Editorial
Irak: derrumbe de la coalición
El anuncio formulado ayer por el jefe del gobierno italiano, Silvio Berlusconi, en el sentido de que su país sacará las tropas que mantiene en el Irak ocupado, entre septiembre y diciembre de este año, tiene, por donde quiera que se le vea, un inequívoco tono de derrota: del magnate y político derechista ante la opinión pública de su país, masivamente opuesta a la participación italiana en la aventura colonial en la nación árabe, y derrota en el frente iraquí, en donde el contingente enviado por Berlusconi ha sufrido 22 muertos a cambio de nada; derrota, también, para el gobierno de George W. Bush, quien, en el curso de un año, pierde dos pilares fundamentales de la coalición que inventó para destruir y avasallar Irak José María Aznar y el propio Berlusconi y se queda prácticamente solo en su empresa, sin más compañía significativa que la de Tony Blair, cuya capacidad para apurar tragos amargos y humillantes pareciera no tener límite.
Es claro que el episodio definitivo en la confrontación entre el primer ministro italiano y la mayoría de la sociedad a la que gobierna fue el ataque perpetrado por efectivos estadunidenses en Bagdad contra la periodista Giuliana Sgrena del diario romano Il Manifesto, recién liberada de un secuestro y el agente secreto Nicola Calipari, quien resultó muerto en la emboscada. El injustificado salvajismo de los soldados de Washington acabó de colmar el vaso de una opinión pública dispuesta a pasarle a Berlusconi y a su partido la factura en los comicios locales de abril próximo. Adicionalmente, si se toma en cuenta que Italia no fue invitada al festín de los contratos de "reconstrucción" de Irak, los cuales fueron reservados, en su enorme mayoría, para empresas estadunidenses e inglesas, es claro que la permanencia de las tropas enviadas a Irak por Berlusconi era un pésimo negocio y una determinación políticamente insostenible, además de un disparate mayúsculo.
En tal circunstancia, el primer ministro no tuvo otro remedio que avisar a sus superiores en la ocupación Bush y Blair del obligado retiro de sus efectivos y que inventar un argumento falso que le permitiera justificar la medida: que las autoridades de Irak suponiendo que realmente existan irán teniendo la capacidad de "dotarse de estructuras de seguridad aceptables". Lo cierto es que, independientemente de los esfuerzos estadunidenses por fabricar fuerzas policiales y militares "iraquíes", los efectivos italianos no tienen gran cosa que hacer frente a una resistencia nacional cada vez más fuerte y violenta, ante cuyo accionar los ocupantes han optado por mantenerse encerrados, la mayor parte del tiempo, en sus cuarteles.
Ayer mismo, los gobiernos de Holanda y Ucrania, menos acicateados por sus respectivas opiniones públicas, pero igualmente conscientes de los enormes e injustificables riesgos que corren sus efectivos en la nación árabe ocupada, iniciaron el repliegue.
Bush y los aliados que le quedan pueden esforzarse en presentar estos retiros como resultado de procesos de "estabilización", "democratización" y "pacificación", pero la verdad es que Irak está, hoy, más caótico, violento y descontrolado que nunca, que la asamblea surgida de las elecciones de enero pasado no logra formar un gobierno así fuera sólo para gobernar en las zonas bajo control estadunidense y que en términos estratégicos, políticos, económicos y morales, y a un costo desmesurado y terrible para los iraquíes, Washington está perdiendo la guerra.