Julia
Istvan Szabó, realizador del clásico húngaro Padre (Apa, 1966), conoce en los años 80 un formidable repunte en su carrera con Mefisto, adaptación de la novela homónima de Klaus Mann sobre la degradación moral de un comediante dispuesto a sacrificar sus ideales de izquierda a cambio de un puesto importante en los escenarios teatrales de la Alemania nazi. Siguen en la década otras obras relacionadas con el mundo del espectáculo: Hanussen, retrato de un ilusionista a la vez charlatán y profeta, y Encuentro con Venus, una producción ambiciosa sobre el medio operístico en Budapest, con la revelación de Glenn Close como insufrible diva caprichosa.
Un silencio de casi una década se rompe con El amanecer de un siglo, insistencia en el tema del nazismo y su relación no tanto ambigua con el director de orquesta Wilhelm Furtwängler. Con una trayectoria artística donde continuamente se combinan arte y política, fresco social y retrato intimista, realismo y melodrama, apenas sorprenderá la elección que hace ahora Szabó de una historia sentimental ambientada en los escenarios teatrales londinenses a finales de los años 30, en vísperas del estallido de la Segunda Guerra.
Julia, una mujer seductora (Being Julia) es una adaptación de Theatre, título del novelista británico Somerset Maugham, sobre un tema favorito del melodrama tradicional, la atracción física, vuelta pasión incontrolable, de una mujer madura por un hombre joven. Julia Lambert es una actriz célebre, naturalmente fatigada por un oficio de brillantez ya rutinaria, e inquieta por los ya poco disimulables estragos de la edad. Su marido (Jeremy Irons) es también su empresario teatral y confidente (un matrimonio de conveniencia, ultraliberal y mundano). Hay también un maestro en arte escénico, un anciano ya fallecido (Michael Gambon), quien sigue asesorando a la diva en materia artística y amorosa, con sus apariciones espectrales a lo largo de la cinta. (Un poco como las irrupciones del finado Cary Grant en la vida sentimental de un joven gay en la comedia Un toque especial, pero con mayor gracia y talento). La aparición de un joven estadunidense, Tom Fennel, pretendido admirador fanático de la actriz, en realidad un vividor insípido y mañoso, complica la existencia de la protagonista y de todos los que la rodean.
Si exceptuamos las actuaciones de Annette Bening en el estelar, de Michael Gambon y Jeremy Irons, la cinta de Szabó figura como lo más desigual en toda su filmografía. La primera parte del relato está plagada de lugares comunes y situaciones inverosímiles, con un miscast evidente (el famoso gigoló, a años luz de Warren Beatty en Primavera romana), y alusiones demasiado obvias a El ocaso de una estrella (Sunset Boulevard), y sobre todo a La malvada (All about Eve). Hay presencias simpáticas como la corpulenta admiradora lésbica de la diva, o el mencionado fantasma ubicuo que es conciencia crítica, a ratos satírica, de la actriz. Hay una atractiva recreación de los escenarios londinenses y momentos de fina ironía como el desclosetamiento sorpresa de un antiguo enamorado de Julia, quien ante el intento de ella por regresar a su lado, se disculpa galantemente: "Juego en el otro bando". Pero ante las primeras inconsistencias de la trama y sus múltiples concesiones genéricas, es fácil preguntarse, al cabo de una hora, qué destino pretende alcanzar un desarrollo tan poco imaginativo. La respuesta bien vale la espera. El guionista Ronald Harwood propone un giro dramático a la situación, cuya virtud es realzar el juego de los protagonistas centrales, agilizar el ritmo de la narración, brindar una escena teatral divertida, romper con la morosidad del relato, y completar el retrato de una mujer inteligente y madura, capaz de disociar el juego escénico de la realidad para reubicar toda su vida afectiva en una dimensión nueva, finalmente propia.