Usted está aquí: martes 29 de marzo de 2005 Economist Intelligence Unit Venezuela: la batalla contra EU

Venezuela: la batalla contra EU

Las tensiones con esta nación pueden influir más de lo debido en la relación estadunidense con los otros países latinoamericanos

En el segundo periodo de Bush, la Casa Blanca parece decidida a presionar de nuevo a Venezuela. La secretaria de Estado, Condoleezza Rice, ha dicho que el gobierno de Chávez es un ''sistema antiliberal''

Economist Intelligence Unit /The Economist

Ampliar la imagen El presidente venezolano, Hugo Ch�z, saluda a las tropas en Caracas, durante la conmemoraci�el 225 aniversario del nacimiento del h�e Francisco de Miranda, realizada ayer FOTO AP

La tensión entre el gobierno de Venezuela, que encabeza el presidente Hugo Chávez, y Estados Unidos, se ha incrementado en las semanas recientes, a juzgar por la retórica de ambas partes. Chávez, ahora bien apuntalado como presidente después del malogrado referendo revocatorio del año pasado, continúa acusando a EU de intervenir en la política de Venezuela e incluso ha sugerido que Washington está detrás de los complots para asesinarlo. Por su parte, funcionarios estadunidenses han descrito a Chávez como un líder falsario, que socava a los gobiernos democráticos de América Latina. Aunque la guerra de palabras todavía no produce un cambio de política de ninguna de las partes, existe la posibilidad de una escalada.

El gobierno de George W. Bush ha sido siempre hostil a Chávez, antiguo militar disidente cuyas políticas populistas y palabras duras han polarizado al país y alarmado a la Casa Blanca desde que asumió el poder en 1999. Chávez, por su parte, ha acusado a Estados Unidos de haber apoyado un golpe de Estado que lo depuso brevemente en 2002, y de continuar respaldando y financiando a sus opositores. Washington fue muy criticado en América Latina por negarse a condenar el inconstitucional derrocamiento, y durante un breve periodo posterior pareció que trataba de suavizar las fricciones con Caracas.

Sin embargo, al comienzo del segundo periodo de Bush, la Casa Blanca parece decidida a presionar de nuevo a Venezuela. La nueva secretaria de Estado, Condoleezza Rice, ha dicho que el gobierno de Chávez es un "sistema antiliberal".

Otros funcionarios del Departamento de Estado han sido más duros en sus críticas. Roger Noriega, secretario de Estado asistente para asuntos del hemisferio occidental, lo mira como una amenaza para sus vecinos. Roger Pardo-Maurer, subsecretario de Estado asistente, ha acusado a Chávez de usar una "estrategia de hiena" (esto es, depredar a los más débiles) y de usar el dinero del petróleo para "implantar su estilo conflictivo en las políticas de otras naciones".

Ha sostenido, por ejemplo, que Caracas financia a Evo Morales, exaltado congresista de izquierda que ha organizado protestas antigubernamentales en Bolivia. Washington también ha aseverado que Chávez tiene ligas con los grupos insurgentes de Colombia.

Chávez ha contestado elevando las apuestas, estrechando vínculos con países como China e Irán, y amenazando con suspender el suministro de petróleo a EU en caso de ser atacado. Venezuela es el quinto mayor productor mundial y uno de los principales proveedores del mercado estadunidense. Asimismo, Caracas ha acusado a la Casa Blanca de conspirar para obtener el control de su producción de petróleo.

Toma y daca verbal

Hasta ahora, esta retahíla de acusaciones ha incrementado la batalla retórica entre los dos países pero no se ha traducido en acciones concretas. Es difícil que Venezuela detenga a corto plazo sus embarques de petróleo a Estados Unidos, los cuales representan alrededor de 60% de sus exportaciones de crudo, puesto que el tiempo y la logística requeridos para enviarlo a mercados más distantes no tendrían sentido económico. Tampoco, como aduce Caracas, Washington está apto para invadir Venezuela ni para hacer ningún intento evidente por deshacerse de Chávez.

Washington tiene genuinas preocupaciones sobre algunas políticas de Chávez. El presidente de Venezuela ha centralizado el poder en sus manos a expensas de otras instituciones. Por ejemplo, ha despedido a cientos de ejecutivos de la compañía estatal Petróleos de Venezuela por simpatizar con la oposición política y ha saturado la Suprema Corte con sus partidarios. También ha implantado una reforma agraria que implica la expropiación de propiedades de terratenientes privados, entre ellos al menos una firma extranjera. Adicionalmente, el gobierno ha establecido nuevas restricciones a los medios de comunicación.

Ante la particular preocupación de los funcionarios militares de Estados Unidos, Venezuela ha iniciado el mejoramiento de su arsenal militar. En semanas recientes ha adquirido aviones de combate Mig, helicópteros y 100 mil fusiles de asalto. Washington teme que parte de esas armas pudieran llegar a manos de la guerrilla colombiana. En febrero Estados Unidos respondió con una demostración de fuerza de alto perfil, enviando buques a efectuar maniobras cerca de Curazao, frente a la costa de Venezuela, acto que Caracas ha visto como un claro intento de intimidación, si no parte de un verdadero plan de invasión.

Esta acción y el continuo toma y daca verbal difícilmente han sido una estrategia productiva para Estados Unidos ni acertada para mejorar la situación en Venezuela.

"El único que resulta ganador es Chávez, cuyos electores locales lo ven como el triunfador de la batalla de palabras con Estados Unidos", dice Eduardo Gamara, especialista en Latinoamérica de la Universidad Internacional de Florida. Washington, afirma, debería mejor reconocer que Chávez es el presidente electo de su país y hacer uso de los canales diplomáticos para resolver el conflicto.

El impacto regional

Las tensiones con Venezuela pueden incluso influir más de lo debido en la relación de Estados Unidos con otros países de Latinoamérica. En general, Bush desdeñó a la región durante su primer mandato, pero ahora podría estar en condiciones de renfocar su atención hacia ella. Pero si las políticas y puntos de vista de su gobierno se moldean a partir de sus preocupaciones sobre Venezuela y la percepción de que otros líderes de izquierda ganan terreno en la región, esas políticas podrían no ser las mejor informadas.

Al suponer, por ejemplo, que Venezuela influye en los acontecimientos de Bolivia, el gobierno de Bush podría pasar por alto las añejas divisiones étnicas y sociales en este último país y, por lo tanto, dejar de prestar el tipo de apoyo adecuado a su acosada democracia. La Casa Blanca podría emprender también una nada aconsejable política de "represión" para limitar la influencia de Chávez en la región.

Por el momento, parece que las relaciones entre Venezuela y Estados Unidos mantendrán su estado actual. No obstante, hay reportes de que el Departamento de Estado ha formado un grupo para idear vías más creativas de lidiar con Caracas. Si el resultado es un enfoque más constructivo de Washington, podría contribuir a enfriar las tensiones y a reducir el poder de convocatoria de Chávez entre los venezolanos pobres y otros latinoamericanos descontentos. En cambio, si la estrategia y las declaraciones contra Chávez se vuelven más amenazadoras, la estatura del presidente venezolano en la región simplemente crecerá. Esto podría conducir también a desavenencias con otros jefes de Estado, a quienes podría molestar un tono más beligerante de Washington. Con la satanización de Chávez, el gobierno de Bush podría disminuir en vez de incrementar su posición en la región y, en cambio, ganarle más amigos al presidente venezolano.

FUENTE: EIU/INFO-E

Traducción de textos: Jorge Anaya

 
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