Usted está aquí: domingo 20 de marzo de 2005 Política Las cuentas y los cuentos

Rolando Cordera Campos

Las cuentas y los cuentos

Se dice que en el frente económico no hay más novedad que la del crecimiento económico y la afirmación de la estabilidad financiera como la panacea para todos nuestros males y dolores. Así será, asegura orondo el presidente Fox, y esa será su herencia más conspicua a quien pueda sucederlo.

Los números negros predominan. El crecimiento del producto interno bruto es superior al de la población por segundo año consecutivo, y a pesar de la desaceleración global prevista, puede esperarse que esa dinámica se mantenga hasta 2006. La inflación se ha vuelto de nuevo espectro menguante, y si el "sospechosismo" presidencial se confirma por la encuesta de ingresos y gastos de los hogares y los cálculos de las computadoras de Los Pinos, es probable que la pobreza haya disminuido de nuevo algunos puntos porcentuales, gracias a los programas dirigidos a aliviar a las familias más pobres, a las remesas provenientes de Estados Unidos y ¡oh!, aritmética social, debido al abatimiento de la inflación que infla cualquier ingreso monetario que pueda lograrse.

Algunos observadores llegan a anunciar el "regreso" de las clases medias mexicanas, cuyos ingresos recuperan sus casi olvidados patrones de consumo, y hay quien se arriesga a señalar que se está ya en las puertas de una nueva fase del desarrollo estabilizador que el populismo "dispendioso" de los años 70 del siglo pasado habría sepultado en deudas impagables, déficit inflacionarios y retórica desestabilizadora e irresponsable. Buenas noticias, pues.

Saben y sabemos, y quien no lo sabe lo intuye apenas sale a la calle, que no es así, y que con todo y los sacrificios impuestos al salario y al empleo la economía sigue colgada de alfileres, como lo están el precio del petróleo, el control macrofinanciero de la economía estadunidense, de la cual dependemos en demasía y, desde luego, nuestras paupérrimas finanzas públicas, sobre todo si las ponemos en la perspectiva de la madre de todas las batallas en que el PAN, el Presidente de la República y algunos grupos empresariales han convertido la sucesión presidencial de la primera década del siglo. La verdad no está en medio, como en economía política no existe cosa tal como una vaso medio lleno o medio vacío.

Lo que hay, y que este optimismo ramplón puede exacerbar si se vuelve arma electoral y facciosa, es una disputa distributiva larvada y abierta, según quién la protagonice, y un problema económico clásico agudo que se expresa en la falta de correspondencia entre el crecimiento económico observado y los empleos necesarios para tan sólo satisfacer la demanda anual de ocupación que implacable determina la transición demográfica en curso.

La fórmula distributiva no se ha resuelto conforme al discurso globalizador que arrancó en 1988, y las tenues mejorías registradas en su perfil no parecen capaces de recoger lo que ocurre en las cumbres de la riqueza social, cuyos ingresos no son bien registrados por las encuestas.

Lo que sobresale, para el observador y el contador de daños y logros, es una juventud que opta por la huída, al norte o al inempleo (¿Qué hace usted? ¿En qué se ocupa?: en nada), y siempre inoportuna, una pobreza de ropa y alimentos y techo, y de reflejos culturales y destrezas educativas que estremece al más templado. Menos a los sacerdotes y sacerdotisas del Gran Sueño Presidencial que, al parecer, no va a despertar sino al día siguiente, ya instalado en la placidez campirana y lejos del ruido de la política desagradecida y maloliente.

La economía se mantiene como una peligrosa asignatura pendiente del México democrático, pero la forma de abordar sus problemas y discutir sus perspectivas y opciones no es democrática. Va de lo cupular ululante, como lo han mostrado en días pasados algunos discursos empresariales, al cultivo asiduo del secretismo burocrático y el consiguiente maquillaje de cifras y tendencias, o al abierto rechazo a cualquier solicitud de información o deliberación sobre la materia. Y en medio, en esas clases medias que algunos festejan como impetuosas consumidoras, en la academia y en los foros políticos donde concurren legisladores, comunicadores y dirigentes políticos, priva una resignación intelectual cuyos silencios sirven de foro ideal al festín que oficia el gobierno sobre sus gloriosas victorias sobre el estancamiento, la pobreza y la desigualdad. En el llano, como tiene que ser, sólo se buscan resquicios o veredas para salir de la pobreza y del país, salvo en los grupos delirantes que velan armas y esperan la chispa que incendie la pradera.

Las cuentas no sostienen los cuentos del poder constituido, pero de seguir como vamos, el debate político no va a poder separar el deseo de la realidad. Unos y otros abusarán de las cuentas y el resultado final puede ser puro cuento. Así no se podrá abordar en serio el grave tema de las pensiones, de nuevo trivializado hasta el extremo por el Presidente. Mucho menos se podrá hablar con la calma y el cuidado que exige, de proyectos tan importantes como el que hace unos días dieron a conocer Pedro Aspe y algunos de sus colegas de Estados Unidos y Canadá, sobre la construcción de una Comunidad de América del Norte (El Economista, 15/03/05, p.1).

El descuido con que se ha tratado el tema de los "viejitos", la falta inaudita de respeto con que lo han abordado gobernantes y analistas, con la notable excepción de Enrique Quintana (Reforma, 17/03/05, p. 6 A), conforman relatos de horror que refieren a las prácticas de las comunidades primitivas, en las que los viejos no tenían otra que alejarse y morir. Sin hacer ruido. Para llegar a esto no es necesario el cálculo actuarial. Sólo imaginar que se puede vivir en la eterna juventud.

 
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