Ediciones Era redita Auliya, la primera novela de Verónica Murguía
Publican ''larga carta de amor a una sociedad que está bajo fuego''
Ha sido espantoso lo sucedido tras la guerra de Irak con museos, biblioteca y archivo general, deplora la escritora
Manifiesta su indignación por el sometimiento del pueblo iraquí
Ampliar la imagen La escritora Ver�a Murgu�evoca, en su libro Auliya, la riqueza legada por la civilizaci�rabe FOTO Carlos Ramos Mamahua
Como en los relatos fantásticos de las Mil y una noches, la novela Auliya evoca la riqueza legada por la civilización árabe y es, en palabras de su autora Verónica Murguía, ''un somero trabajo arqueológico".
El volumen publicado por Ediciones Era desarrolla la historia, en el medievo, de Auliya, una joven coja, y Abú al-Jakum, heredero de un rico mercader de aves. Con el encuentro entre tan dispares personajes, se inicia una historia en la que la magia blanca, la vida, los sueños, las costumbres y tradiciones se conjugan con la ficción.
Si bien la obra fue editada una sola vez en México en 1997, y posteriormente ha circulado en España, Alemania y Portugal, Auliya reaparece como un mensaje de la escritora hacia el atribulado pueblo iraquí.
Con el ingrediente especial de que fue también su primera novela, la cual empezó a escribir en 1990, antes del conflicto bélico que propició la caída de Saddam Hussein.
''Es una larga carta de amor a una sociedad que está bajo fuego", explicó la autora de El ángel de Nicolás al manifestar su pesar e impotencia ''de alguien que ama una cultura y la ve casi destruida. Ha sido espantoso lo sucedido tras la guerra con los museos, la biblioteca y el archivo general."
Fantasía vuelta realidad
Verónica Murguía (DF, 1960), autora también de literatura infantil, explica que primero pensó en titular su libro ''La noche mil dos" en vez de Auliya, pero entonces ya existía una obra con ese nombre.
La novela, que ha sido definida por el escritor Carlos Fuentes como ''mágica y generosa", narra una leyenda de amor, la vida en el desierto y la búsqueda del mar.
En Auliya, las partes más fantásticas son verdaderas, subraya la autora. ''En el sentido de que la fauna y la flora del desierto, las costumbres y la forma en la que se adaptan los seres humanos que viven en esa zona son fantásticas, absolutamente increíbles, y aún ahora siguen viviendo en esas condiciones."
Y lo ejemplifica con las extremosas temperaturas, características de la región, que deben soportar las personas para sobrevivir, así como la asombrosa resistencia de algunos animales, que también son parte de la historia de Auliya.
''Si nosotros pensamos en el camello es francamente asombroso, y el antílope que sale en la novela existe; recorre 100 kilómetros sin agua y detecta con exactitud dónde va a llover."
La rata, continúa, ''no toma agua y come raíces que son venenosas para otros animales. Todas estas cosas que parecen fantásticas son reales".
Contraste entre ciudad y desierto
Murguía expresa que, sumado a la conformación de sus personajes, también le interesó mostrar el contraste entre ciudad y desierto, ''lo cual en la imaginación de los árabes es indisoluble".
El relato gira en torno de Auliya, nacida tras un parto complicado de Leila, durante el cual la comadrona le lastima un pie y queda coja de manera permanente, razón por la cual es rechazada por los habitantes de la aldea.
Achedjar, población incrustada en el desierto, ''estaba lejos de todo y la gente despertaba con la boca cubierta de polvo, los párpados petrificados y el corazón sobresaltado por el temor", describe Murguía en su obra.
La desdicha de Auliya termina con la llegada de un forastero herido de muerte, hijo de un comerciante de Samarra, donde vivía en la abundancia.
Así se inicia el amor entre Abú al-Jakum y Auliya, entre historias de palacios; beduinos, demonios, genios malignos, el reino animal y la búsqueda del mar son elementos narrativos que la escritora entrelaza con los sueños y la imaginación.
La deuda que tenemos con los árabes, abunda Murguía, se extiende al lenguaje. En un glosario y durante la narración especifica algunas de las palabras provenientes de esa cultura.
Su pasión por el estudio de los árabes, explica, surgió en su juventud. ''Fue una impresión estética tan profunda, que no me abandonó nunca cuando descubrí su poesía y su arquitectura."
Por ello su indignación ante las ínfimas condiciones en las que vive actualmente la población iraquí bajo el yugo estadunidense, además de la desnutrición de miles de niños de ese país. Esa historia, deja entrever la autora de El fuego verde y Mi monstruo mandarino, tiene también dos protagonistas:
''Saddam Hussein era un malvado y acabó con los kurdos, pero Bush le gana. O más bien debería decir que Saddam hubiera querido, tener el armamento de Bush, y que más quisiera Bush que tener el poder absoluto como lo tuvo Hussein. Son tal para cual, lo único que les interesa es el petróleo y las personas, sobre todo los iraquíes, les importan un bledo."