Editorial
Vigorosa protesta mundial contra la guerra
A dos años de la invasión de Irak y mientras, uno a uno, se van de ese país los contingentes militares que siguieron en su aventura a Estados Unidos y al Reino Unido, la protesta contra la guerra fue nuevamente internacional y multitudinaria. Cientos de miles de personas se movilizaron contra la ocupación de Irak en lugares tan distantes como Londres, Nueva York, Montreal, Roma, Brasilia, Santiago de Chile, México y otras partes del globo, demostrando la preocupación por la continua política belicista del gobierno de George W. Bush. Este, en efecto, aprovechó el aniversario para mandar a Corea del Sur, en la frontera misma con Corea del Norte (a la que considera un posible blanco de sus ataques militares), a Condoleezza Rice, su secretaria del Departamento de Estado y uno de los principales integrantes del grupo de halcones neoconservadores que lo dirige.
La secretaria, por supuesto, visitó a las tropas estadunidenses instaladas en Corea y una base secreta que cumple la triple función de amenazar a Pyongyang, a Pekín... y al aliado Tokio. Mientras mantiene la presión político-militar sobre Siria e Irán, Bush demostró una vez más su belicismo nombrando como responsable de todos los servicios de información y de seguridad al ex embajador en Irak ocupado y antes en la Organización de las Naciones Unidas (ONU), John Negroponte, especialista en golpes de Estado en América Latina y organizador, fuera de la ley y secretamente, de la contra en Nicaragua y de los escuadrones de la muerte en Honduras.
Para completar su personal, Bush escogió como representante en la ONU a uno de los promotores de la invasión de Irak y de los que aconsejaron en su momento prescindir de dicha organización y de los aliados europeos, y al que ahora propone para presidente del Banco Mundial: Paul Wolfowitz, ex subsecretario de Defensa, con doble nacionalidad (estadunidense e israelí), respaldo principal de Israel en Medio Oriente y eje del grupo neoconservador de la Casa Blanca. El instrumento financiero mundial para hacer la política de las grandes empresas y particularmente la de Estados Unidos pasaría a integrar así la militarización de la política exterior estadunidense, centrada en la guerra económico-militar contra sus competidores u objetivos estratégicos.
Europa, que ha sido el terreno principal de dos guerras mundiales, conoce y teme a las conflagraciones, pero sus gobiernos temen igualmente oponerse a la política de Washington y vetar la candidatura de Wolfowitz, que sin embargo no apoyan. Los pueblos europeos, por su parte, se movilizan por los problemas sociales causados por la política neoliberal y contra la guerra, que ven como la otra cara de la misma moneda y en ambos casos se diferencian de sus gobiernos. Crece de este modo la idea de que para obtener la paz, evitar una aventura suicida para la humanidad y preservar las conquistas sociales hay que cambiar de política y de políticos.
Los manifestantes, en número, fueron sin duda menos que los millones que en 2003 trataron de impedir en todo el orbe la invasión a Irak, pero ahora tienen una claridad y una determinación superiores a las de hace dos años, y el repudio al belicismo de la Casa Blanca y a los resultados económicos y sociales de una política orientada hacia la guerra trabaja, como lo hizo en España, en favor del "partido" difuso de la paz. El viejo topo histórico sigue cavando bajo los pies de quienes se sienten todopoderosos.