Marchan hombres por la "dignificación del orgullo masculino"
No eran muchos, eran machos, y pese a eso se resguardaron tras la policía
La marcha por la Dignificación del orgullo masculino se equivocó de nombre, pues asistieron más detractores que simpatizantes, y los pocos convocados terminaron dispersándose, asustados por grupos feministas, lesbianas y gays que los calificaron de "fascistas". Sólo 12 hombres resistieron, atemorizados, la caminata al Zócalo, aunque tuvieron que ser escoltados por elementos policiacos.
Desde el principio la marcha pintó mal. Apenas se juntó una centena de hombres dispuestos a -como señala su propaganda- "defender los derechos de la masculinidad" de "los abusos de feministas".
Comandada por Lorenzo de Firenze, autor del libro La conspiración feminista y líder de la agrupación Círculo Masculino, bajo el viejo principio de "no somos muchos, pero sí somos machos", la manifestación empezó con cánticos y gritos de su peculiar himno:
"¡Haremos la marcha de los hombres / no seremos más sus mandilones / haremos la marcha de los machos / hembras dejen ya de explotarnos. / No más quejas feministas / no más viejas que critican / no más rejas matriarcales / fuera tercas y chantajes!"
Pero no pudieron terminar su canción, porque empezaron a verse rodeados por grupos de punks, que les bloquearon el paso por Paseo de la Reforma y les impidieron continuar su caminata. Eran machos, pero para no provocar incidentes decidieron apagar su sonido. Los que no estaban muy convencidos abandonaron la marcha discretamente.
Pero otros, con camisetas amarillas y los pantalones bien puestos, iniciaron un duelo de groserías y descalificaciones con los punketos y con otros grupos, como el Comité de Reconciliación de Mujeres Lésbicas, Lesbos AA e Interdisciplinario de Sexología.
Los granaderos tuvieron que asumir el papel del réferis y abrieron paso al contingente de la marcha.
Calles adelante, la organización Orgullo Masculino cumplió el viejo adagio de "más vale decir aquí corrió..." y abandonó el contingente, debido a que las feministas rodearon a sus integrantes, mientras los punketos de plano se metieron a la marcha.
Antes de la marcha, De Firenze dijo en entrevista que a pesar de que el movimiento apenas está naciendo, ya tiene apoyo "verbal" de grupos de Colombia, España y el sur de Estados Unidos, "por lo que es previsible que esta ideología se extienda al resto del continente" (sic).
Pese a sus "convicciones", no dejó de arrugar el entrecejo cuando la manifestación fue bloqueada en Bucareli por un grupo de feministas, que les taparon el paso para quemar un enorme pene de papel.
Ahí el jaloneo fue más fuerte. Los punks les arrebataron pancartas, bailaron sobre ellas y les lanzaron una lluvia de huevos. Fue ahí cuando, de plano, el grueso de los hombres que seguían a De Firenze abandonaron la marcha. "Otra vez traemos huevos para responderles", comentó alguno.
La entrada al Zócalo fue desoladora. Los poquísimos machos que llegaron se dispersaron, y De Firenze, con su muy menguado Círculo Masculino, entregó su pliego petitorio en Palacio Nacional y en el Antiguo Ayuntamiento, sede del Gobierno del Distrito Federal.
No hubo discurso, pero ofreció copias fotostáticas de sus peticiones, cuyos puntos fundamentales son que se instituyan los días internacionales del hombre y del padre, como lo hay de la madre; que haya "castigo penal para las mujeres que seducen a los hombres y trastocan su serenidad sexual", y la creación de un Internet-man para que, vía electrónica, los hombres defiendan sus derechos.
También piden crear el "hospital del hombre" y la proclamación de 2010 como el "año internacional del hombre". Algunos seguidores de De Firenze comentaron la necesidad de un detector de mentiras en las mujeres para aplicarlo cuando éstas no quieren tener relaciones sexuales con su esposo, argumentando cansancio o dolor de cabeza.
Una de las pocas mujeres del grupo, Gabriela López, repetía a la menor provocación: "las mujeres también tenemos que luchar por los derechos de los hombres". Lo que faltaba en una ciudad tan kafkiana como ésta.