John Bolton es el más unilateralista y menos diplomático de sus colaboradores: analistas
Bush nombra a un ultraderechista como embajador de EU ante la ONU
Se prevén fuertes cuestionamientos demócratas para su ratificación en el Senado
Ampliar la imagen Condoleezza Rice present�er a John Bolton en el Departamento de Estado luego que el presidente George W. Bush lo desgin�mo nuevo embajador de Estados Unidos ante la ONU FOTO Reuters
Washington, 7 de marzo. En una estremecedora victoria de los halcones derechistas, el presidente George W. Bush ha nombrado a John Bolton, subsecretario de Estado para Control de Armas y Seguridad Internacional, próximo embajador de Estados Unidos ante la Organización de Naciones Unidas.
Bolton, a quien muchos consideraron el más unilateralista y menos diplomático de los altos funcionarios del primer periodo presidencial de Bush, tendrá que ser confirmado por el Senado, donde se prevé que algunos demócratas, que quedaron estupefactos por la designación, den la batalla en contra.
Un asesor gubernamental calificó de "increíble" el nombramiento, sobre todo a la luz de recientes indicaciones, entre ellas las pláticas recientes con líderes europeos a finales del mes pasado, de que Bush y su nueva secretaria de Estado, Condoleezza Rice, intentarían adoptar una política más multilateralista en el segundo periodo presidencial y estaban decididos a aplacar los ángulos diplomáticos más belicosos de su equipo de política exterior.
Esa noción había sido alimentada por la elección que hizo Rice del representante comercial Robert Zoellick, pragmático y "realista" de larga trayectoria, como subsecretario, pese a los esfuerzos de Bolton, respaldados por el vicepresidente Dick Cheney, por adueñarse de ese cargo. Su fracaso en ese empeño se tomó como claro indicio de que Rice deseaba en verdad girar hacia una política más multilateralista incluso en desafío a Cheney, líder indiscutible de la coalición de agresivos nacionalistas, neoconservadores y activistas de la nueva derecha que dominaron la política exterior desde los ataques de Al Qaeda del 11 de septiembre de 2001 hasta la invasión de Irak.
Sin embargo, la aquiescencia, si no el acuerdo, de Rice para que Bolton sea su nuevo embajador ante la ONU, obligará a los analistas de política exterior en Washington a reconsiderar esa opinión.
"Es como poner a un zorro a cargo del gallinero", expresó Heather Hamilton, vicepresidenta de programas para Ciudadanos en pro de Soluciones Globales (CGS), antes llamada Asociación Federalista Mundial, quien llamó a Bolton el "designado de Armagedón", en alusión a la prolongada lealtad de Bolton al ex senador ultraderechista Jesse Helms, quien al retirarse de la vida pública lo describió como "el hombre que me gustaría que se quedara en Armagedón si mi destino fuera estar a la mano para lo que se pronostica que será la batalla final entre el bien y el mal en este mundo".
"Su designación envía al mundo exactamente el mensaje que no quiere oír respecto de la disposición del gobierno de Bush a trabajar con otros países y por medio de instituciones multilaterales. No hay nadie que tenga un historial más grande de ofender a otros países, incluidos los aliados más cercanos", señaló Hamilton.
Pese a su rostro redondo y sus anteojos, rubicundas mejillas y grueso y rubio mostacho, que le confieren un aspecto de tío bonachón, Bolton tiene fama de ser alegador, combativo y sin sentido del humor.
Comenzó a lanzar filípicas contra el mal durante el gobierno de Bush cuando, pese a la falta de experiencia sobre países en desarrollo, tuvo una serie de puestos en la Agencia para el Desarrollo Internacional (USAID, por sus siglas en inglés) antes de terminar como uno de los más altos asesores del procurador general Edwin Meese.
En esa función resistió todos los embates del Congreso por investigar el papel del Departamento de Justicia en el caso Irán-contras, así como los del senador John Ferry por indagar el tráfico de drogas y armas por los contras nicaragüenses a mediados del decenio de 1980.
Su efectividad le ganó una promoción durante el gobierno de George H. W. Bush al cargo de secretario asistente de Estado para organizaciones internacionales, el cual conservó hasta 1993, cuando ingresó en el derechista Instituto Manhattan y luego en el Instituto Empresarial Estadunidense (AEI, por sus siglas en inglés), dominado por los neoconservadores y hogar de prominentes halcones como la ex embajadora ante la ONU Jeanne Kirkpatrick, el ex presidente del Consejo de Política de Defensa, Richard Perle, y la esposa de Cheney, Lynne.
En una mesa redonda pública, en 1994, Bolton sostuvo que si el edificio de Naciones Unidas en Nueva York perdiera diez pesos, "no significaría ninguna diferencia".
Para cuando el ex secretario de Estado James Baker lo escogió para integrar el equipo legal de George W. Bush en Florida, después de la elección de 2000, Bolton había llegado a la vicepresidencia del AEI, posición que aprovechó durante la segunda mitad del decenio de 1990 para hacer vehementes declaraciones en favor de normalizar plenas relaciones diplomáticas con Taiwán, país del cual recibía dinero en ese tiempo, según reveló el Washington Post.
