El gobierno federal, decidido a que haya violencia, advierten
En el GDF, las cavilaciones se concentran en el viernes
Intervenir la administración capitalina, probable siguiente paso
ARTURO CANO
Va ''la última mirada''. Andrés Manuel López Obrador recorre, uno a uno, a los integrantes de su gabinete ampliado. Es la última reunión que encabeza como jefe de Gobierno del Distrito Federal. ''Ni tristeza ni coraje, vamos adelante'', dice. A unos pasos, en el Zócalo capitalino, terminan los preparativos para la concentración de este jueves. Anochece y la plaza comienza a poblarse con jóvenes de camisetas rojas.
Sigue López Obrador en la junta brevísima: algo dice del estado de su corazón y luego pide no aflojar el paso: la go-ber-na-bi-li-dad -ha repetido la palabra hasta el cansancio en los últimos días- es lo único importante. Nadie se mueva, nadie renuncie, "nuestra fortaleza es el trabajo".
López Obrador ratifica también que Alejandro Encinas, secretario general de Gobierno, queda provisionalmente en su lugar, en tanto se cumplen los plazos legales y la Asamblea Legislativa nombra al sustituto. "Les pido unidad en torno a él".
Nadie dice nada. Todo ha sido dicho en los largos meses previos al desafuero. O así se estila en el lopezobradorista gabinete. O ambas cosas. Las cabezas están, con razón, en otra parte.
El día después y el plan de resistencia
''Lo que me preocupa es el day after'', dice un alto funcionario del gobierno capitalino, seguro de que este jueves el discurso de López Obrador bastará para calmar los ánimos y evitar cualquier desbordamiento.
En su despacho, desde el cual se domina la Plaza de la Constitución, el funcionario descarta que la provocación surja de los grupos radicales afines al PRD o al lopezobradorismo. ''Nos preocupan los otros: desde los derechistas que no quieren a Creel de candidato hasta los narcos, que tienen motivos para armar un desmadre".
El gobierno federal, dice el funcionario, "está decidido a que haya violencia y apuesta a que perdamos la cabeza".
Primer asunto del día después: dónde y cómo lo aprehenderán y adónde mandarán a López Obrador.
Y luego, los golpes que acompañarán al encarcelamiento del jefe de Gobierno. "Tiene que ser un golpe completo para que sea eficaz", dice Marcelo Ebrard, secretario de Desarrollo Social y precandidato informal a la jefatura de Gobierno, en 2006.
No lo descarta, pero Ebrard considera "improbable" que la alianza PRI-PAN busque arrebatar al PRD el gobierno capitalino. "¿Qué efectos tendría eso en los mercados, cómo justificarían ese golpe?"
No todos consideran tan improbable ese desenlace. Un funcionario la pone así: "El siguiente madrazo es acabar con la base de nuestra legitimidad; no creo que quieran dejarnos aquí. Pero no vamos a entregar la plaza; no vamos a permitir que vengan la PFP ni el Ejército".
La clave para que el gobierno federal no tenga el pretexto de intervenir es, por supuesto, que la resistencia se mantenga fuera de la ruta de la violencia. Por eso, en su discurso, López Obrador insistirá en la fórmula de la presencia en las plazas públicas y los moñitos tricolores. La línea para sus seguidores, dicen, será clara: no tomar carreteras ni puentes, nada de bloqueos de instalaciones estratégicas.
Ebrard dice que se trata de abandonar la "presión tradicional" e inaugurar una fórmula que en México no es común: "la resistencia que busca poner en relevancia lo injusto de una medida".
López Obrador también, dicen sus funcionarios, resolverá la otra gran duda de sus seguidores: quién tomará el mando del "movimiento de resistencia" cuando él esté preso. La lista incluye a los dirigentes formales del PRD, a integrantes de las "redes ciudadanas", creadas hace unos meses, y a figuras de la vida intelectual del país. Será, en todo caso, "un Estado mayor que se irá acomodando al andar del movimiento", dice un miembro del gabinete capitalino.
En última instancia, completa Ebrard, "Andrés Manuel siempre tendrá la conducción moral".
La cárcel
Hay certezas, pero la otra cara del equipo de López Obrador es un reino de especulaciones.
Los funcionarios quisieran, por ejemplo, que López Obrador fuera huésped de un penal del DF, claro (incluso han previsto mover a René Bejarano para que no sean vecinos en el Reclusorio Sur).
Pero también calculan que el encono del gobierno foxista puede llevar a López Obrador a una instalación federal. "No sería Matamoros, porque está muy cerca de la frontera; ni La Palma, porque nos queda muy cerca; lo más probable es Puente Grande (Jalisco)", dice un funcionario del área de gobierno.
En la sede del gobierno llueven los rumores, incluido el de una "traición de Madrazo" que evitaría el desafuero. No se lo creen. ''El Tucom, Enrique Jackson -que decía que no-, todos se alinearon con Madrazo", dice Jesús Zambrano, subsecretario de Gobierno.
La despedida
López Obrador se despide o, para ser más precisos, es despedido a la mala, tras poco más de cuatro años en el gobierno. En ese lapso se ha tomado algunos días en dos semanas santas y los sábados desde que comenzó los viajes para presentar su libro. Pero daba sus conferencias de prensa y encabezaba las reuniones de seguridad pública incluso los domingos. ''La única vez que se tomó una semana completa fue cuando murió su esposa Rocío'', dice Leticia Ramírez, su directora de atención ciudadana, quien lo acompaña a la sala de prensa todos los días.
Este miércoles de su última conferencia de prensa López Obrador batea todas las preguntas. Manaña hablaré de eso, mañana, repite y repite. Sólo cuando regresa de una entrevista radiofónica y los reporteros lo abordan, "da la nota" al aceptar un debate con Carlos Salinas de Gortari.
López Obrador muestra las ocho columnas de un diario: ''Desafuero: el PRI compra conciencias''. Juguetea con los reporteros en su afán de no decir nada: ''¿Ya para qué más? ¡Ay, nanita!''
Una de las preguntas reiteradas es si se entregará a la justicia y cómo: ''Voy a enfrentar cualquier adversidad con dignidad'', dice, nada más, y pospone todo lo sustancial para el jueves.
Afuera, el Zócalo ha sido dividido en cuatro porciones, "para evitar que se desborde" la multitud que los perredistas esperan.
Un enorme templete es coronado por pantallas y bocinas igualmente enormes.
Al centro despliegan una mantota con la imagen de López Obrador. Los organizadores de la concentración parecen no advertir lo evidente: la imagen del jefe de Gobierno se sobrepone a la del Papa, colocada en un templete en la Catedral Metropolitana. Foto de regalo a los adversarios. Pecado menor frente al reto por venir.
Los lopezobradoristas lo saben: sus enemigos aseguran que no van a durar dos meses en la calle, que se van a quedar solos. "Se equivocan. Será movilización de largo plazo, cuyo primer cierre es el 6 de julio del año que entra; así de largo es el plazo", dice un funcionario.
La noche de las camisetas rojas es el comienzo. Decenas de jóvenes llevan la leyenda en sus espaldas: "Andrés Manuel, ¡no está solo!"