Usted está aquí: sábado 2 de abril de 2005 Opinión CIUDAD PERDIDA

CIUDAD PERDIDA

Miguel Angel Velázquez

Desafuero: vuelta al autoritarismo

La canallada se cumplió

Detrás, el activismo de Salinas

NOS EQUIVOCAMOS de velorio. En el antiguo palacio virreinal, donde tiene su sede el Gobierno del Distrito Federal, no hubo luto ni muertos y desde muy temprano el ánimo iba a la alza.

LA SITUACION aconsejaba que ante la injusticia: caras largas y vestimenta negra, para no romper el luto de la derrota, pero nada tan lejano a la verdad. López Obrador llegó al amanecer con pilas nuevas, traje gris perla y corbata en tonos azul y rosa pastel, alegres, digamos, pero no festivos.

¿EL DESAFUERO es un triunfo?, se preguntaban algunos escandalizados y hasta confundidos, y es que resultaba difícil entender que la última careta del autoritarismo había caído.

AHORA SE pudo ver al régimen tal como es, sin el retintín de la democracia como máscara y nada como mirar las cosas con el color de su propia naturaleza.

POR ESO, cuando al fin el PRIAN dio luz verde al juicio de procedencia, el presente mentiroso se convirtió en pretérito vigente, o para decirlo de otra forma: ¡Cuidado! El autoritarismo de hoy, hoy, hoy es el mismo que reprimió, persiguió y encarceló, cuando menos, a muchos, muchísimos mexicanos.

EL RETROCESO, desde luego, no es para festejarse, pero inyecta nuevos bríos a quienes buscan, principalmente, justicia en los actos de gobierno. Por eso, el saber que el final de la tarea aún está lejos, obliga a redoblar fuerzas, a realizar proyectos, a luchar y a no rendirse.

Y ESA es la actitud de Andrés Manuel López Obrador. Sabe que el desafuero es cuestión de días -los priístas dicen que para el miércoles, o tal vez el jueves de la semana próxima- y está echado pa' lante y con el dedo en el gatillo de un proyecto que quiere disparar para cambiar al país.

ES MEDIODIA, el despacho del jefe de Gobierno se llena del ruido de los bocinazos de apoyo que los conductores de los automóviles que transitan por el Zócalo hacen sonar. En la plancha de la plaza, gente sin líderes ni partido se junta, comenta, se irrita.

MANUEL CAMACHO sale de una cafetería y una mujer bajita, de pelo entrecano trenzado, lo frena: ¿Usted es Camacho? ¿Qué opina del desafuero? Camacho enmienda el paso y responde: "No estoy de acuerdo". ¡Ah, qué bueno!, dice la mujer, que hasta entonces le regala una discreta sonrisa.

EL CAMINO empieza a trazarse y la gente lo ha decidido; cuando menos los cientos que empiezan a llegar a la plaza mayor de la ciudad de México, repiten un constante "no nos vamos a dejar" que esboza futuros.

EL PERREDISMO, casi siempre flojo y omiso, que muere día con día entre las discusiones de sus propios males incurables, decide alborotarse y unirse, tal vez en una acción de autodefensa, antes de que lo acabe de rebasar la gente, que sin discusiones estériles ya sabe a dónde va y qué quiere.

MIENTRAS, LOS plazos se cumplen. En la oficina 101 del edificio de gobierno, donde se halla la muy austera oficina de López Obrador, reposa el libro de Juan Molina, que da cuenta de la vida y la obra de Martin Luther King y se refuerzan las ideas. Resistencia civil para cambiar al país, como el pensamiento central.

LA CANALLADA se cumplió. Priístas y panistas decidieron asestar el golpe, Salinas ha estado muy activo, dicen algunos, mientras reflexionan en la lucha por el verdadero cambio y el jefe de Gobierno sentencia que una etapa en esta historia ha concluido y que, a partir del día del desafuero, se iniciará otra en donde la transformación del país es la meta.

Y YA al empezar la tarde, sin ningún temor todos en el gobierno de la ciudad saben que para el viernes o el sábado, Andrés Manuel López Obrador estará en la cárcel y desde allí comandará la lucha.

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