La autora de Robo calificado gana premios de poesía a razón de uno por década
Presentó Lucía Rivadeneyra nuevo libro
Una poética desnuda y a veces sensual destaca en el reciente poemario de Lucía Rivadeneyra, quien escribe poemas de gran intensidad sugestiva.
Con Robo calificado le fue otorgado el Premio Nacional de Literatura Efraín Huerta, Tampico, 2003. El volumen, bajo el sello editorial Colibrí, fue comentado la noche del miércoles en el Palacio de Bellas Artes por Thelma Nava y Sandro Cohen.
En opinión de Nava, pocas son las poetas que viven su existencia como una prolongación armónica de la vida. ''Robo calificado es un libro conmovedor en una mezcla de muerte, dolor, agonía, pasión e ironía, desplegada en cinco partes: Los suicidas, Sol y sombra, Robo calificado, Vagabundeos y Los sentidos".
La poesía es siempre el territorio sagrado del poeta, donde el lector se sumerge para salvarse de una visión particular del mundo. En el libro, la autora explora aquello que nos han quitado y lo que nosotros debemos arrebatar a la vida para seguir vivos, para tener esperanza, para ganarle la partida que desde que nacemos, le disputamos al más allá.
''Tu mueca de suicida/ es sorpresa y angustia, es dolor/ insospechado en la soga nocturna./ Es dolor arrancado a la vergüenza/."
Thelma Nava consideró que la autora posee una de las voces más originales de la poesía contemporánea de México. ''La voz de Lucía destaca en Robo calificado con una cadencia profundamente apasionada, donde encontramos amor y desamor, y un profundo rostro por la vida".
Durante su intervención en la sala Adamo Boari, donde se congregaron lectores y alumnos de Rivadeneyra, Nava comentó que la poeta lleva los ''versos tatuados en la piel, en las manos y en el movimiento de los cuerpos".
''Mi lengua se refresca/ cuando navega en tempestad y encuentra/ sabores agridulces, anidados/ en todas sus papilas memoriosas/."
''Lucía vive su pasión con pasión y vive su poesía con pasión; la poesía vive en ella, la habita", señaló Thelma.
Sobre las secciones del poemario expresó que la poesía ocurre todos los días, en la soledad, cuando el corazón del hombre se pone a pensar en la vida. La poeta enmarca el tema de la urbe en la sección Vagabundeos, mientras que de forma original descubre los sentidos, en el apartado cinco.
Aunque el poeta Héctor Carreto no asistió a la presentación del poemario, envío un texto para expresar que Rivadeneyra es una poeta conceptual con discursos técnicos e ideas poéticas que desarrolla sin ornamento alguno.
Al referirse a la sección Suicidios, comentó: ''Son simplemente decesos que ocurren a diario en el mundo. Estos poemas hiperrealistas de nota roja, nos recuerdan que son el pan de cada día".
En el apartado Sol y sombra, escribió Carreto, la poeta en un alarde de recursos transporta la relación de pareja a la arena de la plaza taurina, donde el sexo se mezcla con la muerte y la sangre con el helado sudor del miedo.
''La arena de mi cuerpo/ es lance que se escapa/ a tus olés de miedo,/ a mi reto de sedas,/ ebullición de hormonas/ en actitud de entrega."
JAIME AVILES
Eran más, pero hoy de aquel grupo recuerdo particularmente a cuatro mujeres que se destacaron por su talento en el taller de crónica y narración literaria, auspiciado por la Casa Refugio del Escritor en la calle Citlaltépetl de la colonia Condesa, a tres pasos de donde ahora se encuentra el PhotoBistro, un lugar que en poco tiempo se ha convertido, por mucho, en el mejor restaurante de ese barrio, pero que entonces no estaba.
Corrían los primeros meses de 2003, la guerra de Estados Unidos e Inglaterra (y Berlusconi y Aznar) contra Irak estaba a punto de ser declarada, y nosotros -aquellas cuatro mujeres, los cuatro Carlos que así se llamaban, el resto del equipo y el coordinador que era yo-, dábamos forma, con las herramientas de la tinta y del papel, a las pesadillas que desgarraban cada noche nuestros sueños.
Nora Muchnick, la más hermosa y admirable del grupo, tenía más de 20 años sin escribir, después de haber sido el amor imposible de Fidel Castro en Cuba (1961), de haber padecido los golpes de Estado en Chile (1973) y en Argentina (1976), de haber entregado el alma para la resistencia del sandinismo en Nicaragua (1979-1989), y de haber atestiguado la irrupción mundial del zapatismo en México (1994), ahora, simplemente, quería volver a empuñar la pluma para contar los extraordinarios recuerdos de su vida.
Isadora Hastings, mexicana a pesar de su nombre inglés, fotógrafa de profesión, nieta de Gastón García Cantú y compañera de un misterioso artista plástico cuya identidad jamás fue revelada, deseaba añadir la escritura a sus diversas habilidades en el mundo, mientras Elizabeth Coll, igualmente fotógrafa, gringa no obstante su apellido catalán, enamorada del cine y de México, necesitaba pulir en la práctica su capacidad de escribir en español, como si supiera que años después iba a colaborar desde Nueva York con La Jornada.
Huelga decir que no transcurrieron muchas sesiones de aquel taller antes que Elizabeth e Isadora comenzaran, cada cual por su cuenta, a imponerse como proyecto de trabajo la biografía de Nora Muchnick relatada por ella misma. En torno de esa intensísima trinidad, sentada casi en segunda fila, siempre puntual y concisa, discreta creadora de textos irreprochables desde el punto de vista de la técnica y del periodismo, Lucía Rivadeneyra se afanaba con sus clases en la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM, donde es maestra en diversas materias de la carrera de Comunicación, y ganaba premios de poesía, a razón de uno por década.
En 1987 obtuvo el ''Elías Nandino" por su obra Rescoldos; en 1998 el ''Enriqueta Ochoa" por En cada cicatriz cabe la vida, y ahora, en una hermosa edición de Colibrí, acaba de publicar Robo calificado, poemario que en 2003, justamente el año de aquel taller, mereció el Premio Nacional Efraín Huerta de Tampico.
''Robo calificado" es también la tercera de las cinco secciones del libro y reinventa el lenguaje de los expedientes judiciales a la luz de una pérdida amorosa sin la más remota posibilidad de consuelo. Pero quiero cerrar, invitar a la lectura, con otro fragmento:
El disparo retumbó en tu boca
después en las paredes,
en la calle, en la colonia entera
Un segundo antes de apretar gatillo
¿tu mente estaba en blanco?
¿Qué sentiste al estar lleno de pólvora?