Usted está aquí: miércoles 30 de marzo de 2005 Opinión Las re-babas del caracol

Néstor Bravo Pérez

Las re-babas del caracol

¿Cuál es la perspectiva laboral que tiene un alumno egresado de una escuela de arte? Muchos de ellos opinan que el panorama en la actualidad se muestra difícil. La generación que hoy tiene 50 o 55 años no opina diferente. Quizá con más recursos que las jóvenes generaciones, los artistas que llevan años produciendo arte se enfrentan ahora con un nuevo entramado de significaciones que o bien los ha desplazado a la periferia y al exotismo anacrónico o los ha llevado al exilio de la repetición de sí mismos.

La nuevas formas de producir al parecer son auspiciadas, promovidas, generadas y provocadas por los espacios de exposición, llámense galería o museo (que en la actualidad muchos de ellos han asimilado el lugar y la postura que guardaron en su momento los espacios alternativos) dejando muy poco margen de movilidad y orillando a los productores a definirse y distinguirse en términos generacionales.

El tránsito por la producción artística se muestra difícil, como una especie de páramo donde los recursos para producir se están movilizando de un ámbito estatal a uno de carácter particular que está en un proceso de comprensión del fenómeno artístico, pero que en su entendimiento se encuentra con una legislación en ciernes y una lentitud en los procesos legislativos que ha permitido de todo y ha establecido un amplísimo terreno de nadie.

El mercado exige que sus inversiones sean redituables y no espera para saber qué otras estrategias se pueden implementar para estar al corriente de la fortuna que ha tenido su apoyo económico. Si se puede hacer del arte y la cultura una industria redituable que cotice en la bolsa, mucho mejor, valga, hagámoslo.

A eso se enfrenta un alumno cuando egresa de la licenciatura, pero también a una especie de reflexión sobre lo que ha hecho, como una mirada nostálgica que lo lleva al pasado tratando de asimilar lo realizado durante cuatro, cinco u ocho años, dependiendo lo que se haya estudiado, como la base de su vida, como el caracol cuando ve la baba que ha dejado por el camino y que marca el mapa o el rizoma de su existencia inmediatamente anterior.

¿Y qué se observa? Para Jorge Sosa la experiencia ha sido intensa y no siempre simpática. Como muchos de su generación, se afanó por encontrar y generar recursos que le hicieran la vida más agradable y más intensa en La Esmeralda, escuela de la que acaba de egresar. Creador de una revista, activo participante de las discusiones académicas, Jorge fue un alumno que se manifestó como un continuo rastreador, una especie de sherpa o de niño explorador de barrio bravo que trató de crear analizando, discutiendo y desmantelando las propuestas que se hacían en la escuela.

Nómada a su manera, con una movilidad apenas perceptible, se formó en un principio como diseñador para después desplazarse a las artes plásticas y logró una manera muy peculiar de combinarlas. Su forma de trabajar se emparenta con algunos rasgos del surrealismo recientemente reivindicados, como es el trabajo de pepena que lleva a encontrar objetos, una especie de arte etnográfico, de arqueología de lo contemporáneo.

En la galería de La Esmeralda se presenta el trabajo de Jorge Sosa titulado Grietas, mellas y rebabas, exposición que intenta mostrar una postura estética, una vía de acercamiento a la producción plástica y una manera de recordar las vivencias de un alumno en su escuela. Según palabras del autor, es decir, del Yorch, se trata de la presentación de ''un repertorio de objetos, ensamblajes y documentación gráfica que operan como residuos, como indicios que recogen experiencias y conocimientos".

Me parece que la propuesta de esta exposición marca el tránsito que recorren muchos de los alumnos a la hora de egresar de la escuela y que tiene como elemento determinante la tremenda influencia del mercado. La obra de Jorge que se expone en La Esmeralda se puede observar como el desplazamiento que sufre la exploración y la experimentación plástica a la convención o el contundente peso de los lenguajes dominantes o de moda.

 
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