Limitantes del mercado
La regulación y sabiduría del mercado han sido puntos de referencia obligados del neoliberalismo. En cambio, el uso del gasto y la inversión pública como detonantes del crecimiento y antídotos de la depresión de la economía, viejas divisas del keynesianismo, han sido abandonadas por las izquierdas del mundo. Ambas concepciones, sin embargo, tienen sus bases teóricas y momentos precisos para ser aplicados como recetas efectivas. Y tanto una como las otras encuentran, en la realidad, serias limitantes.
La primera, la predicada sabiduría del mercado como regla indubitable para utilizar de manera eficiente los escasos recursos de la sociedad, es una máxima que pocas, muy pocas veces, se concretiza en las diarias prácticas financieras o de gestión de los mercados. En la mayoría de las economías apegadas, aunque sea en la simple palabrería, a tan fundamental mandamiento, se dan situaciones que la deforman hasta hacerla, prácticamente, una pieza de museo. A pesar de ello, los gobiernos que emanan, son dirigidos o simplemente simpatizan con tales pronunciamientos conservadores siguen esgrimiéndola como el punto focal de verdades que parecen reveladas. Tienen tales entornos de crítica o académicos, así como aquellos que son o asesoran a los grupos de poder, un punto neurálgico en su favor. Y es que les proporciona una base conceptual bien estructurada de la que parten. Es decir, su marco ideológico encuentra el debido sustento para proclamar al mercado, las privatizaciones y a sus desregulados intercambios como prueba aceptada de eficiencia y de modernidad.
La crítica hacia aquellos que sostienen, contra toda evidencia de su mal funcionamiento, las sugerencias y mandatos del Consenso de Washington, con su programa privatizador al canto, se centra en varias experiencias actuales. La primera es la que arroja, por ejemplo, el sector eléctrico español. El oligopolio privado, conformado por cuatro empresas, (Endesa, Iberdrola, EDF, Fenosa), ha mostrado una y otra vez los nocivos, pero comunes, acuerdos para fijar precios y controlar el mercado. En efecto, tales compañías, bien conocidas en México, han manipulado los precios a su antojo en el ámbito del mercado español. Juntas tienen 79 por ciento del mercado, y eso les permite inducir al resto de la obediente competencia a imitar la ruta por ellos trazada. Los perjudicados han sido los consumidores que han visto engrosar continuamente sus cuentas de energía. En la actualidad estas mismas empresas parecen que se han divorciado, que los propios intereses en juego ha cedido lugar a la competencia. Unas y otras se lanzan serias acusaciones públicas. El gobierno, mediante sus comisiones reguladoras, ha iniciado sendas investigaciones que aún no concluyen. Pero se sabe que, en efecto, se han manipulado los precios de sus servicios y productos en línea con sus cuentas de balance y resultados. Más de un analista y varios partidos políticos españoles sospechan que su pleito no es otra cosa que una nueva táctica para eliminar la actual regulación. Regulación que, por cierto, parece inexistente porque navega en un mar de intangibles, tantos, como elusivo es el mismo kilovatio. La experiencia californiana, que tantos millones de millones de dólares costó a los consumidores, es un referente obligado para disuadir a cualquier país que pretenda instalar controles serios. El caso español, es, en efecto, una simple repetición de ello.
Por estos primaverales días europeos, y aprovechando los enormes puentes vacacionales de la semana mayor, el conocido BBVA (Bancomer) hizo una oferta pública (OP) para adquirir la totalidad de las acciones del Banco Nazionale del Laboro de Italia. El sexto en importancia en ese país. La reacción hostil del Banco de Italia (BI) no se hizo esperar. Con ella, una puja está teniendo lugar en los centros financieros de Europa. El BI busca, de manera desesperada, algún grupo interno que pueda contrarrestar la OP española. No quieren ceder, bajo ningún escenario, a tal intromisión, por más reguladas que estas operaciones financieras puedan estar por las autoridades de la Unión Europea. Similar pleito se dio en Portugal, cuando quisieron entrar los españoles. Y muy probablemente se dará una reacción igual cuando franceses, ingleses o estadunidenses quieran comprar, porque pueden, alguno de los grandes bancos españoles. No digamos cuando se trate de tomar control sobre todo el mercado financiero local, como se dio en México y Argentina, por sólo citar dos tristes ejemplos de ineptitud y entreguismo.