Usted está aquí: jueves 10 de marzo de 2005 Opinión El PRI: fin de época

Adolfo Sánchez Rebolledo

El PRI: fin de época

En vez de un aggiornamento "socialdemócrata", como aseguraron, el PRI prefirió el ripio como doctrina: ni neoliberalismo ni populismo, sino todo lo contrario. En rigor, la asamblea nacional mostró que entre el grupo de gobernadores (más un senador) y el propio Madrazo no hay distancias insalvables, pues las diferencias entre ellos se refieren a posturas de poder ante la designación del candidato y, en definitiva, son maniobras exentas de ideología; ambiciones personalísimas disfrazadas de interés general.

En efecto, el PRI no se rompió en pedazos, como esperaban los tremendistas, pero en vez de la unidad tan cacareada, al final se impuso un compromiso que durará lo que quiera la profesora Gordillo y quienes la sostienen, revitalizada ahora por la resolución de la Corte que acrecienta su influencia sindical entre los trabajadores del Estado.

A cambio de este respiro institucional y temporal, Madrazo abrió la partida con una carta mayor: la liquidación de los candados que ataban la política del partido al cumplimiento estricto y exacto del mandato constitucional en el tema crucial de la energía. Sin exagerar las tintas, este cambio de rumbo permitirá -lo está consiguiendo ya- reagrupar fuerzas con el fin de reconstruir la alianza político-empresarial que hizo posibles las grandes reformas estructurales de fines del siglo XX, mismas que el panismo en el gobierno ha sido incapaz de proseguir.

Dicho viraje merecía una definición clara y precisa, pero el PRI, fiel a sus ambigüedades, prefirió el cantinflismo político, la retórica de la confusión, de modo que el texto aprobado mereció toda suerte de interpretaciones, como si en verdad ese fuera el objetivo. Por supuesto, el PAN de la "victoria cultural" fue incapaz de contenerse y saludó la resolución como si fuera propia. Tal reconocimiento de la derecha a la nueva postura tricolor provocó reacciones sorprendentes, como la del diputado Beltrones al asegurar que "ha habido una equívoca forma de concebir lo que ocurrió en nuestra 19 asamblea. Lo que ahí se planteó no quiere decir que nosotros vayamos a apoyar las iniciativas privatizadoras de Zedillo o del Partido Acción Nacional".

Pero la reacción más dura provino, como ya es natural, de Manuel Bartlett, quien se refirió con desprecio al deseo expresado triunfalmente por el secretario de Gobernación, Santiago Creel, de pasar de inmediato a la mesa de negociaciones. Lo único que discutirían, dijo, es quién de ellos es el más "antinacionalista, oportunista y atractivo" para los intereses de la derecha trasnacional." (La Jornada, 8-03-05)

Hasta el presidente Fox se sintió obligado a decir que "la postura (del gobierno) en materia de energía es muy clara, está como propuesta en el Congreso: un no rotundo a la privatización de Pemex, un no rotundo a la privatización de CFE" . Y, en efecto, no se requiere poner la palabra "privatización" para desmantelar a dichas empresas. Como sostienen sindicalistas y personalidades públicas opuestas a la reforma en el sector eléctrico, la idea no es rematar las empresas del Estado, pues el gobierno plantea "una reforma constitucional para, en primer lugar, legitimar jurídicamente la penetración de las empresas extranjeras en la generación y venta de electricidad mediante la anticonstitucional figura de producción independiente, introducida en la ley en 1992. En segundo lugar, transferir al sector privado el segmento más lucrativo del mercado eléctrico nacional: los grandes usuarios. La reforma de Fox es un traje a la medida, no de México sino de las trasnacionales que quieren quedarse con el sector y la renta eléctrica". (Manifiesto a la nación, 2004)

En ese sentido, el mensaje del PRI, más allá del fraseo del texto aprobado por la asamblea, sí llegó a sus verdaderos destinatarios. De acuerdo con un nota publicada en El Universal, un tal Jaime Brito, analista de la firma estadunidense PFC Energy, con sede en Washington, señaló que el PRI mandó un mensaje a la comunidad financiera internacional evidentemente político antes que económico o financiero, sobre lo que el país necesita en materia de energéticos. "Tal vez lo más significativo es que ese partido ya sopesó el costo político de iniciar una apertura del sector al capital privado. Creo que es un paso dado y que no habrá marcha atrás", dijo.

Y tiene razón. La sucesión presidencial tendrá que decidir si se reconstruye o no la alianza estratégica que gobernó hasta hoy o si, como lo sugieren los tiempos, es viable forjar un nuevo "bloque histórico", capaz de sustraerse a las falsas disyuntivas que hoy se nos presentan como destino fatal. En materia de energía hace falta una reforma que potencie nuestras capacidades, no una rendición incondicional a los "mercados".

Veremos qué dicen los ciudadanos en 2006.

 
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