irrenunciable. Antes que el respeto a los equilibrios fundamentales, la obligación está con los que menos tienen. El planteamiento es incluyente: todos pueden participar, porque todos tienen una tarea que cumplir. Todos tendrán beneficios. No se propone la dictadura del proletariado. Al contrario se actúa buscando convertir nuestra incipiente democracia en una comparable a la mejor del planeta. Una democracia que permita a los electores decidir quién les gobierna. Una democracia que rechaza que un pequeño grupo se arrogue el derecho de decidir por la gente. Una democracia que defienda el derecho de que todos sean iguales frente a la ley.

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