ELOGIOS Y HEREJIAS
Los ojos de Mia
AH CUANTA LLUVIA se ve han visto
esos ojos, cuya mirada -sonriente, estupefacta, dolida, lo que sea-
nunca cambia. Detrás de esa mirada,
de las lluvias, la lluvia, que ha visto esa mirada
hay una claridad casi impertinente.
Es una claridad de después de la lluvia que sin embargo es siempre
anterior a las lluvias. Es una claridad tan sin tormenta
que en verdad atormenta. Ingenuidad pudiera parecer
y no me atreveré a decir que inocencia
es (yo de inocencia qué podría saber), pero
lacera, arde como un cuestionamiento sin palabras, como
la salida del sol tras del desastre de la fiesta.
Ciega en cierto modo es esa mirada y, en efecto, ciega
a quien la ha mirado. Ya nada
más que ella (no: que
lo que desde ella mira)
hay si vista. Si tan oscuramente, tan siquiera, entrevista.
Y es esa su tragedia. Saber
tan sin saber, tan como sin saber, el bien que (no por eso no duele)
hace, nos hace. Eso, piensa uno indiscreto, no se hace.