Usted está aquí: jueves 7 de abril de 2005 Política ''Terminó una etapa; comienzan nuevos tiempos''

''Terminó una etapa; comienzan nuevos tiempos''

JAIME AVILES

Ampliar la imagen El jefe de Gobierno del Distrito Federal, Andr�Manuel L� Obrador, al salir ayer del Antiguo Palacio del Ayuntamiento FOTO Mar�Mel�rez Parada

Menos de 24 horas antes del desafuero, mientras la Bolsa cae por tercer día consecutivo a su nivel más bajo de este año, vestido de traje oscuro y corbata negra de pintitas blancas, a las dos de la tarde con dos exactos minutos de ayer, Andrés Manuel López Obrador sale de su despacho en el Antiguo Palacio del Ayuntamiento para dirigirse a su departamento cercano a CU a comer, como todos los días desde que se quedó viudo hace más de dos años, con sus tres hijos.

Laura, la más cercana de sus secretarias particulares desde que lo ayudaba con un reducido equipo de trabajo en la campaña para el Gobierno del Distrito Federal, ha terminado de imprimir un documento y se lo extiende para su firma. "Esto es muy importante", dice Andrés Manuel mientras garabatea su rúbrica, cercado por el escritor José María Pérez Gay, los abogados Alberto Pérez Mendoza y Javier Quijano, así como por un individuo que no reconozco.

"Nos vemos", anuncia dándose la vuelta repentinamente y, seguido de este reportero, desciende por una escalera secreta a una pequeña oficina en la planta baja, que da a una puerta sobre 20 de Noviembre. Tres secretarias aguardan para despedirse y lo abrazan con lágrimas entre los párpados. Allí también está el famoso Nicolás Mollinedo -a quien Andrés Manuel llama Lacho-, transmitiendo una clave a la bocina del radio que sostiene con la mano izquierda. Todo ocurre entonces demasiado rápido para ser contado con brevedad.

"Tú por delante", me dice Nico, mientras alguien más abre una puerta y me veo frente a 50 cámaras fotográficas, al tiempo que suenan voces de decepción, y una mano en la espalda me obliga a caminar más de prisa, atravesando la barrera de fotógrafos, topando ahora con el Tsuru blanco, rodeándolo entre empujones que mágicamente no me tocan, sentándome en el asiento posterior, cerrando la puerta con alivio, observando cómo Andrés Manuel ocupa su puesto en el asiento delantero, Nico enciende el motor y el coche empieza a moverse bajo un diluvio de rostros, vientres y clics.

Por primera vez -desde que acompaño al jefe de Gobierno en estos trayectos-, el Tsuru es perseguido por dos motocicletas de paparazzi, que se muestran respetuosas de la Harley Davidson conducida por el oficial de la policía capitalina Juan Pablo Casas Ruiz, que lo escolta siempre. Dejamos atrás el Zócalo y avanzamos por Pino Suárez, entre claxon de taxistas que le gritan "¡duro!, ¡duro!", o le muestran el pulgar exhortándolo: "¡No te rajes!"

En un semáforo, ante el Museo de la Ciudad, entre los coloridos baberos de un grupo de madres de familia y las mochilas y cantimploras de los niños que traen de la mano, surge un grito coral: "¡Obrador, Obrador!" Pero Andrés Manuel va leyendo un papel impreso en letras negras -que, hasta donde alcanzo a ver por encima de su hombro, algo dice acerca de un procedimiento judicial que hoy o mañana efectuará Raúl Salinas de Gortari en la cárcel donde se encuentra-, y apenas agita la mano para saludar a las entusiastas señoras.

-¿Qué va a pasar con Raúl Salinas? -digo.

-Pendejadas -responde, guardándose el papel con cansancio, y pregunta: -¿Cómo sientes la ciudad?

Ojo: llamar al 060

Le cuento que, lunes y martes, los grupos adscritos al Lado Izquierdo Opositor (LIO) han estado en el Angel de la Independencia mostrando mantas contra el desafuero y percibiendo dos cosas: de cada 10 coches que reaccionan al estímulo visual, ocho se manifiestan en favor del Peje pero, a diferencia de hace unos días, lo hacen de manera más discreta, mientras los que están por el desafuero se han puesto más agresivos. Una finísima señora, al volante de una camioneta que iba a Polanco recién salida de la tienda, soltó con toda la fuerza de su ronco pecho: "¡Pónganse a trabajar, huevones!" Y como en ese momento los que protestaban eran personas de la tercera edad, una viejita le contestó sin rubor: "¡Somos jubilados!"

Andrés Manuel endurece el rostro.

-Esa es la confrontación que han estado buscando ellos -y apunta con el índice en dirección del cielo-, por eso no debemos caer en la trampa. Dile a toda la gente que puedas que mañana (hoy) en el Zócalo, cuando vean provocadores le avisen a la policía marcando al 060. Todos tenemos que estar muy alertas, y no sólo mañana sino de ahora en adelante.

-El líder de la Federación de Estudiantes Universitarios, que hasta donde sé es un grupo de porros, mandó hoy (ayer) una carta a La Jornada para decir que va a llevar "de mil 500 a 2 mil compañeros" -le digo-. Si hacen algo, ya tenemos una confesión escrita, ¿verdad?

Nico lo interrumpe y le entrega una llamada telefónica.

-Es Laura, licenciado.

Ante la fachada de Televisa -los paparazzi continúan su tarea implacable-, Andrés Manuel pide a su secretaria que cite a Pérez Mendoza para las seis de la tarde.

-Es algo que tiene que ver con el debate en la Cámara -y sonríe al recordar algo. Necesito que alguien me represente mientras leen el dictamen, porque esa va a ser la primera tortura de este martirio. Por suerte, tengo derecho a no entrar hasta que me den uso de la palabra...

-Si quieres, nómbrame a mí -le sugiero-, y a cambio hago la crónica desde un mirador privilegiado.

-Luego lo vemos -responde, empleando su conocida manera de decirme que no, y para cambiar de tema, sonríe en forma picaresca. ¿Qué te pareció lo de Salinas? Aceptó debatir conmigo, yo desde la cárcel y él desde Los Pinos. Se puso de pechito...

Ahora vamos por avenida Cuauhtémoc y, al mando de un chofer que ya no es Nico, porque éste se ha bajado en Televisa para ir, según explicó, "a la última reunión de coordinadores de Seguridad con Joel Ortega", el Tsuru blanco sigue provocando mítines relámpago de adhesión en los semáforos, inclusive cuando sitiado por el insoportable calor da la vuelta en Copilco, acercándose al departamento en donde -tras la muerte de Rocío Beltrán, su querida esposa, además de construir una universidad, 16 preparatorias, dos distribuidores viales, unos segundos pisos, un reclusorio y muchas obras más, que no le representaron obstáculo alguno para ayudar a los viejitos, a los discapacitados y a las madres solteras, ni para convertirse en el político más exitoso de México-, Andrés Manuel asumió el más difícil de todos los gobiernos del mundo, el de sus tres hijos, que desde la desaparición de su madre y en medio de este golpeteo criminal, feroz y desesperado, en todo momento se han portado, dice, "como estadistas".

-¿Cuándo crees que te metan a la cárcel?

-Espero que mañana mismo; el viernes, el sábado, no sé. Lo que importa es que hoy terminó una etapa y mañana comienzan los nuevos tiempos.

 
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