Usted está aquí: martes 15 de marzo de 2005 Economist Intelligence Unit Bush, ¿se pinta de verde?

Bush, ¿se pinta de verde?

Asumir una postura a favor del medio ambiente sería conveniente para el presidente de EU, para el Partido Republicano y para la ecología

El mandatario debería dejar en claro que sus desacuerdos con Kyoto son más sobre los medios que sobre los fines. También debería ser más enfático en defender su propia propuesta ecológica, que considera los mecanismos del mercado como la manera de mejorar el medio ambiente

Economist Intelligence Unit /The Economist

Ampliar la imagen El presidente estadunidense, George W. Bush, en la Oficina Oval de la Casa Blanca, durante una conferencia de prensa ofrecida el 9 de marzo FOTO Reuters.

El mes pasado, George W, Bush exhibió un gran cambio en su actitud hacia Europa. Ya de regreso en suelo estadunidense, debería considerar cambiar su actitud respecto a un asunto de mayor importancia: el medio ambiente. Asumir una postura "verde" sería conveniente para él, para el Partido Republicano, para las relaciones con Europa y, sobre todo, para el medio ambiente.

Esto no significa que deba firmar mañana el Protocolo de Kyoto. Sería mucho pedir y, dado el incompetente diseño del acuerdo, sería incluso erróneo. Pero significaría reconocer la importancia del tema. Bush debería dejar en claro que sus desacuerdos con Kyoto son más sobre los medios que sobre los fines. Al mismo tiempo debería ser más enfático en defender su propia propuesta ecológica, que considera los mecanismos del mercado como la mejor manera de aliviar el medio ambiente y estima que, a la larga, el crecimiento económico es aliado de la ecología.

Para muchos, la idea de que Bush pretendiera ubicarse como ambientalista puede sonar grotesca. Es un hombre que hecho su carrera como petrolero y delegado su política energética en sus amigos de la industria. Hoy, el ambientalismo republicano se asocia usualmente con políticos esnobs del noreste como Christine Todd Whitman. Steven Hayward, un conservador verde del Instituto Empresarial Estadunidense, advierte que el tema del medio ambiente es para los conservadores lo que el de la defensa para los liberales: algo con lo que no se sienten cómodos.

Por ahora Bush tiene en la materia un sorprendente margen de credibilidad con el estadunidense promedio. Una reciente encuesta de Gallup/CNN/USA Today mostró que 49% de los estadunidenses aprueban su manejo del tema ecológico. Por otra parte, el equilibrio de poder en el seno de la corriente conservadora puede estar cambiando. Algunos neoconservadores se preocupan por la excesiva dependencia de EU de una región tan inestable como Medio Oriente. Ciertos economistas conservadores están alarmados por el efecto que el apetito estadunidense por el petróleo importado puede tener sobre el dólar. Y algunos cristianos evangélicos se afligen porque la contaminación derivada del mercurio está dañando fetos y preguntan qué autos manejaría Jesucristo. Entre los evangélicos, el apoyo a una estricta regulación ambiental ha crecido de 45% en 2000 a 52% el año pasado.

De hecho, la buena relación actual entre conservadores y ecologistas es rara. Bueno, ser conservador tiene que ver con conservar cosas, ¿o no? Los conservadores creen ser los primeros en su devoción a Dios y a la patria. ¿Y qué puede ser más devoto que una administración eficiente de los recursos ambientales? (Sólo consúltese Génesis 2:15.) ¿Y qué podría ser más patriótico que mantener la belleza de EU?

Muchos de los padres fundadores del conservadurismo moderno eran ambientalistas. Teddy Roosevelt amplió los parques nacionales. Barry Goldwater fue miembro del Club Sierra. El senador James Buckley, hermano de Bill Buckley, fue partidario del Decreto de Especies en Peligro. A Ronald Reagan se le recuerda con frecuencia por haber culpado a los árboles de la contaminación, pero fue un notable gobernador "verde" de California que advirtió que Estados Unidos no podía mantener durante más tiempo una "mentalidad de buldózer".

El ambientalismo tendría incluso sentido político para Bush. Se adapta a su filosofía de "un gran gobierno conservador", su creencia de que los conservadores deben usar el gobierno para promover valores tradicionalistas. Favorece su guerra contra el terrorismo al contribuir a que EU reduzca su dependencia del petróleo de Medio Oriente. Y encaja con su ambición de crear una mayoría republicana duradera. Los republicanos se han etiquetado con éxito como el partido del crecimiento: 97 de las ciudades de más rápido crecimiento en el país votaron por Bush. ¿Por qué no incluir en la etiqueta: crecimiento inteligente? Gran número de habitantes de los suburbios están preocupados por la urbanización y la contaminación.

Aire limpio, cielos claros

Arrebatar este tema a los demócratas no será fácil. Pero tres indicios sugieren que no resultará tiempo perdido. En primer lugar, los republicanos tienen mejores antecedentes ecologistas de lo que se dice. Gregg Easterbrook, del Instituto Brookings, señala que La Ley de Cielos Limpios de 1990 suscrita por George Bush padre inició el uso de reglas de "topes e intercambios" para reducir la cantidad de dióxido de azufre que emiten las plantas carboeléctricas. Dichas normas establecen metas de reducción de emisiones pero dejan en libertad a las empresas de decidir cómo lograrlas, e incluso permiten la compra o venta de los permisos que amparan cierta cantidad de contaminantes emitidos. El resultado ha sido un sustancial declive en las emisiones de químicos dañinos. La Ley de Cielos Limpios de Bush padre propone usar este método para reducir en 70% las cantidades de dióxido de azufre, óxidos de nitrógeno y mercurio emitidos por las plantas de energía.

Las organizaciones ambientalistas subestiman el Decreto de Cielos Limpios. Es una lástima. El Partido Demócrata está en peligro de que se le asocie con una legislación autoritaria y dogmática, difícil de hacer cumplir y que provoca litigios que son una pérdida de tiempo. Los jóvenes ecologistas desean que el movimiento deje de actuar como grupo de presión monotemático (lo cual tiene sentido) y comience a hacer causa común con el movimiento "progresista", que tiene propósitos más amplios (lo cual podría ser un suicidio político).

Bush debería recordar que aunque Richard Nixon tenía una imagen de mayor dureza aún que la suya, se adhirió de inmediato a la entonces nueva causa verde. Creó la Agencia para la Protección Ambiental, aprobó legislaciones ambientalistas como la Ley de Aire Limpio y abrió más de 600 parques. Tal vez Bush debiera aprender de la destreza de Nixon.

La aparición de un ambientalismo republicano no sólo sería benéfica para el partido, sino también para la ecología. El actual monopolio de los demócratas sobre el tema es un triple desastre. Institucionaliza la elaboración de políticas restrictivas, aísla las preocupaciones ambientales y ridiculiza el pensamiento pragmático. El enverdecimiento de los conservadores es una revolución que todavía está por ocurrir.

FUENTE: EIU/INFO-E

Traducción de textos: Jorge Anaya

 
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