BAJO LA LUPA
Eje Rusia-Alemania-Francia-España y el orden pentapolar de Kennan
CON SU MUERTE, a los 101 años de edad, George Kennan, uno de los mejores geoestrategas, si no el mejor, de la historia de Estados Unidos, es muy probable que se haya llevado la visión crepuscular de su país en franca decadencia. Kennan fue el creador conceptual de la célebre "política de contención" (containment policy) que dio el triunfo geoestratégico a Estados Unidos frente a la URSS en el tablero del ajedrez mundial sin haber disparado una sola bala contra su vencido de la guerra fría. Su brillantez intelectual competía con su austeridad, lejos de los reflectores de la frivolidad de las pantallas a que son tan adictos Alfred Heinz (alias Henry) Kissinger y Zbigniew Brzezinski, los dos todavía vivientes ex consejeros de Seguridad Nacional mejor conocidos por el grueso del público estadunidense, pero menos efectivos que el muy lúcido Kennan, quien se había vuelto asépticamente escéptico de la política belicista simplona de Ronald Reagan, la cual se prolongó con los dos presidentes Bush.
KENNAN SE PRONUNCIO contra la idea de que Estados Unidos se convirtiese en el "policía del mundo", y en la década de 1960 se opuso en forma notable a la invasión a Vietnam, al aducir que no se encontraban en juego los intereses vitales del país. Para el superdotado diplomático, las cinco zonas de interés vital para Estados Unidos eran la URSS, Gran Bretaña, Alemania, Japón y el mismo Estados Unidos (Mark Tran, 18 de marzo).
LA VISION DE largo alcance de Kennan consistía en que mucho más que el poder militar, eran la democracia, la lucha por la libertad y los derechos humanos, que en ese entonces enarbolaba Estados Unidos, lo que representaba la mejor carta para vencer al totalitarismo soviético, que acabaría derritiéndose por dentro, lo cual fue más que cierto. Kennan muere y el nuevo totalitarismo a vencer es el unilateralismo bushiano, y las cinco zonas de interés vital para Estados Unidos que visualizó correctamente se han desdibujado, si no resquebrajado.
LA SUCESORA DE la URSS, Rusia, debido a su doble poder nuclear y energético, se ha vuelto el pivote euroasiático, al haber conformado al este un "triángulo estratégico" con India y China, mientras profundiza al oeste un eje con Francia, Alemania y España. La pérfida Albión, como se conoce a Gran Bretaña, por su perversidad geopolítica, que maneja intereses por encima de otras consideraciones humanistas, en un descuido se puede cambiar de bando para abandonar a Estados Unidos (por ejemplo, el caso de Canadá) y sumarse a la odisea más civilizadora de la Unión Europea (UE). Desde la ilegal invasión anglosajona a Irak, Alemania marcó nítidamente su distancia trasatlántica y entabló relaciones de profundidad geoestratégica tanto con Francia -y ahora con España, en la etapa de Rodríguez Zapatero, quien resultó un estupendo visionario de la geopolítica, en contraste con su antecesor Aznar, quien padecía patológicas fijaciones fiscalistas y bushianas- como con el triángulo geoestratégico de Rusia, India y China: la weltanschauung (cosmogonía) alemana en la fase del canciller Gerhard Schroeder es doblemente geoeconómica y geopolítica, lejos del mercantilismo catatónico de la dupla anglosajona en plena decadencia financiera.
JAPON PARECE UN caso perdido, si no regresa a sus raíces asiáticas, donde obtendría mejores oportunidades, y que en la etapa aciaga del premier J. Koizumi, quien pretende revertir las imparables corrientes históricas que se acentúan en su detrimento, se ha desfigurado en forma grotesca al haber optado por compartir su decadencia mercantilista y financierista con Estados Unidos y Gran Bretaña. Peor aún: cayó en la trampa confrontativa con China, la que ha sido empujada por Estados Unidos y Gran Bretaña, lo cual constituye un gravísimo error, a juicio de Chalmers Johnson, connotado historiador de asuntos japoneses, quien acaba de realizar un portentoso análisis geopolítico: "EU cesó de ser la superpotencia unipolar: hay que arreglarse con China" (tomdispatch.com, 16 de marzo).
CHALMERS JOHNSON NO registra a Rusia ni a Brasil en su orden pentapolar, que reduce a Estados Unidos, la UE, China, India y Japón (una de sus debilidades sentimentales desde el Instituto de Investigación de Política sobre Japón, que preside). Por lo pronto, Gran Bretaña, Alemania y Francia han mostrado su molestia por la nominación del neoconservador straussiano Paul Dundes Wolfowitz a la jefatura del Banco Mundial (Asia Times, 19 de marzo).
LA VISION PENTAPOLAR de Kennan, producto de la guerra fría, fue sumamente generosa al haber agregado a otros tres poderes, pero que en el fondo subsumía la bipolaridad nuclear (Estados Unidos y la URSS) sin dejar de carecer de horizonte geopolítico visionario al considerar la sumatoria del polo europeo (Gran Bretaña y Alemania) y el polo asiático (Japón). La extinción del imperio soviético en 1991 dio lugar tanto al orden unipolar geoestratégico de Estados Unidos como a un suborden tripolar geoeconómico (Estados Unidos, Alemania y Japón) hasta el año 2000, cuando ingresó el euro por la puerta triunfal y colocó a la UE en un sitio envidiable (dentro de la cual Alemania representa su máximo motor económico), mientras Japón quedaba estancada y Estados Unidos iniciaba su decadencia irreversible debido a su lascivia financiera, similar a la de Japón una década antes. Estados Unidos, Gran Bretaña y Japón reflejan el eje financiero decadente de la globalización.
