El escándalo de curas pederastas sacudió al mundo
La Iglesia estadunidense, foco negro de su largo pontificado
Ciudad del Vaticano, 1º de abril. Con algo más de 65 millones de feligreses, la Iglesia católica de Estados Unidos fue sacudida durante el pontificado de Juan Pablo II por el escándalo generado por los sacerdotes pederastas.
La crisis estalló a comienzos de 2002, cuando el entonces cardenal de la diósesis de Boston, Bernard Law, reconoció haber protegido al sacerdote Paul Shanley, a pesar de numerosas pruebas de que abusó sexualmente de menores de edad.
El escándalo, que adquirió notoriedad sin precedente y no dejaba de extender sus efectos negativos, significó un duro golpe para la autoridad moral de la Iglesia católica estadunidense, que perdía su capacidad de proteger a los niños, según detractores de sus obras benefactoras.
Los efectos del caso fueron tan nocivos que muchos expertos consideran casi imposible que alguno de los 13 cardenales estadunidenses tenga posibilidades de suceder a Juan Pablo II.
Las denuncias de los abusos sexuales de sacerdotes continuaron acumulándose en los tribunales de Estados Unidos. Dos diósesis, la de Portland (Oregón) y la de Tucson (Arizona), se declararon en quiebra a raíz de las demandas judiciales que sufrieron por ese tema.
En una carta dirigida a 350 mil fieles en septiembre de 2004, Gerald Kicanas, obispo de Tucson, dijo que su diósesis no contaba con los medios financieros para hacer frente a los reclamos.
Una decena de hombres, abusados por sacerdotes de la diósesis de Arizona entre 1960 y 1980, cuando eran niños, fueron indemnizados por un total de 16 millones de dólares. Antes de Kicanas, John Vlazny, arzobispo de Portland, había tomado la misma decisión.
Vlazny fue acusado de proteger personalmente a un sacerdote que habría agredido sexualmente a medio centenar de jóvenes católicos. Antes de declararse en quiebra, la diósesis de Tucson destinó más de 53 millones de dólares a las víctimas de sacerdotes pederastas.
En septiembre de 2003, el arzobispo de Boston aceptó pagar 85 millones de dólares para poner fin a más de 500 procesos contra sacerdotes por abusos sexuales y contra la Iglesia católica por haber cubierto esos hechos delictuosos.
El sacerdote en el centro del escándalo, Paul Shanley, de 74 años, fue condenado en febrero último a cumplir entre 12 y 15 años de prisión por violaciones repetidas a un niño de seis años.
Otro sacerdote, John Geogahn, fue condenado -en febrero de 2002- por abusar sexualmente de un niño de 10 años, y otras 130 personas denunciaron luego que habían sido víctimas del mismo religioso cuando eran menores de edad.
Al recibir a los cardenales estadunidenses en el Vaticano, en abril de 2002, Juan Pablo II los había llamado al orden, al afirmar que "los abusos que provocaron esta crisis son, desde todo punto de vista, injustos y considerados en justo título como un crimen contra la sociedad".