El partido en el gobierno
La elección de Manuel Espino a la presidencia del Partido Acción Nacional es una prueba de que en política, como en el amor, según la Iglesia católica acaba de anunciarlo, nada dura toda la vida: ni alianzas ni enemistades. En una sorprendente jugada del más puro pragmatismo político, la mayoría de los miembros del Comité Ejecutivo Nacional del PAN readmitió al foxismo en su seno, pese a que las indiscreciones de esta corriente -encabezada por Marta Sahagún- les ha hecho pasar muchos ratos amargos. Quedaron excluidos de la directiva panista quienes creen que la figura y el desempeño de Vicente Fox le restan posibilidades de triunfo al PAN en las elecciones de 2006 y, en consecuencia, preferían distanciarse del gobierno. En cambio, la misión y la razón de Espino se apoyan en el diagnóstico exactamente opuesto: Vicente Fox es una poderosa carta en la disputa por la Presidencia de la República, y no hay duda que lo fue para la batalla por la presidencia del partido.
La elección del nuevo jefe nacional del PAN forma parte de una amplia estrategia defensiva que pretende no sólo retener el poder, sino proteger al Presidente de la República, su obra, su legado y el futuro de su señora. Para alcanzar este objetivo Espino se ha propuesto apretar los amarres de su partido sobre el gobierno. El costo de esta línea de acción para uno y otro puede ser prohibitivo, y mayor todavía para la modernización del país.
Espino ha expresado su descontento porque -según él- los panistas han permitido que se critique "demasiado" al Presidente; también ha anunciado que va a revisar la presencia de funcionarios del antiguo régimen en el gobierno, que podrían boicotear la permanencia del PAN en el poder en 2006. Esta declaración sugiere, primero, que Espino cree que las dificultades y los fracasos del actual gobierno son producto de la presencia de antiguos priístas en la administración pública; en segundo lugar, es un aviso de que el criterio central para el reclutamiento de funcionarios públicos será la filiación partidista, de ninguna manera la competencia o el mérito profesional. El anuncio de Espino abre la puerta a una cacería de brujas con un blanco móvil, pues la informalidad característica de la pertenencia al PRI deja a ojo de buen cubero la identificación de ese temible adversario: el miembro emboscado del antiguo régimen, que puede ser cualquiera. Espino está yendo mucho más allá de lo que jamás se atrevieron a hacer los gobiernos del PRI -excluir de la administración pública a cualquiera que no piense exactamente como él-, pensemos si no en las largas listas de opositores de izquierda y de derecha que en el pasado estaban en el presupuesto. En el mejor de los casos Espino está haciendo lo mismo que durante décadas el PAN criticó en el PRI: se está apropiando del gobierno. Reformas administrativas, servicio profesional de carrera, nuestras aspiraciones a un gobierno de funcionarios competentes, todo eso mandó Espino al cesto de la basura con esa declaración. Como muestra de quiénes pueden llegar al poder con este criterio que propone el nuevo presidente del PAN recordemos al primer embajador de Vicente Fox en Grecia, un su amigo, cuyo retiro fue discretamente solicitado por el gobierno griego a unos cuantos meses de haber llegado, porque salía borracho a la calle y escandalizaba en la vía pública, pellizcaba a las secretarias y ridiculizaba al país anfitrión.
La declaración de Espino de que el Presidente se reunirá con la directiva del partido una vez a la semana no es banal. Es un anuncio de que el PAN asumirá un papel protagónico en las tareas de gobierno; mucho más de lo que jamás llegó a hacer el PRI, pues presidentes de la República y tecnócratas no se lo permitieron a sabiendas de los riesgos que acarrea la participación en la formulación de las políticas de gobierno de militantes, muchos de ellos apasionados pero ignorantes. Así pues, los mexicanos tendremos por primera vez en nuestra historia un gobierno federal total y completamente partidizado, con todas las implicaciones que eso supone para las decisiones de gobierno, la responsabilidad de los funcionarios, y el manejo inequitativo de los recursos.
La vida de todo partido político transcurre en la interacción con otros partidos; de ahí que muchas de sus propuestas y estrategias estén dictadas por la lógica de esta relación y de la competencia. Por esa razón no es raro que aparezcan marcados paralelismos entre los partidos políticos. La estrategia defensiva de Acción Nacional que encarna Manuel Espino es una respuesta al PRD, que hoy en día representa el reto más importante a la permanencia del foxismo en el poder. La propuesta del nuevo presidente del PAN es la imagen en el espejo de la estrategia del PRD, cuyo eje es también la defensa de un individuo, Andrés Manuel López Obrador; su apoyo fundamental, el Gobierno del Distrito Federal y todos sus recursos; la partidización del gobierno federal sería una imitación de lo que ha ocurrido con el gobierno de la ciudad, y la intransigencia partidista que promete Espino conducirá en breve al discurso de la confrontación y de la polarización característico de López Obrador. Este juego también augura el hundimiento del centro político.