Armando González también aborda la contracultura
Analiza un libro los cambios de la función intelectual en el siglo XX
La creación de un canon y de los prestigios literarios está asociada cada vez más con el mercado, pues en la medida que la producción literaria se inserta en la dinámica del consumo, hay mayor conformismo y menos exigencia en las editoriales, consideró el poeta y ensayista Armando González Torres.
En su libro ¡Que se mueran los intelectuales!, editado por Joaquín Mortiz, aborda la actitud y los cambios de la función intelectual en el siglo XX. Aclaró que no se trata de una condena, sino de mostrar ciertos valores que son esenciales para esa profesión.
González Torres explicó que la dinámica de la industria editorial influye en el tiempo de procesamiento que la obra requiere. ''Es muy difícil pensar que un escritor alcance la madurez suficiente para crear un texto que vaya más allá del consumo inmediato, cuando tiene que entregar su libro en determinado tiempo".
Parte del volumen incluye artículos referentes al cambio en las funciones públicas del intelectual. El autor presenta dos extremos: ''el intelectual especializado que es incapaz de ocuparse de asuntos ajenos a su campo, y el experto mediático capaz de opinar de todas las materias", pero que basa su credibilidad en el acceso a los medios.
¡Que se mueran los intelectuales! surge de una serie de confusiones, de perplejidades del autor frente a los extremos y excesos de la función intelectual, y de la charlatanería que circula como arte o pensamiento de vanguardia.
Otro tema que trata el también autor de Las guerras culturales de Octavio Paz es la llamada contracultura, cuyos exponentes han perdido el filo crítico y se han convertido en oficiantes de una cultura establecida.
''Hoy lo dominante en el campo de la cultura es precisamente la contracultura, y ello se puede constatar al observar las tendencias del mercado y la orientación de los apoyos y patrocinios institucionales."
González Torres dedica un apartado a ''la culturita'', que define como ''un clima de ideas, un estado de ánimo colectivo que gobierna parte de la producción y recepción de la cultura contemporánea, y que se caracteriza por el rechazo a los antiguos rasgos y jerarquías estéticas, la hegemonía de la moda y el mercado en las esferas del arte y el pensamiento".