Usted está aquí: domingo 20 de marzo de 2005 Política Espacios políticos

Néstor de Buen

Espacios políticos

Creo que fue en la asamblea revolucionaria de Francia cuando se inventaron las referencias a la izquierda y a la derecha como posiciones políticas. Desde entonces se ha producido una crítica permanente sobre su alcance y significado, porque se considera que no expresan, por sí mismas, una determinada ideología.

Estoy de acuerdo, en principio, en que sirven para adjetivos insuficientes, izquierdista o derechista. Pero no puede dejar de reconocerse que han sido eficaces y buenos sustitutos de otras expresiones alternativas: conservadores, liberales (en el viejo sentido del siglo XIX, que significaba lo contrario a conservador) y socialistas. Esta última expresión, entendida no como referencia a un determinado partido político sino como indicación de la orientación social de la política.

Hubo en la historia episodios, no hace tanto tiempo, que radicalizaron el conservadurismo para dar paso al fascismo (con Mussolini) y al nazismo (Hitler, sin olvidar a sus secuaces como Oliveira Salazar, en Portugal, y Francisco Franco, en España). Pasadas las tragedias que provocaron, la palabra fascista aún sirve para definir un conservadurismo rotundo. Hoy hay notorias tendencias a revivir esa postura. Por ejemplo, en Estados Unidos y en México.

Lo liberal, que era positivo en sus orígenes, ha ido decayendo y ahora sirve para definir algo muy parecido al fascismo: neoliberalismo, con una connotación económica evidente y con el propósito más que claro de la globalización, esto es, el imperialismo rotundo.

El socialismo ha tenido sus matices. Desde el materialismo histórico marxiano, que dio paso a los partidos comunistas, al anarquismo de Proudhom y Bakunin y a la socialdemocracia de Lasalle.

El comunismo parecería haber caído con el muro de Berlín en noviembre de 1989. El anarquismo, que tuvo tanta presencia durante la Guerra Civil española y entre nosotros con los Flores Magón y su grupo, hoy está en franca decadencia si es que aún existe. La socialdemocracia ha sobrevivido a las otras ideas, pero nadie duda que los gobiernos que dicen defenderla se han ido deslizando de la izquierda hacia el centro. Ahí está el señor Blair y, en su momento, la posición moderada del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y otros supuestos socialdemócratas europeos. El PSOE, con Felipe González, canceló las referencias al marxismo de sus estatutos.

Nuestra revolución nunca fue de izquierda. Ni Carranza, conservador esencial; ni Obregón, ni Villa, ni Zapata manifestaron algún izquierdismo. Pudieron representarla los jacobinos del Constituyente de 1917 que encabezaba Francisco J. Múgica, pero el mismo destino de Múgica, previsible candidato de Lázaro Cárdenas para sustituirlo en la Presidencia de la República, se frustró a partir de que por alguna razón que habría que buscar, aunque parezca evidente, fuera sustituido por la candidatura de Manuel Avila Camacho, de cuyo conservadurismo nadie puede dudar.

Los siguientes titulares del Poder Ejecutivo: Alemán, Ruiz Cortines, López Mateos, Díaz Ordaz, Echeverría, López Portillo, De la Madrid, Salinas y Zedillo, bajo las insignias del PRI, radicalizaron el derechismo. Con ciertas reservas, tal vez, en el caso de Ruiz Cortines.

Ahora nos ha entrado la preocupación porque ha sido elegido presidente del PAN Manuel Espino, sonorense, de quien se dice que tuvo y probablemente tiene una excelente relación con el presidente de la Cámara de Diputados, Manlio Fabio Beltrones, nacida en los tiempos de su gubernatura en Sonora, coincidente con la representación de Acción Nacional en el estado, entonces a cargo de Espino.

Nos habíamos acostumbrado a la idea de que el PAN manejaba una línea demócrata cristiana, moderada, sensible, y que el PRI tenía un cierto sentido social, no mucho, por supuesto. El PRD, último en llegar a la lista, con remotos y parciales orígenes en el Partido Comunista y en el PRI, expresaría en lo fundamental una izquierda discreta.

En mi concepto, lo que pasa es que el PAN, desplazado del centro político por la clara tendencia a la derecha del PRI, quiere rescatar un radicalismo que permita ubicar a sus seguidores en una posición definida.

El PRI, adherido a un centro inestable, avivaría la idea del fascismo de Espino y de algunos y algunas más, para sentarse a solas en la derecha moderada muchas veces agresiva. Y el PRD, agitado en lo más íntimo de su estructura por los diferentes grupos que no acaban de entenderse entre sí, le daría algunos empujones al PRI para ocupar su espacio en el centro.

La izquierda vendría a ser, como lo ha sido a lo largo de la historia de México, sólo una aspiración remota de intelectuales, yo entre ellos.

 
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