Usted está aquí: jueves 10 de marzo de 2005 Política El partido que queremos

Martí Batres

El partido que queremos

La situación que vive el país, la ofensiva del mundo privado contra los partidos políticos, el propio desgaste de éstos, la amenaza del desafuero del jefe de Gobierno del Distrito Federal y la elección interna del Partido de la Revolución Democrática (PRD) para renovar sus directivas, son hechos que nos obligan a definir el partido que queremos y necesitamos para cambiar el país.

Parto del hecho de que, con todo y sus problemas, el PRD es lo mejor que existe en el mundo político. En él están los mexicanos más inspirados en ideales y principios y la militancia más formada en la lucha y en la adversidad. El PRD es lo más cercano a la gente más olvidada, a los excluidos, a los pauperizados, a las clases populares.

La llegada a la directiva del PAN de un prominente cuadro de la ultraderecha y las recientes resoluciones privatizadoras de la asamblea nacional del PRI confirman que sólo tenemos al PRD. Sin embargo, éste tiene que transformarse para afrontar los retos que le impone la actual etapa. Considero que los ejes fundamentales de su renovación tienen que ser los siguientes:

1. El PRD tiene que afirmar su naturaleza de partido de izquierda, colocando la cuestión social en el centro de sus definiciones. La lucha por la igualdad social y el bienestar de todos es la piedra de toque del proyecto.

2. Se necesita un partido con definiciones muy claras, que no puede andar con medias tintas, con titubeos, silencios o contradicciones con sus principios. Algunos piensan que corriéndose al centro el partido gana mayor fuerza. Pero la experiencia nos indica lo contrario; cuando hay indefiniciones el PRD pierde presencia, liderazgo y fuerza.

3. El PRD debe afirmarse como la antítesis del modelo neoliberal. En esa medida se constituye en alternativa, se distingue de lo existente y construye una opción de nuevo rumbo.

4. Se avecina una etapa de gran confrontación y de enorme hostilidad del poder contra las fuerzas de izquierda. Eso replantea el tema de la unidad y lo coloca en un contexto distinto en términos concretos y políticos, porque es prioritaria para enfrentar de manera práctica el acoso creciente.

5. El PRD en diversas regiones del país ya no es un partido de oposición, especialmente en la ciudad de México. Sus responsabilidades de gobierno implican una transformación de su discurso y de su presencia. No puede ser ya solamente un actor crítico. La sociedad le está exigiendo una capacidad propositiva mucho más extendida. Eso significa que el partido se tiene que convertir en un espacio de elaboración de políticas públicas, de tal manera que no sólo apoye al gobierno sino que le proponga lineamientos y políticas.

6. Las nuevas responsabilidades del PRD implican una mayor inserción en la sociedad. Está claro que el partido se ha territorializado con cierta eficiencia. Sin embargo, profesionistas, sindicalistas, trabajadores por cuenta propia, trabajadores de la cultura, entre otros, constituyen segmentos de la sociedad a los que no se puede encuadrar en un territorio delimitado y el partido necesita también desarrollar políticas sectoriales para todos estos actores de la sociedad.

7. De manera especial, el PRD tiene que construir una relación con los trabajadores y el sindicalismo. No puede haber un partido de izquierda auténtico, congruente, si no es al mismo tiempo un partido de los trabajadores. El partido tiene que abrir sus espacios a los trabajadores de la ciudad. En ese sentido, respetando los principios de libre afiliación política e independencia de los sindicatos, el partido puede hacer dos cosas: primero, establecer alianzas políticas sólidas con el emergente movimiento sindical, y debe generar los espacios internos donde los trabajadores de las diversas ramas discutan sus políticas.

8. También de manera especial, el PRD tiene que reconstruir su relación con la comunidad cultural. Esta comunidad acompañó el nacimiento del PRD, pero pronto se fue alejando por los conflictos internos del partido y por muchas prácticas políticas. En este terreno es factible que muchos intelectuales participen en los foros de elaboración de políticas públicas desde el PRD y en un sólido Instituto de Formación Política.

9. El PRD, por lo demás, debe modernizarse, pero su modernización no implica asumir posturas claudicantes. Se equivocan quienes dicen que un partido moderno es el que hace suyo el programa neoliberal. Una izquierda moderna es la que se define porque busca ganar el consenso de la sociedad, porque conquista el gobierno por la vía de las urnas, porque respeta la diversidad cultural, étnica, sexual, porque incluye dentro de sus grandes luchas igualitarias la equidad de género.

10. Queremos un partido que tenga dignidad, que no se arrodille, que no se venza, que no se rinda, que sepa luchar. Por eso, frente a la pretensión de desafuero del jefe de Gobierno del Distrito Federal para inhabilitarlo y despojarlo de sus derechos políticos, no nos imaginamos un partido conformista. Consideramos que sólo compete a los perredistas definir quién es su candidato y a ningún poder externo. Y sólo compete al pueblo de México definir quién es su Presidente. Por eso, si llegara a concretarse el desafuero, y aún peor, el encarcelamiento de López Obrador, pensamos que éste de cualquier manera debería presentarse a las elecciones internas del PRD, y de ganarlas debe ser el candidato que el partido registre ante el Instituto Federal Electoral (IFE). Voy más allá, si el IFE o el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación le negaran su registro a Andrés Manuel López Obrador, considero que los mexicanos debemos ir a las elecciones de 2006 a escribir su nombre de puño y letra en las boletas electorales.

 
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