La Casa Blanca no oculta su desdén al organismo mundial; "es irrelevante", ha dicho
El nombramiento de John Bolton, desalentador para defensores de la ONU
EU aceptó a Kofi Annan como secretario general por su "limitada autoridad moral"
Ampliar la imagen John Bolton, nominado por el presidente George W. Bush a la embajada estadunidense ante la Organizaci�e Naciones Unidas FOTO Reuters
Nueva York, 22 de marzo. John Bolton, recién nombrado para ocupar el puesto de embajador de Estados Unidos ante la Organización de Naciones Unidos, dijo hace pocos años que "si diez pisos de la ONU se cayeran, nadie se daría cuenta" y en otra ocasión afirmó: no existe tal cosa, en referencia al organismo mundial, y sugirió que su propuesta para reformar el Consejo de Seguridad sería que fuera integrado por un solo miembro: Estados Unidos.
El gobierno estadunidense no ha ocultado su desdén hacia esta organización desde la llegada de George W. Bush a la presidencia y de sus colegas republicanos al control del Congreso. Durante el agrio debate sobre Irak, el propio Bush y otros advirtieron una y otra vez que la ONU estaba a punto de ser una institución "irrelevante".
Como recientemente señaló Philip Gourevitch en The New Yorker, la óptica del gobierno de Bush es que "Estados Unidos no fracasó en lograr el apoyo de Naciones Unidas para la guerra en Irak, sino que la ONU fracasó en apoyar a Estados Unidos". Agregó que "el presidente ha dejado en claro que aún cree que otros países deberían formarse en fila multilateralmente detrás de sus decisiones unilaterales".
Pero esta visión no es exclusivamente de los unilateralistas conservadores o del gobierno de Bush. Los demócratas y algunos republicanos moderados siempre han mantenido que la ONU sólo es "efectiva" si así lo decide Washington. El demócrata Richard Holbrooke, embajador ante el organismo en el periodo del presidente Bill Clinton, comentó recientemente que "no existe ninguna circunstancia en que la ONU pueda operar en oposición a Estados Unidos".
Stephen Schlesinger, historiador de la fundación de Naciones Unidas, declaró hace poco al New York Times que "la ONU sabe que Estados Unidos es su contribuyente más grande y el poder más grande del planeta, y hay señales de que está acomodando a Estados Unidos, como siempre lo ha hecho en el pasado, cuando ha irritado a Estados Unidos".
Un embajador miembro del Consejo de Seguridad añadió al Times que "todos han tenido que entender que la ONU no funciona sin Estados Unidos detrás de ella, pero al mismo tiempo ésta no puede ser la herramienta de Estados Unidos".
Ese es un punto muy delicado, y al Secretario Kofi Annan le ha sido recordado esto: justo cuando intentó ejercer y expresar cierta independencia se encontró con que Washington no perdona ninguna deslealtad a sus intereses. Annan reconoce qué tan delicado es guardar el equilibrio entre Estados Unidos y la ONU. Recientemente escribió en un artículo publicado por La Jornada: "Sin lugar a dudas, la guerra en Irak hace dos años ocasionó que muchas personas en todas partes perdieran la fe en la ONU. Quienes favorecían una acción militar contra Saddam Hussein se desilusionaron de que el Consejo de Seguridad no tuviera, en su opinión, el valor de hacer que sus resoluciones fueran cumplidas. Y quienes se oponían a la acción militar se vieron frustrados por la incapacidad del organismo de prevenir una guerra que consideraban innecesaria y prematura".
Annan añadió: "Incluso las cicatrices que dejaron las diferencias del pasado se pueden convertir en oportunidades. Precisamente porque Naciones Unidas no estuvo de acuerdo con algunas de las primeras acciones realizadas en Irak, hoy cuentan con la credibilidad necesaria para llegar a los grupos iraquíes que deberían estar de acuerdo en participar en el nuevo proceso político de tal manera que pueda prevalecer la paz. La ONU puede ser útil porque es percibida como independiente e imparcial. Si se llegase a considerar como un instrumento o una extensión de la política exterior de Estados Unidos, perdería su valor para todas las personas".
Pero Annan tampoco es una figura heroica enfrentando al superpoder en nombre de la humanidad. Fue nombrado y aceptado en su puesto -hasta elogiado- por Estados Unidos y otros líderes de las potencias mundiales, precisamente porque consideraron que su propia historia limitaría su autoridad moral y por lo tanto su independencia.
Cabe recordar que a mediados de los 90, cuando Annan era jefe de la división de mantenimiento de paz de la ONU, fue quien presidió las fracasadas misiones en Bosnia, y peor aún, en Ruanda. Annan decidió no atender las advertencias explícitas de su propia gente en el país africano de que se aproximaba un genocidio, y cuando sucedió lo que fue una de las peores matanzas de la historia contemporánea, sólo las observó mientras que la famosa comunidad internacional nada hizo para detener las masacres.
Sin embargo, Annan sí ha sorprendido a sus patrocinadores, pero sólo como resultado de la política unilateral y explícitamente hostil del gobierno de Bush frente a los mecanismos, normas y convenciones que definen la comunidad internacional y, claro, Annan cuenta con el respaldo de la mayoría de los países miembros de su organización en torno a este tema.
Cuando Bush ganó la relección, declaró que su principal meta de política exterior sería "construir instituciones multinacionales, y apoyar la acción multilateral efectiva". Algunos pensaron que buscaría reparar las relaciones, en particular con la ONU, Europa y otros centros de oposición a su política de guerra, pero estas esperanzas fueron apagadas con varias acciones, en particular el nombramiento de John Bolton como su embajador ante el mecanismo mundial.
Bolton no sólo ha expresado su desdén a la ONU, sino a la promoción de un régimen de ley internacional, declarando que validar la ley internacional sólo ayudará a aquellos que buscan limitar el poder de Estados Unidos. El mensaje enviado desde Washington con este nombramiento no es alentador para los defensores de la ONU, y justo cuando se está promoviendo una gran reforma de la institución, y donde hay un profundo debate entre los países miembros (y los 60 mil empleados a nivel mundial de la organización), no se sabe cuál es el deseo de Washington para el futuro de esta casa mundial.
Annan afirmó recientemente: "la ONU no sobrevivirá en el siglo XXI si las personas comunes de todas partes del mundo no sienten que trabaja para ellos, protegiéndolos de los conflictos (civiles e internacionales), de la pobreza, el hambre, las enfermedades y la degradación del ambiente. En los años recientes, la amarga experiencia nos ha enseñado que un mundo donde países enteros se abandonan a la ingobernabilidad y la carencia no es un mundo seguro para nadie. Debemos revertir el hambre y la pobreza, así como luchar contra el terrorismo, la proliferación de armas mortales y el delito, empezando con decisiones urgentes del Consejo de Seguridad para detener los crímenes abominables que se perpetran en Darfur y llevar a los criminales ante la justicia internacional".
Propuestas "claras y alcanzables"
Recordó que "el próximo septiembre tendremos una oportunidad real para hacer que la ONU sea más útil para todos sus miembros. Los líderes de todas partes del mundo acudirán a una cumbre de Naciones Unidas en Nueva York. Les presentaré un programa de propuestas claras y alcanzables para hacer que la ONU funcione mejor y que el mundo sea más seguro y más justo".
Pero como están las cosas, toda la grandiosa retórica de reforma y renovación y los objetivos tan loables que ha marcado esta institución para el futuro están sujetos al resultado de la relación entre el superpoder unilateralista y la máxima casa multilateral del mundo.