Cómo hacer viable el voto de los migrantes
El tema del voto de los mexicanos en el extranjero está viviendo momentos importantes. Si en estos meses -por no decir en estas semanas- no se logra deshacer el nudo en el que se encuentra este proceso, es muy probable que el asunto muera con los consecuentes costos políticos para todos los involucrados, lo significaría un grave retroceso en el largo y penoso camino de hacer algo por los migrantes.
A finales del año pasado, la Cámara de Diputados aprobó al vapor una propuesta que acababa de presentarse prácticamente, pese a que había otra decena de iniciativas que desde años atrás dormían en San Lázaro. Esta aprobación significaba para algunos la conclusión del proceso que se inició hace un año aproximadamente, con la firma de un acuerdo en-tre las principales fuerzas políticas, para aprobar en el corto plazo los mecanismos que permitieran a los mexicanos que vi-ven en el extranjero emitir su voto en el proceso electoral de 2006.
Otros ven este asunto (sobre todo por la premura con la que se abordó) como un acuerdo de coyuntura entre el PRI y el PRD, a sabiendas de que la propuesta aprobada es inviable operativamente ha-blando. Lo más sorprendente del asunto es que quienes promovieron la propuesta -aprobada finalmente- fueron el PRI y el PRD, y no el PAN, que en principio era el promotor del acuerdo mencionado. Otro dato curioso es que el Pre-sidente se apresuró a felicitar a los diputados por la iniciativa aprobada, minimizando el análisis que aún tendría que hacer el Senado, y respaldando cuestiones por demás discutibles.
El acuerdo que suscribieron las principales fuerzas políticas establecía, entre otras cosas, que los mecanismos de votación deberían ser similares a los que se aplican en México para los mismos fines. Y ahí esta la trampa.
Nuestro sistema electoral, sin duda exitoso en cuanto a los fines que se propuso, está anclado al territorio en el que se aplica, es decir, al ámbito nacional, y es prácticamente imposible reproducirlo en otro espacio en que no se tenga un mínimo de control. Hay que aceptarlo: nunca fue pensado para ser aplicado en el ex-tranjero. El sistema de casillas, normatividades sobre gastos de campaña y prácticamente cualquier otro tema tiene como referente obligado el territorio nacional.
Esencialmente es lo que dijo el presidente del consejo general del Instituto Federal Electoral a la Cámara de Se-nadores, en manos de quienes está ahora la propuesta. Sin embargo, aunque la respuesta es técnicamente co-rrecta, es importante encontrar vías al-ternativas, ya que de otra forma, si nos dedicamos a decir "no se puede votar desde el extranjero", se estaría validando la hipótesis de que el cuestionamiento de los mecanismos es un buen pretexto para cuestionar el fondo.
Para que este debate avance -si eso es lo que realmente se desea-, al tratar de responder la pregunta de quiénes y cómo se deben votar si el día de las elecciones no se reside en México, debemos olvidarnos del principio de reproducir los mecanismos que se aplican en el territorio nacional. Debemos romper el paradigma de que nuestro sistema electoral es confiable, si y sólo si, se aplica como se hace hoy día, ya que si suponemos esto, al tema del voto de los mexicanos en el extranjero le va a suceder por siempre lo que hasta ahora le ha ocurrido: se acepta el derecho, pero no se encuentra la forma de hacerlo realidad.
Con respecto al tema de quiénes podrían votar desde el extranjero, éste parece me-nos espinoso, por lo que inclusive ha ge-nerado más consenso. Un buen porcentaje de migrantes llevan consigo la credencial para votar por diversas razones, entre las que sobresalen no ser extorsionado (o serlo en menor medida) en su viaje a la frontera, demostrando que son mexicanos, o bien poder recibir dinero que les envían sus familiares o amigos en ese trayecto y así no portar consigo cantidades importantes de recursos.
Según cálculos de El Colegio de la Frontera Norte, de los poco más de 10 millones que podrían participar en este proceso electoral, entre 2.5 y 4 millones de ellos poseen dicha credencial, residen en un número relativamente pequeño de condados y casi 60 por ciento vive a menos de dos horas de la frontera. Parece que todos aceptarían que se permitiera votar a quienes tienen esa credencial sin que se realizara una campaña especial de credencialización.
El tema pendiente es el "cómo". Es importante abordarlo sin la restricción de que hay que hacerlo en "condiciones similares" a las que se aplican en el territorio nacional, y hay que hacerlo pronto, porque de otra forma el tema se escapa. Si tanto festejamos la llegada de las re-mesas que envían los migrantes, no estaría nada mal que de vez en cuando pensáramos un poco en ellos.
*Presidente de El Colegio de la
Frontera Norte.
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