Política energética: ¿discutir el pasado o el futuro?
El pasado fin de semana, en la asamblea del Partido Revolucionario Institucional (PRI), y en medio de protestas y confusiones, se aprobaron cambios en los documentos básicos del priísmo en cuanto a política energética. En lo fundamental, se trató de que se suprimió la mención a los artículos 27 y 28 constitucionales, que anteriormente se establecía no se deberían modificar. En realidad, esta medida era políticamente un error grave, pues de ninguna manera existen condiciones en el país ni en las cámaras legislativas para emprender una modificación de esa naturaleza, a 16 meses de la celebración de las elecciones nacionales de 2006.
El aplauso de dirigentes del Partido Acción Nacional y de funcionarios públicos al acuerdo priísta, no hizo más que dificultar aún más ese supuesto cambio, por la reacción en contra que generó, inclusive dentro del propio PRI. Y de inmediato, quienes promovieron la enmienda ya lo estaban desmintiendo, y modificando, en forma diferente unos de otros, sus puntos de vista sobre la política energética.
En este contexto, se anuncia la posibilidad de algunos cambios en la política energética, sobre todo en el régimen fiscal de Petróleos Mexicanos (Pemex). Se trata de un proceso que en realidad viene de antes, pero que el nuevo entorno podría hacer más viable. Pero, además, esto se da en medio de una serie de modificaciones que podrán no ir al fondo pero muestran la quiebra del modelo anterior.
Con limitaciones y con el problema de depender a como dé lugar de empresas del exterior, se inician exploraciones petroleras en zonas nuevas, lo cual se había dejado de hacer durante muchos años. Apenas hace unas semanas se terminó la primera perforación en aguas profundas, pero eso muestra la urgencia de un cambio real y de fondo.
Luego de muchos años de dependencia creciente del gas natural, se inicia, con deficiencias, limitaciones y rezagos, el uso de fuentes renovables de energía para generar electricidad. Aquí también hay un reconocimiento implícito del fracaso del viejo modelo. Inclusive la Agencia Internacional de Energía ya plantea la necesidad de esa diversificación.
El cambio debe ir, también en este y otros casos, a fondo. No se trata, por supuesto, de los nostálgicos clamores por volver a un esquema del pasado, que ya fracasó, ni de esquemas que ya se quebraron en otros países. Si hablamos de una verdadera reforma en el sector energético (y no contrarreformas), no sólo debemos fortalecer el sector, sino transformarlo. Algunos ejemplos son:
* Aumentar sustancialmente la capacidad nacional de refinación. Además de superar el absurdo de estar importando gasolina y otros refinados, siendo un país petrolero, con esto ayudaremos a reactivar la economía; produciremos, cada vez más, lo necesario para la industria, el transporte y la generación de electricidad, y otros usos.
* La generación de electricidad debe incrementarse sólo lo necesario. Y debe darse preferencia a las formas de generación que crean más fuentes de trabajo en el país y que menos problemas de contaminación generan, y que aprovechan los recursos renovables dejando, en lo posible, el gas natural y los refinados apropiados para ser materias primas de la petroquímica.
* La creciente dependencia de las importaciones gaseras debe ser revertida. Además de aumentar la producción nacional de gas natural en lo posible, debe emplearse otros energéticos para los cuales podemos disponer de recursos nacionales.
* La exploración petrolera y gasera debe ir hacia zonas nuevas, no seguir sólo en las que están en plena declinación. Hay amplias áreas en las que se puede usar plataformas semisumergibles, para profundidades intermedias, disponibles en el mercado y de las cuales ha habido ya algunas en México desde hace décadas.
* Se debe usar, hasta donde sea posible, tecnologías intensivas en mano de obra. Por ejemplo, siempre que se pueda excavar con pala y pico, esto debe hacerse, en vez de alquilar excavadoras u otros equipos. En general, se debe tomar en cuenta en primer lugar a la población de las áreas en las que se ubiquen los proyectos.
* Se debe reconstruir Pemex como empresa pública integrada. En vez de los criterios mercantiles por filial, deben emplearse los criterios de la planeación de largo plazo.
* En materia de petroquímica, deben reconstituirse las cadenas productivas, acabando con absurdos como los que se han dado de que una planta cierra, o suspende labores, por falta de materia prima que otra planta u otra filial vendió a particulares, porque, supuestamente, era lo más rentable.
* La planeación de largo plazo es indispensable también en el subsector eléctrico. Si en California, a partir de la amarga experiencia que vivieron, decidieron mandar a volar al supuesto mercado eléctrico, que en realidad fue manipulado por Enron y otras empresas, es insostenible querer implantarlo aquí. Y como ni el mercado funciona ni hay una verdadera planeación, porque se entrega lo principal a particulares, pues se genera un desorden.
En esta dirección, la de las alternativas reales, debemos orientar la discusión, y no en torno a quienes se empeñan en revivir cadáveres.