A la instructora, para no desaforar
Quienes fraguaron la idea del desafuero y quienes se benefician de éste no son opción política para México.
Perversión y maniqueísmo, unidos en sus extremos, buscan el poder y conducir al país sin compromisos, ideas ni propuestas, sino en función de obstruir al adversario, y éste, a su vez, hacer de un derecho individual el futuro de la nación.
Los que voten en favor del desafuero en la sección instructora de la Cámara de Diputados fungirán como pistoleros, autores materiales de una provocación que sólo favorece a lo más oscuro del país, pues enredará la perspectiva nacional en falsas disyuntivas.
Hasta el dictamen, en la sección instructora y el pleno de los diputados, la decisión la tendrá la clase política, la cual no goza de prestigio ni ha hecho cosas buenas, loables, en los últimos años. La decisión de desaforar o no está, por así decirlo, en manos de los mismos partidos políticos que en el terreno de la soberanía del Congreso van a decidir si el proceso electoral de 2006 y el país se convierten en una competencia de opciones programáticas o en el fortalecimiento de personalismos vacíos.
Si no hay desafuero habrá fiesta para unos esa noche, pero al día siguiente los mismos ya no tendrán que enfrentar la suposición que les daba virtud de mártires, sino a sus responsabilidades, administraciones, presupuestos, organización llana de sus partidarios, consecuencia entre lo que se dice y se hace; tendrán que convertir la fantasía insurreccional de los dirigentes en tarea mortal de un proceso electoral. Todos los excesos caerán por propio peso y se verá dónde estaba la esencia y dónde la caricatura. Los de la trama del desafuero tendrán que hacer lo mismo, y aunque la disputa deje de ser laguna y se convierta en arroyos olerá a escampado tras el aguacero natural de estos meses.
Si el PRI votó dividido la Ley de Ingresos de 2004, en las reformas al régimen de pensiones y está dividido en torno de sus precandidatos, ¿por qué no dividirse en la sección instructora? Hoy, una escisión del PRI sería una gran aportación al contenido de la democracia en México, pues a ninguno de ellos (los precandidatos priístas) ni al proceso electoral mismo les conviene el desafuero de López Obrador. Una división de los diputados del tricolor en la sección instructora recuperaría el tiempo político de todo el país, sin la falsa disyuntiva que haría del proceso político un asunto de fiscales y barandillas. Bajo otras circunstancias políticas se vería si son opción para el país.
Para la izquierda mexicana el desafuero sería una loza de concreto que debería cargar durante mucho tiempo, obstruyendo el debate sobre el proyecto nacional, las tareas por la democracia y el vínculo conceptual e ideológico entre la movilización social y la política.
El desafuero no sólo afecta la democracia en el país, sino la vida democrática interna para procesar ideas, programas, propuestas, iniciativas y candidatos. Hasta hoy el daño sólo ha llegado al punto de que en el contexto del desafuero López Obrador haya impuesto a la nueva dirección del partido para operar entre las facciones, que de nuevo se subordinaron al imperio de la ilegalidad y el fraude sólo para continuar viviendo del aparato y las prerrogativas. La vieja relación ladina entre el presidente del partido y las corrientes está ahora legitimada por la amenaza del desafuero.
Dicho amago oculta la esencia de las políticas y a los políticos. La izquierda mexicana verá un proceso más despejado si no hay desafuero y podrá debatir más libremente sobre el estado general organizativo, ideológico y político de los sectores progresistas para poder disputar en realidad la Presidencia en función de que exista rumbo propio y no impuesto.
Levantado el telón del desafuero, hay tiempo suficiente para debatir democráticamente y conformar una opción que sume, que unifique al país, que lo ponga en el ánimo no de quiénes son peores, sino quiénes son las mejores mujeres y hombres de México para conducir y realizar transformaciones verdaderas y de fondo.
El desafuero de López Obrador no significa únicamente "despojar de sus derechos políticos a un ciudadano" y "ganarle a la mala". Significa imponer a la izquierda una conducción y un rumbo, que ha demostrado un profundo pragmatismo que ha llevado a la falta de identidad del PRD y a una desmovilización y confusión general ante el hecho de que hoy se legitiman actos de esencia conservadora como posiciones de izquierda que nadie puede criticar ni oponerse a ellas.
La decisión del no al desafuero debe ser una fiesta para la razón, el desarrollo de la conciencia política, el progresismo y la ilustración que requerimos para que se gobierne a México con decisión e inteligencia. De lo contrario estaremos entrando a lo más oscuro del túnel, donde lo intereses y el tiempo serán de los perversos y los maniqueos, de las fantasías extremas que prefieren gobernar no entre iguales y libres, sino sobre ruinas.