Usted está aquí: miércoles 30 de marzo de 2005 Opinión Sontag para enfermos

Arnoldo Kraus

Sontag para enfermos

Sontag para médicos y para enfermos podría ser el título de un taller donde el poder de la narración del afectado y la mirada que imprime la enfermedad servirían como base para comprender mejor no sólo el dolor y las mermas de la patología, sino el lenguaje de la enfermedad. Lenguaje, en ocasiones, preñado de metáforas.

La enfermedad como metáfora y Sida y sus metáforas son dos textos donde se concatenan enfermedad y lenguaje, dolor y esperanza. Son dos narraciones que nacen de la mirada de una mujer transitoriamente enferma -en 1978 se le diagnosticó cáncer de mama- y de un ser que denunciaba constantemente las iniquidades e injusticias del mundo. Ya que la desigualdad y la injusticia son epidemia, creo que exageraría un poco, pero no demasiado, si dijese que Sontag consideraba que el mundo está enfermo. Buena parte de sus textos y libros denuncian las malsanas conductas del ser humano y los daños producidas por esas actitudes.

La enfermedad como metáfora (1978) y Sida y sus metáforas (1989) representan su visión de los daños que produce el mal en el ser humano; Ante el dolor de los demás (2003) expone el brutal sufrimiento impuesto por las guerras. En ambos el dolor es punto cimental. En ambos la esperanza no fenece. En ambos las heridas se acompañan de esperanza.

La narración como cura, como reflexión y como acusación fue una de sus mayores obsesiones. La palabra y la esperanza en las palabras fueron sus mejores armas. Imposible no citar su periplo por la ex Yugoslovia: decidida a llamar la atención y a mover la conciencia del mundo montó, en épocas de guerra, la obra de Samuel Becket, Esperando a Godot. Espera que se prolonga y se prolonga y se prolonga porque Godot nunca llega. No llega al escenario y no llega a los seres humanos. El corolario es obvio: duelen más el silencio y la distancia que las balas.

La percepción de Sontag acerca de la enfermedad como pérdida provenía desde su infancia. Su padre padecía tuberculosis y murió en China cuando Sontag -Rosenblatt era su apellido original- tenía 5 años. Motivos adicionales para reflexionar acerca del peso de la enfermedad fueron el cáncer que ella misma padeció y la estigmatización que marca a muchos seres humanos como secuela de algunas enfermedades. Tuberculosis y cáncer en el pasado, sida en la actualidad.

La tuberculosis y el cáncer -el de ella y el de los otros- inspiró su primer libro de metáforas; el segundo nació como respuesta por la pérdida de varios amigos como consecuencia del sida. Para Sontag, las enfermedades a las cuales se les teme en exceso y que son tratadas como un misterio "tienen el riesgo de contagiarse moralmente, si no literariamente". Durante una época la tuberculosis fue una enfermedad "penosa" y de la cual había que ocultarse a pesar de que grandes intelectuales murieron como consecuencia de esa infección. Kafka, Keats, Stevenson, Chopin, D. H. Lawrence, Emerson y Thoreau forman par-te de ese listado. Se dice que las altas fiebres características de esa enfermedad estimulan la imaginación.

Pocos trabajos no médicos acerca de la enfermedad ilustran tan profundamente el inmenso poder de los doctores, ya sea para exacerbar la sensación de víctimas de los enfermos, o bien, para ayudarles a comprender mejor el sentido de su mal. Ese poder puede servir también para ofrecerles a los afectados herramientas para lidiar mejor con su padecer. Huelga decir que muchos, quizá la mayoría de los galenos, no le permiten a los enfermos empoderarse de su mal. Las metáforas no curan, pero ayudan a que la vida, cuando se es enfermo, sea más llevadera. Ayudan, también, a no esconderse y a entender que la enfermedad es parte de la vida. Convivir con la enfermedad y hacerla "transparente", tanto para el afectado como para la sociedad, es uno de los propósitos de sus libros. El sida, lamentablemente, sigue siendo ejemplo de estigmatización y desprecio.

Los textos no médicos de Sontag son una invitación para que médicos, enfermos y no enfermos atisben la vida desde la perspectiva de las metáforas y de la dignidad. Abro un cuaderno de notas donde suelo apuntar lo que dicen algunos enfermos: "La enfermedad es una especie de permiso. Los enfermos, a diferencia de los sanos, tenemos derecho a expresar todo lo que sentimos, lo que percibimos, lo que vivimos. La enfermedad es una suerte de pasaporte que nos facilita ir de un lugar a otro sin detenernos, sin preguntar demasiado, sin pedir permiso". Creo que Sontag, quien murió hace dos meses como consecuencia de leucemia, hubiese estado de acuerdo con mi paciente.

 
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