Conversación con el vocalista y director de orquesta desde Nueva York
¿Qué es la música? Un viaje maravilloso: Bobby McFerrin
Será la máxima figura del Festival de México en el Centro Histórico
Se manifiesta convencido de que el arte que él domina, cura
El espíritu del Renacimiento
Ampliar la imagen McFerrin, director de orquesta
La voz de Bobby McFerrin suena aún más profunda por teléfono: ''La música es un viaje maravilloso, y una de las cosas que más gustan es su virtud para siempre sorprender y permitir descubrir lo inimaginable".
Son sólo 15 minutos de charla. El polifacético artista estadunidense está en Nueva York, a punto de entrar a los estudios de grabación. ¿Acaso a cocinar el álbum que le dará su decimoprimer Grammy?
-¿Cree en el poder curativo de la música?-, se le pregunta, en alusión a uno de los títulos de sus discos, Medicine music.
-Estoy más que convencido de sus cualidades curativas y terapéuticas. Cuando era pequeño, para aliviarme del dolor mi madre me daba una aspirina, pero también me ponía música en la radio, usualmente clásica.
La respuesta se extiende y Mcferrin refuta que haya un género o autor con más poder sanador que otro: ''En esto no puede haber monopolios. Todos tienen la capacidad de influir y cambiar el humor. Lo mismo sirve el rock que el jazz u otros géneros."
Poco tiempo y muchas inquietudes de la prensa mexicana en la conferencia telefónica sostenida ayer con McFerrin a propósito de la primera visita que hará al país, en abril, como máxima figura del Festival de México en el Centro Histórico.
Pianista, clarinetista, director de orquesta, cantante, improvisador, Bobby McFerrin encarna el espíritu del Renacimiento. No tiene prejuicios musicales y, dice, se adentra a todos los géneros con igual interés y gusto.
''La música es un viaje maravilloso"; en toda hay sorpresas, explica y precisa que gran parte de su ''lucha" ha sido por franquear las fronteras entre géneros.
''Y creo que he tenido éxito", acota, aunque prefiere no polemizar sobre si se trata o no de una tendencia que prevalezca en el mundo.
Habla de su gusto por trabajar con público infantil -''me acerco a ellos de manera natural, porque me siento como un niño de 55 años"- y de cómo su faceta de director de orquesta se dio por casualidad -''adoro la batuta, pero adoro más ser vocalista".
También se refiere a su pasión por la improvisación, tanto cuando actúa solo como al frente de una orquesta -busca siempre el ''espíritu de libertad"-. Ambas facetas, de hecho, las desarrollará en México, en sendas actuaciones que ofrecerá el 19 y 21 de abril en los teatros de la Ciudad y Metropólitan, respectivamente.
PABLO ESPINOSA
Bobby McFerrin en escena:
Un compendio infinitesimal de Groucho Marx con el Pato Lucas con Marcel Marceau con el Arcángel Gabriel con Edson Arantes do Nascimento pero esbelto con Ronaldinho niño con un brujo watusi ancestral hace su entrada sonando una bocina de bicicleta de panadero pero no hay tal bocina: es el aparato fónico del músico que hace su aparición al fondo del proscenio descalzo, enfundado en mezclilla y un jersey azul cielo y un micrófono y nada más. Y nada menos: una aureola de arcángel invisible lo corona.
Es el recital que ofreció el joven Bobby McFerrin el 7 marzo de 1986 en el Aquarium Auditorium de Los Angeles. Un ángel en Los Angeles.
Diecinueve años después, a sus 55 años de edad, que cumplió el viernes 11 de marzo, este joven maestro que nació en Los Angeles en 1950 y desde entonces ha cumplido su misión de ángel enviado a la Tierra para hacernos felices, hará en México ese mismo prodigio que presentó en Los Angeles hace 19 años y que suele titular Spontaneous Inventions de acuerdo con una semántica simpática y contundente.
Esas invenciones espontáneas de Róbot McFerrin (como se hace llamar cuando interpreta a Bach y a Jimi Hendrix en el disco Hush con Yo Yo Ma) consisten en algo tan sencillo para un ángel como crear el universo en una sola sesión: desde sus cuerdas vocales, su plexo solar, su nexo lunar, sus guturaciones, gemidos, aullidos, aleteos de voz, da vida a aves, bocinas de bicicleta de panadero, motores de autos de carreras, iguanas (hasta mañana, iguana), arañas (Itsy Bitsy Spider), las voces masculina y femenina alternadas en una parodia de aria de ópera (parodiópera) instrumentos de placer y de sonar y, por supuesto, voces de ángeles.
Robot McFerrin traerá felicidad a la Tierra el 19 de abril en el Teatro de la Ciudad y arrojará más gozo el 21 de abril en el teatro Metropólitan con su otro amor: la dirección orquestal. Empuñará la batuta al frente de la Filarmónica de la Ciudad de México.
El trabajo de este músico arcangélico como director de orquesta está atado a su compadre, el Arcángel Mozart. La cumbre de este trabajo es evidente, de entre su vasta discografía, en la joya The Mozart Sessions, donde dirige la parte orquestal de los conciertos 20 y 23 de Volfi Mozart entonando antes de cada obra una introducción vocal sublime, celestial. Si alguien a estas alturas duda que Mc Ferrin es un ángel, simplemente apague la luz y escuche.
Quien aún no tenga la dicha de vivir la música arcangélica de Róbot McFerrin director de orquesta, escuche el disco Paper music (titulado así porque los africanos, ancestros de McFerrin, así llaman a la música de Bach, que está escrita en papel: música de papel) donde este brujo africano vocaliza a Mozart y a Fauré y a Vivaldi, como si estuviera jugando con sus cuates en pleno Edén.
En el Metropólitan el 21 de abril, el maestro Róbot (que no robót) dirigirá la Sinfonía Clásica de Prokofiev; La tumba de Couperin, del flaco de platino Maurice Ravel, de quien hará sonar esa deliciosa cópula titulada Bolero, pero antes la alegre Un americano en París, de Jorgito Gershwin donde, por cierto, suena una bocina de panadero.
¡Ah!, y todo el tiempo cantan los ángeles.