LA FRACTURA IRAQUI en 2003 despedazó el orden pentapolar que percibía Kennan -más genuinamente un "orden bipolar" desde el punto de vista nuclear del poder crudo y rudo, pero que resguardaba en su seno a una tripolaridad geoconómica (Estados Unidos, la UE y Japón)-, que gestó un mundo sumamente complejo de carácter multipolar y multidimensional, dentro del cual el incipiente orden hexapolar parece asentar sus reales: Estados Unidos y la UE, más el BRIC (de las iniciales de Brasil, Rusia, India y China).
KENNAN, EN SU enfoque más "rusocéntrico", no vislumbró el ascenso de China, India y Brasil, pero no perdió el rumbo en su excepcional radar mental al nunca atreverse a extinguir en forma temeraria a Rusia (la fobia incurable de Brzezinski y un poco la de Chalmers Johnson) ni a Alemania; tampoco percibió la profundidad de la decadencia (demográfica y financiera) de Japón, hoy gradualmente sustituida rimbombantemente por China e India. En su glorioso lecho de muerte, Kennan no tuvo tiempo de cerciorarse de la conformación gradual de un potente eje europeo cuatripartita (Rusia, Alemania, Francia y España), susceptible de trastocar la correlación de fuerzas en el planeta y que ha de tener perplejos a Kissinger y a Brzezinski: ambos muy inferiores en comparación con el creador de la apoteósica "política de contención", ya no se diga de la muy rupestre Condoleezza Rice.
CON LA EXCEPCION de la publicación especializada Stratfor, hizo bien la prensa popular anglosajona -quizá para no deprimir a sus lectores- en censurar la noticia de la minicumbre del incipiente eje cuatripartita en París, en la que destacó la reunión bilateral sin traductores ni apuntadores entre el anfitrión Jacques Chirac y el zar ruso Putin, y a cuya reunión se incorporaron luego el canciller alemán Schroeder y el español Rodríguez Zapatero. La cumbre cuatripartita exigió la "retirada total y rápida" de las tropas de ocupación sirias y de sus siniestros servicios de espionaje del Líbano (los diabólicos mukhabarat), de acuerdo con la resolución 1559 de la ONU (Le Monde, 16 de marzo). Llamó la atención que Putin haya sacrificado en el altar geopolítico a Siria, mientras Francia intenta recuperar su influencia en Líbano. El tema de Chechenia no fue abordado, mientras Francia, Alemania y España limaron las asperezas con Rusia en referencia a Ucrania, que todos desean sea más europea que americanocentrista. La "vieja Europa" optó por no inmiscuirse en los asuntos domésticos de Rusia como impúdicamente se entromete el unilateralismo bushiano bajo la cobertura desvergonzada de los derechos humanos y la democracia. Los cuatro acercaron sus posturas sobre el sensible tema nuclear iraní y dejan así aislado a Estados Unidos con la percha bélica en la mano. En forma interesante, Francia buscó la aquiescencia rusa sobre el levantamiento del embargo de la venta de armas a China (¿para quitarse la molesta presión bushiana?). Lo que menos desea Francia es humillar a Rusia, que se ha vuelto la obsesión tonal de los neoconservadores straussianos del Pentágono, en contrapunto de las sabias enseñanzas de Kennan. Para sellar la intimidad entre Francia y Rusia, el presidente francés le mostró a Putin el centro de operaciones Aéreas de Taverny, "una instalación sensible en la cercanía del comando de fuerzas aéreas estratégicas que administran el vector aéreo de la fuerza nuclear francesa", como refiere en forma puntillosa Le Monde.
A KATRIN BENNHOLD, del International Herald Tribune (19 de marzo), no se le escapa que los cuatro líderes europeos, "quienes se opusieron a la invasión de Estados Unidos a Irak y formaron un frente antiguerra en Europa, reiteraron su adhesión al multilateralismo". Putin expresó que los "cuatro están a favor de un mundo multilateral", y afirmó anhelar "una asociación multilateral de largo plazo con la UE". Los contenciosos de Chechenia y Ucrania habían detenido las negociaciones sobre cuatro rubros estratégicos entre Rusia y la UE que los participantes de la minicumbre de París acordaron concluir pronto.
EN FORMA SAGAZ, Bennhold cita a Katinka Barysch, especialista rusa del Centro de la Reforma Europea (con sede en Londres): "La alianza anti Irak parece haberse convertido en la alianza pro rusa". No se equivoca: con las nominaciones agresivamente unilateralistas del tóxico John Bolton, como embajador de Estados Unidos en la ONU, y de Paul Dundes Wolfowitz para presidir el Banco Mundial, Baby Bush no solamente ofendió a la "vieja Europa" sino que la empujó a reanudar su cordial relación con Rusia, la cual en caso de convertirse en asociación estratégica constituiría un golpe devastador al unilateralismo bushiano, que pagaría así su soberbia por haber desconocido las lecciones de George Kennan, el más sabio de los diplomáticos de Estados Unidos del siglo XX.