Usted está aquí: domingo 20 de marzo de 2005 Opinión ¿LA FIESTA EN PAZ?

¿LA FIESTA EN PAZ?

Leonardo Páez

Coro a dos toses

EN EL ULTIMO convivio taurino organizado por Jaime Rojas Palacios con motivo de la temporada seudogrande 2004-05 en la Plaza México -enésima sucesión de abusos, fraudes o ineptitudes a cargo de empresa y actuantes- celebrado en el restaurante Tío Luis la semana pasada, lo más conmovedor no fue lo que allí se dijo, sino la forma como se dijo.

UNA TOS FERINA intermitente sabotearía a lo largo de la charla mis respuestas a las preguntas, cuestionamientos, reclamaciones o dudas de los asistentes, en tanto que Jaime, con los pulmones severamente obstruidos, violentaba su respiración para indicar a alguien que preguntaba que hablase más fuerte, o que allá había lugares, o que le sirvieran otro tequila.

Y AUNQUE PROCURABAMOS no coincidir a la hora de toser o de carraspear, esta vez no hubo manera de evitar quien nos tosiera, volviéndose tan reñida la involuntaria competencia que en ocasiones los respectivos accesos casi conseguían igualar el tono, aunque sin llegar al grado de que las convulsiones al alimón suspendieran el evento.

SIN HACERLA MUCHO de tos, logré expresar el enorme abismo entre la fiesta de toros que tenemos -y que con su indiferencia los aficionados permiten- y la fiesta imaginaria que soñamos, entre nostalgias y magnificaciones, subrayando que no extraño una fiesta que no vi, sino una fiesta que no veo, sobre todo en plazas que se quieren importantes.

ES EL IMAGINARIO colectivo -continué tras disimulada pero inevitable regurgitación- de una minoría tan impotente y añorante, como carente de unión, iniciativas y convicción para defender lo que a nadie le interesa defender, ni agrupaciones, ni autoridades, ni medios -salvo La Jornada-, ni delegaciones, ni comisiones, ni público. ¿Por qué?

PORQUE TODA EXPLOTACION es sinónimo de enajenación, de una envilecida educación a través de la televisión, no del pensamiento. Por eso ningún pueblo tiene el gobierno o la fiesta de toros que se merece, sino la que puede, es decir, aquella que su nivel de conciencia colectiva le permite.

ESTADOS DE SEMIDERECHO como el nuestro no reparan en pequeñeces como salvaguardar una tradición taurina que el neoliberalismo considera decadente desahogo de minorías, sin mayor influencia en las votaciones o en la economía, y por lo tanto sin verdadero compromiso en su defensa.

TODOS, A TODOS los niveles y en todos los sectores -añadía yo a merced de la mormazón-, somos responsables del desastroso estado actual de la fiesta brava en México, si bien hay unos mucho más responsables que otros. ¿Quiénes? Los del dinero, los medios y la autoridad, sistemáticamente desentendidos de la suerte que pueda correr un espectáculo autorregulado como nunca, pero sin resultados para su fortalecimiento.

ALUDI A LOS mexicanos de la revista Forbes metidos a promotores taurinos, entre los diez más acaudalados del país y 500 más ricos del mundo: el más fregado con una fortuna superior a los mil 500 millones de dólares, y el más próspero con más de 20 mil millones de dólares, incapaces todos de coordinarse a favor de los toros. Y con voz casi ininteligible, rematé: Como en todo crimen, hay que preguntar: ¿Quiénes se benefician de que las cosas taurinas de México no cambien, y por qué?

 
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