Te seguiré a todos lados (Identificación por radiofrecuencia)
Pese a las inquietudes de consumidores, Wal-Mart impone el cambio hacia una tecnología que volverá obsoletos los códigos de barras
Consumidores activistas están alarmados por esta tecnología, pues cada etiqueta técnicamente podría seguir siendo un dispositivo de localización incluso después de que el artículo haya sido comprado
Ampliar la imagen Comercio en plazas comerciales. Desde el monitoreo de embarques de jitomate en Australia hasta el conteo de fichas de p�r en Las Vegas, las etiquetas RFID prueban su utilidad en una gama inesperadamente amplia de industrias FOTO Guillermo Sologuren
El remplazo electrónico de los ubicuos códigos de barras ha empezado el despegue. Tras haber resuelto las primeras inquietudes sobre costo y seguridad, la identificación por radiofrecuencia (RFID, por sus siglas en inglés) empieza a extenderse por todo el globo. Desde el monitoreo de embarques de jitomate en Australia hasta el conteo de fichas de póquer en Las Vegas, las etiquetas RFID prueban su utilidad en una gama inesperadamente amplia de industrias.
De manera similar al código de radio, cada etiqueta RFID tiene una pequeña antena que responde a ondas de radiofrecuencia transmitidas desde un aparato llamado lector RFID. Una vez activada, la etiqueta proporciona información al lector mediante un código único de identificación. Dicho código puede incorporarse a las computadoras de las empresas, las cuales pueden programarse a su vez para detener una línea de manufactura, permitir el acceso a un edificio, realizar un micro-pago desde un teléfono celular o mandar información financiera a las oficinas de una compañía.
Aún mejor, a diferencia de la tecnología de códigos de barras, los lectores RFID no requieren pasar sobre cada etiqueta; de hecho, pueden leer cientos de etiquetas a la vez. También son capaces de leer desde una distancia de 100 metros, dependiendo de la frecuencia y la transmisión empleadas. Esta tecnología ha estado en uso desde hace años, pero había permanecido a la zaga de los códigos de barras porque el costo de cambiar de una a otra era prohibitivo. De la misma manera, su uso ha alarmado a los consumidores activistas, pues les preocupa que cada etiqueta técnicamente podría seguir siendo un dispositivo de localización aun después de que el artículo haya sido comprado.
Nada de esto importa, sin embargo, a la cadena de supermercados más grande del mundo. Hace unos 18 meses, Wal-Mart de Estados Unidos insistió en que sus 100 proveedores principales cambiaran a la tecnología RFID para principios de año. Todos han cumplido y ahora los siguientes 200 en importancia deben cumplir el requisito para finales de este mismo año. El esfuerzo de Wal-Mart ha tenido gran efecto en la RFID, al generar una demanda tal de etiquetas que los precios han caído de un dólar a entre 25 y 45 centavos por etiqueta. Los empresarios interesados en entrar a este negocio predicen que en uno o dos años el precio bajará hasta un centavo de dólar.
El efecto Wal-Mart
Los empresarios de tecnología RFID pueden hacer esas afirmaciones por una simple razón: Wal-Mart considera que la nueva tecnología es un éxito. A principios de marzo, menos de tres meses después de haber cambiado a la RFID, Wal-Mart ganó la confianza suficiente para anunciar los resultados del cambio. La compañía reportó que el nuevo sistema de monitoreo se hallaba instalado en 104 de sus tiendas Wal-Mart de EU, más 35 Sam's Clubs y tres centros de distribución. Cerca de 14 mil lectores han recogido información de unos 5 millones de etiquetas. De manera sorprendente, a los 30 minutos de la compra de un artículo Wal-Mart puede proporcionar información a sus proveedores en su página web del servicio de extranet.