También abogó por el retiro estadunidense del Tratado Anti Misiles Balísticos e hizo campaña contra la "construcción de naciones", los acuerdos internacionales de control de armamentos y las amenazas supuestamente lanzadas a la soberanía estadunidense por la ONU y su secretario general, Kofi Annan.
Bolton es también activista desde hace mucho tiempo de la Sociedad Federalista, asociación de abogados nacionalistas de derecha que se ha opuesto en particular a la aplicación del derecho internacional y extranjero en las decisiones de Washington, práctica que, según dicen, amenaza la soberanía estadunidense. Dicha sociedad se opone también con fuerza a organizaciones no gubernamentales que buscan la adopción del derecho y las normas internacionales en Estados Unidos. Junto con el AEI, la sociedad patrocina el grupo NGOWatch (Vigilancia sobre ONG), el cual busca exponer tales esfuerzos, así como las fuentes de financiamiento de las organizaciones que adoptan tales posturas.
Dado este historial de posturas de ultraderecha, se dice que el ex secretario de Estado Colin Powell manifestó profundo escepticismo respecto de Bolton cuando Cheney se lo sugirió para subscretario. Sin embargo, Cheney insistió.
Pero en cuestión de meses se volvió claro que Bolton estaba mucho más a tono con los halcones neoconservadores que rodean a Cheney y al secretario de Defensa Donald Rumsfeld que con las posturas y conductas relativamente moderadas de Powell.
En el verano de 2001 escandalizó a las delegaciones extranjeras y ONG en la Conferencia de la ONU sobre Tráfico Ilícito de Armas Pequeñas y Ligeras, al anunciar que Washington se opondría a cualquier intento de regular el tráfico de armas de fuego o rifles no militares, o a cualquier otro esfuerzo que "abrogara el derecho constitucional a portar armas".
Desempeñó un papel similar varios meses después cuando, entre el estupor público que siguió a los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 y el pánico del ántrax, él solo saboteó una reunión de la ONU que pretendía forjar un protocolo internacional de verificación con el fin de dotar de medidas punitivas un tratado sobre armas biológicas. Se dice que cuando terminó, informó a sus colegas: "Está muerto, muerto, muerto, y no quiero que vuelva de entre los muertos".
Dentro del Departamento de Estado, Bolton encabezó la escalada para retirar la firma de Washington del Estatuto de Roma de 1998, el cual creó la nueva Corte Penal Internacional (CPI), primer tribunal permanente con jurisdicción sobre crímenes de guerra, crímenes contra la humanidad y genocidio. Cuando Bush decidió retirar la firma estadunidense de ese instrumento, favoreció a Bolton sobre Cheney para firmar la notificación formal a Annan, acto que Bolton describió más tarde, en declaraciones al Wall Street Journal, como "el momento más feliz de mi servicio al gobierno".
Al mismo tiempo, ha participado en una prolongada disputa con las agencias de inteligencia estadunidenses por su acusación pública de que Cuba cuenta con un programa de armas biológicas ofensivas. Tal aseveración se volvió motivo de vergüenza después que funcionarios anónimos de inteligencia y altos militares en retiro, entre ellos el ex comandante del Comando Sur, declararon a los medios que no existían evidencias al respecto y acusaron a Bolton de politizar la inteligencia.
En julio de 2003, Bolton testificó ante el Congreso que los supuestos programas de Siria para desarrollar armas de destrucción masiva llevaban tal adelanto que amenazaban la estabilidad regional, afirmación que provocó una "revuelta" de analistas estadunidenses de inteligencia, quienes insistieron en que la evidencia no avalaba semejante conclusión.
La relación con Powell
Powell se quejaba con frecuencia ante sus íntimos de que Bolton socavaba su autoridad y al parecer recibía órdenes de Cheney y el Pentágono, más que de sus superiores en el Departamento de Estado. Por ejemplo, en un discurso pronunciado en Seúl, ese mismo mes, en el momento preciso en que Pyongyang accedía a entrar en pláticas multilaterales respecto de su programa nuclear, como Washington había exigido, Bolton describió la vida en Corea del Norte como una "pesadilla infernal", y acusó a su gobernante, Kim Jung Il, de ser un "dictador" o un "tirano", y de encabezar una "dictadura" o una "tiranía", no menos de una docena de veces.
Algunos analistas estadunidenses y asiáticos comentaron que el discurso parecía llevar la intención de provocar a Kim para que boicoteara la reunión. De hecho, los medios norcoreanos describieron a Bolton como "repugnante escoria humana" y "vampiro sediento de sangre", y exigieron su retiro de la delegación que tomaría parte en las conversaciones.
A decir verdad, Bolton no se presentó en aquella ocasión. Pero si Bush se sale ahora con la suya, pronto Bolton estará en el corazón de toda la diplomacia multilateral estadunidense.
Traducción: Jorge Anaya