En cuanto a los inconvenientes, se ha encontrado que los lectores no captan tan bien como se creía los datos de artículos colocados en montacargas. En un montacargas que transporte mercancía a toda su capacidad en los centros de distribución, el promedio de lecturas alcanza sólo 66%. En prevención, las compañías distribuidoras trabajan con los proveedores para encontrar el mejor sitio para poner las etiquetas en cada artículo. A pesar de este inconveniente, Wal-Mart espera tener esta tecnología en 600 tiendas en octubre próximo. Resulta claro, señaló la empresa recientemente, que los proveedores ''no podrán optar por otra''. Y en lo que se refiere a las quejas de los consumidores activistas, la empresa las desechó por considerar que no tienen importancia.
No es de sorprender que otras cadenas de supermercados hayan empezado a cambiar hacia la RFID. En Gran Bretaña, la empresa líder en el país, Tesco, ha empezado a imponer el uso de la nueva tecnología en sus tiendas y bodegas. Su objetivo es completar la primera fase a fines de año y, para el siguiente, instaurar el sistema en sus operaciones internacionales. En Australia, Moraitis Fresh, la compañía más importante de productos frescos, ha adoptado las etiquetas RFID para rastrear el origen, fecha de empaquetamiento y calidad de las cuatro toneladas de jitomates que salen diariamente de sus bodegas.
La empresa utiliza la nueva tecnología para monitorear desde la cantidad de desechos por maniobra hasta el número exacto de cajas entregadas por agricultor. Y en Las Vegas, el hotel y casino Hard Rock ha invertido en un sistema que permite colocar una etiqueta RFID en cada ficha de póquer, de manera que se pueda vigilar el comportamiento de los grandes apostadores y así exprimirles mayores ganancias.
También los gobiernos recurren a la tecnología RFID como forma de mejorar los pases de seguridad y los pasaportes. En fecha reciente el Departamento de Defensa de Estados Unidos otorgó a sus empleados tarjetas que ya usan etiquetas RFID, y se espera que pronto otras oficinas gubernamentales hagan lo mismo. También en los sectores de manufactura y financiero crece el uso de la RFID: hace poco el gigante alemán de software SAP aceptó trabajar con el consorcio estadunidense Intel para poner en marcha el sistema de monitoreo inalámbrico que ofrece la RFID. El objetivo es ayudar a las empresas a incorporar directamente la información RFID a sus cuentas, transfiriéndola de los lectores RFID a cada computadora.
Aun así, si bien las etiquetas son cada vez más baratas, todavía invertir en un sistema RFID resulta costoso. Las empresas tendrán que pagar al menos 15 mil dólares para saber exactamente qué beneficios les traerá la RFID, más unos 100 mil dólares para poner en marcha un proyecto piloto. En general, las empresas con largas cadenas de abastecimiento serán las primeras en sentir los beneficios del sistema. Etiquetar bienes con los números exclusivos del cliente se traducirá en que se requiera menos personal para seleccionar mercancía y empacar órdenes, con lo cual las ganancias generales se elevarán alrededor de 30%.
Dada la novedad de esta tecnología, las estimaciones de su crecimiento varían mucho. De acuerdo con In-Stat, compañía estadunidense de investigaciones de mercado, las etiquetas RFID están destinadas a convertirse en la tecnología inalámbrica de mayor alcance desde el teléfono celular.
Dicho grupo pronostica que las ventas de etiquetas se elevarán de 300 mdd el año pasado a unos 2 mil 800 mmd en 2009. Otros analistas no se muestran tan optimistas. Juniper Research, por ejemplo, predice que en 2007 el mercado de tecnología RFID en Europa Occidental alcanzará apenas mil 100 mdd.
Una cosa es segura. Gracias al empuje de Wal-Mart, los usos de RFID -de la bodega a la bolsa- se ampliarán de aquí en adelante. Quienes se resistan al uso de esta tecnología podrían dañar sus perspectivas de crecimiento futuro.
FUENTE: EIU/INFO-E
Traducción: Jorge Anaya